“Todo lo que considerábamos bueno,
santo, verdadero, los juicios de valor más altos sobre la existencia, ahora
resulta que son falsos”.
Toda la historia general,
desde el mundo hasta el hombre, ha resultado ser un castillo en el aire,
inventado por personas e instituciones interesadas para adorar a los dioses y
esclavizar a los hombres.
Y lo estamos comprobando en
la realidad contemporánea, cómo todo se desmorona, se derrumba y arrastra, en
su caída, todo lo que se sustentaba sobre esa falsa base.
Si Dios sostenía todo el
artificio, y “Dios ha muerto”, entonces…
El espíritu europeo ha ido
derrumbándose arrastrando con su muerte el mundo entero.
Sólo quedan ruinas de lo que
fue santo y sagrado y si Occidente sigue aferrado a esas ruinas como única
posibilidad de salvación…
Si la única interpretación ha
dejado de serlo todo el sentido que se tenía de la existencia “ha sido en
vano”.
La mayor crisis del
pensamiento Occidental, la mayor colisión de conciencias, el vértigo está
servido.
“La desconfianza ante
nuestras anteriores valoraciones crece hasta llegar a la pregunta: ¿no son
todos los valores medios de seducción con los cuales se alarga la comedia sin
que se aproxime a lo más mínimo a un desenlace?”
No vayamos a pensar que
Nietzsche provoca la crisis del mundo Occidental, él simplemente la anuncia.
Los problemas con los que se
enfrenta pueden ser considerados como eso: anuncios, posibilidades, grandes
intuiciones de lo que puede suceder.
El anuncio de la muerte de
Dios, el del Superhombre, el del Nihilismo, el del Eterno retorno.
Estos cuatro grandes anuncios
se imbrican y se combinan en un entramado, apuntando hacia el porvenir humano.
Nietzsche está elaborando una
especie de mapa del futuro: primero destruyendo para diseñar y construir
después, aplicando el dicho de “para construir un templo hay que destruir un
templo”, un lema bíblico y que puede extrapolarse a toda su filosofía.
“Yo desconfío de todos los
sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema es una falta de
honestidad”.
Para ese nuevo comienzo de una
nueva humanidad es necesario establecer nuevos cimientos en la reflexión
humana.
Introducirse en el mundo
nietzscheano es estar dispuesto (libres de prejuicios) a pagar el precio de
destruirlo todo.
Comprender la filosofía de
Nietzsche puede no ser sumamente difícil, lo realmente difícil es ser y vivir
nietzscheanamente.
Vivir la muerte de Dios (no
sólo entenderla) y abrir la puerta por la que penetre el Nihilismo, siendo
consciente de ello es una labor de un héroe.
Porque es la sensación de
estar completamente abandonado, en un universo inútil, sin saber ni de donde se
viene ni hacia donde se va.
Completamente solo, en la
soledad profunda, que es la soledad filosófica.
Sin Dios y sin ley.
“Nadie es responsable de
existir, de estar hecho de este o de aquel modo, de encontrase en estas
circunstancias, en este ambiente.
Uno no es la consecuencia de
una intención propia, de una voluntad, de una finalidad.
No hay un ideal de hombre a
alcanzar, como no hay un “ideal de felicidad” o un “ideal de moralidad”,
Es absurdo querer echar a
rodar su ser hacia una finalidad cualquiera.
Nosotros hemos inventado el
concepto “finalidad”.
Se es necesario, se es un
fragmento de fatalidad, se forma parte del todo, se es en el todo, no hay nada
que pueda juzgar, medir, comparar, condenar nuestro ser, porque esto
significaría juzgar, medir, comparar, condenar el todo.
Pero ¡no hay nada fuera del
todo¡
Que no se haga, ya,
responsable a nadie.
El concepto de Dios ha sido,
hasta ahora, la gran objeción contra la existencia”
Destruida la Historia , plantado en la
puerta de la eternidad con miedo de entrar y con miedo de permanecer fuera,
pretendiendo ser normal en un mundo anormal,
“Vuestros negocios, que es lo
que más os preocupa, os atan al lugar donde vivís, a vuestra sociedad, a
vuestros gustos. Estáis embebidos en los negocios, pero sois perezosos en las
cuestiones del espíritu, os satisface vuestra deficiencia y tenéis el delantal
del deber prendido a esa satisfacción.
Así vivís y así queréis que
vivan vuestros hijos”
Nietzsche mira el porvenir
humano y ese porvenir es éste en que vivimos, carente, desde luego, de mucho
aún de lo presagiado por él.
“La humanidad no representa
una evolución hacia algo mejor, o más fuerte, o más alto,… El progreso es,
meramente, una idea moderna, una idea falsa.
El europeo de hoy sigue
estando, en su valor, profundamente por debajo del europeo del Renacimiento;
una evolución posterior no es, sin más, una elevación, una intensificación, un
fortalecimiento”.
Dios ha muerto y, sin
embargo, pretendemos vivir como si existiera.
La moral judeo-cristiana se
ha desmoronado y la sostenemos como se sostiene un cadáver.
Nuestra miopía pretende mirar
atrás, en vez de mirar hacia delante.
¿Somos, acaso, una especie
miope? ¿O nuestro temor a enfrentarnos a la verdad clara y desnuda no conoce
límites, y preferimos refugiarnos en ultramundos, en ideales o en ilusiones, a
reconocer que, simplemente, estamos solos en el Universo y obligados a
dictarnos nosotros mismos nuestros valores y nuestras leyes?
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