El superhombre no se puede
identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la
tradición o que descansen en su poder social (con la aristocracia, por
ejemplo), ni con un grupo definido biológicamente (con una raza) pues los genes
no son una garantía de excelencia.
Pero lo podemos reconocer a
partir de su conducta moral:
1.- Rechaza la moral de
esclavos: la humildad, la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía,
la castidad, la obediencia como sometimiento a una regla exterior, la paciencia
consecuencia del sometimiento a un destino o a un mandato, el servilismo, la
mezquindad, el rencor.
2.- Rechaza la conducta
gregaria: detesta la moral del rebaño, la conducta de los que siguen a la
mayoría, de los que siguen normas morales ya establecidas; como consecuencia de
su capacidad y determinación para crear valores, no los toma prestados de los
que la sociedad le ofrece, por lo que su conducta será distinta a la de los
demás.
3.- Crea
valores: los valores morales no existen en un mundo trascendente, son
invenciones de los seres humanos; pero no todos los hombres los crean, muchos
–la mayoría – se encuentran con los valores ya creados por otros, siguen las
modas, los estilos vitales vigentes.
El primer rasgo del
superhombre es precisamente éste: inventa las normas morales a las que él
mismo se somete; pero este rasgo no es suficiente para definir al superhombre,
pues no vale que cree o invente cualquier valor, además ha de
crear valores que sean fieles al mundo de la vida y que le
permitan expresar adecuadamente su peculiaridad, su propia personalidad y
riqueza.
4.- Vive en la
finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en un
destino privilegiado para los seres humanos, ni en una raza, ni en una nación,
o un grup.
No cree que la vida tenga un
sentido, como no sea el que él mismo le ha dado; acepta la vida en su
limitación, no se oculta las dimensiones terribles de la existencia (el
sufrimiento, la enfermedad, la muerte), es dionisíaco.
5.- Le gusta el riesgo,
las nuevas experiencias, los caminos no frecuentados, el enfrentamiento,
las pruebas difíciles; no está preocupado ni por el placer ni por el dolor, ni
propio ni ajeno, pues pone por encima de ellos el desarrollo de su voluntad y
de su espíritu; es duro consigo mismo y con los demás, es valiente, no huye del
dolor ni de ninguna forma de sufrimiento: sabe que de estas experiencias puede
salir enriquecido, puede crecer.
6.- Es contrario
al igualitarismo: ama la exuberancia de la vida, le gusta desarrollar
en él mismo y en los demás aquello que les es más propio; no tiene miedo a
la diferencia.
7.- Ama la intensidad de
la vida: la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la belleza
corporal y espiritual; puede ser magnánimo, generoso, como una muestra de la
riqueza de su voluntad.
8.- En conclusión: el
superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el creador y dueño de sí
mismo y de su vida, es un espíritu libre.
“Escuchad y os diré lo que es
el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad
diga: sea el superhombre el sentido de la tierra. ¡Yo os conjuro, hermanos
míos, a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra y no prestéis fe a los
que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de veneno,
conscientes o inconscientes. Son despreciadores de la vida; llevan dentro de sí
el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La Tierra , está cansada de
ellos: ¡muéranse pues de una vez!” (“Así habló Zaratustra”).
En “Así habló Zaratustra” nos
cuenta tres transformaciones del espíritu: cómo el espíritu se transforma en “camello”,
el camello en “león” y, finalmente, el león en “niño”.
El “camello” representa
el momento de la humanidad que sobreviene con el platonismo y que llega hasta
finales de la modernidad; su característica básica es la humildad, el
sometimiento, el saber soportar con paciencia las pesadas cargas, la carga de
la moral del resentimiento hacia la vida.
El “león” representa
al hombre como crítico, como nihilista activo que destruye los valores
establecidos, toda la cultura y estilo vital occidental.
Y el “niño” representa
al hombre que sabe de la inocencia del devenir, que inventa valores, que toma
la vida como juego, como afirmación, es el sí radical al mundo dionisíaco.
Es la metáfora del hombre del futuro, del superhombre.
“Mas ahora decidme, hermanos
míos: ¿qué es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león haya podido
hacer? ¿Para qué, pues, habría de convertirse en niño el león carnicero? Sí,
hermanos míos, para el juego divino del crear se necesita un santo decir “sí”:
el espíritu lucha ahora por su voluntad propia, el que se retiró del
mundo conquista ahora su mundo.” (“Así habló Zaratustra”).
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