miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL EXILIO FILOSÓFICO DEL 39 (3)


Tres reacciones muy distintas ante el hecho del exilio:

1.- La de los que no pudieron o se negaron a abandona España, como el socialista y de la UGT Julián Besteiro, catedrático de Lógica  en la Universidad de Madrid y Presidente de las Cortes, sucesor de Pablo Iglesias como líder del PSOE y de la UGT, a la muerte de éste y que acabó sus días en la cárcel de Carmona (Sevilla) enfermo desde hacía mucho tiempo, y con 70 años.

2.- La de los que se negaron a participar en la guerra, saliendo de España al comenzar el conflicto. Representan lo que se ha llamado “Tercera España”, entre los que ocupa el máximo lugar Ortega y Gasset. Tras algunos años de vaivén entre Europa y América, se asentaron definitivamente en España bajo una especie de “Exilio Virtual”, igual que Julián Marías, Marañón y Pérez de Ayala. Igualmente, aunque de otra manera, Xavier Zubiri.

3.- La de los que prestaron su apoyo incondicional a la causa republicana, saliendo de España cuando consideraron la guerra definitivamente perdida y no habiendo regresado después a España. Entre éstos hay que citar a los muertos en el exilio: Antonio Machado, Joaquín Xirau, Eugenio Imaz, Serra Hunter, José Gaos y a los que, vivos, no regresaron a España en vida del dictador, aunque alguno si volviera a la muerte de éste, como es el caso de la malagueña María Zambrano que, tras 45 años de exilio, llegó a Madrid, desde Ginebra, su último domicilio de exiliada, en el 1.984.

1.- El primer rasgo que observamos en todos los exiliados es que se instalan en la América Hispana, sobre todo en México (la mayoría) y después en Venezuela.
Ello no es casualidad, se trata de la necesidad de conservar la propia lengua y de vivir en un lugar en el que ésta sea el medio usual de comunicación.
La necesidad de la lengua-madre es superior en los filósofos que en personas de otra profesión, sobre todo científicos, técnicos e investigadores. Porque también poetas y novelistas (profesiones literarias) recalaron en países de habla inglesa, tanto en E. E. U. U. como en Inglaterra.
Aprender un idioma, incluso dominarlo, no es, generalmente, suficiente para poder “razonar” y “debatir” como con la lengua-madre.
Con la excepción de Ferrater Mora que, tras su estancia en Cuba y en Chile, se instala en Estados Unidos dando clases en el Departamento de Filosofía en el Bryn Mawr College, en Pennsylvania, al dominar y hablar indiferentemente en Inglés y en Español.
Defensor del bilingüismo, y también en Cataluña, con el catalán y el español, criticando la cerrazón de algunos por su exclusivismo.
“Hay que precaverse contra esta psicología lingüística casera”

La lengua es/debe ser, sólo, una herramienta cultural, un instrumento para la intercomunicación humana, no existe una función ontológica de la palabra como reveladora del ser.

E igual que Ferrater Mora lo es, lo hace y lo practica Juan Roura-Parella

2.- El segundo rasgo común a los filósofos exiliados es su creciente despolitización a la llegada a América, al hallarse en países extraños, aunque afines pues la politización les habría supuesto un obstáculo en su incorporación a la actividad pública.
Así pudieron dedicarse con más intensidad a su labor de enseñanza, de investigación, de traducción o de publicación como únicos incentivos, en lo que sobresalen tanto Imaz como Gaos.

3.- El tercer rasgo es el lugar especial que ocupa México en la recepción de los intelectuales españoles que verán en esta nueva nación acogedora y la sentirán como propia, quizá no tanto como la que dejaron atrás, pero no extraña y llegando a sentirla, también, como suya.

José Gaos lo manifestaba con el término “transterrados” y afirmaba que los exiliados españoles, en México, no se sentían “desterrados” porque la emigración forzosa representaba la experiencia de emprender una vida más o menos nueva en relación con su vida anterior, pero en la misma lengua.
A pesar de la distancia, las nuevas circunstancias, no elegidas, sino forzosas, hacen que el recuerdo siga, pero la experiencia ya es en la nueva nación de acogida.
Eran óptimos los valores españoles, pero al tener que dejarlos atrás, lograron conciliarlos con los de las nuevas naciones.
El ambiente asfixiante de la España que tuvieron que dejar precipitó el salto a la América Hispana que se presenta, entonces como la única posibilidad histórica de un futuro español, aunque con agua de por medio.


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