viernes, 13 de julio de 2018

NIETZSCHE: EL FILÓSOFO ICONOCLASTA ( y 3)




“Todo lo que considerábamos bueno, santo, verdadero, los juicios de valor más altos sobre la existencia, ahora resulta que son falsos”.

Toda la historia general, desde el mundo hasta el hombre, ha resultado ser un castillo en el aire, inventado por personas e instituciones interesadas para adorar a los dioses y esclavizar a los hombres.

Y lo estamos comprobando en la realidad contemporánea, cómo todo se desmorona, se derrumba y arrastra, en su caída, todo lo que se sustentaba sobre esa falsa base.

Si Dios sostenía todo el artificio, y “Dios ha muerto”, entonces…

El espíritu europeo ha ido derrumbándose arrastrando con su muerte el mundo entero.

Sólo quedan ruinas de lo que fue santo y sagrado y si Occidente sigue aferrado a esas ruinas como única posibilidad de salvación…

Si la única interpretación ha dejado de serlo todo el sentido que se tenía de la existencia “ha sido en vano”.

La mayor crisis del pensamiento Occidental, la mayor colisión de conciencias, el vértigo está servido.

“La desconfianza ante nuestras anteriores valoraciones crece hasta llegar a la pregunta: ¿no son todos los valores medios de seducción con los cuales se alarga la comedia sin que se aproxime a lo más mínimo a un desenlace?”

No vayamos a pensar que Nietzsche provoca la crisis del mundo Occidental, él simplemente la anuncia.
Los problemas con los que se enfrenta pueden ser considerados como eso: anuncios, posibilidades, grandes intuiciones de lo que puede suceder.

El anuncio de la muerte de Dios, el del Superhombre, el del Nihilismo, el del Eterno retorno.
Estos cuatro grandes anuncios se imbrican y se combinan en un entramado, apuntando hacia el porvenir humano.

Nietzsche está elaborando una especie de mapa del futuro: primero destruyendo para diseñar y construir después, aplicando el dicho de “para construir un templo hay que destruir un templo”, un lema bíblico y que puede extrapolarse a toda su filosofía.

“Yo desconfío de todos los sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema es una falta de honestidad”.

Para ese nuevo comienzo de una nueva humanidad es necesario establecer nuevos cimientos en la reflexión humana.

Introducirse en el mundo nietzscheano es estar dispuesto (libres de prejuicios) a pagar el precio de destruirlo todo.

Comprender la filosofía de Nietzsche puede no ser sumamente difícil, lo realmente difícil es ser y vivir nietzscheanamente.

Vivir la muerte de Dios (no sólo entenderla) y abrir la puerta por la que penetre el Nihilismo, siendo consciente de ello es una labor de un héroe.
Porque es la sensación de estar completamente abandonado, en un universo inútil, sin saber ni de donde se viene ni hacia donde se va.
Completamente solo, en la soledad profunda, que es la soledad filosófica.

Sin Dios y sin ley.

“Nadie es responsable de existir, de estar hecho de este o de aquel modo, de encontrase en estas circunstancias, en este ambiente.
Uno no es la consecuencia de una intención propia, de una voluntad, de una finalidad.
No hay un ideal de hombre a alcanzar, como no hay un “ideal de felicidad” o un “ideal de moralidad”,
Es absurdo querer echar a rodar su ser hacia una finalidad cualquiera.
Nosotros hemos inventado el concepto “finalidad”.
Se es necesario, se es un fragmento de fatalidad, se forma parte del todo, se es en el todo, no hay nada que pueda juzgar, medir, comparar, condenar nuestro ser, porque esto significaría juzgar, medir, comparar, condenar el todo.
Pero ¡no hay nada fuera del todo¡
Que no se haga, ya, responsable a nadie.
El concepto de Dios ha sido, hasta ahora, la gran objeción contra la existencia”

Destruida la Historia, plantado en la puerta de la eternidad con miedo de entrar y con miedo de permanecer fuera, pretendiendo ser normal en un mundo anormal,

“Vuestros negocios, que es lo que más os preocupa, os atan al lugar donde vivís, a vuestra sociedad, a vuestros gustos. Estáis embebidos en los negocios, pero sois perezosos en las cuestiones del espíritu, os satisface vuestra deficiencia y tenéis el delantal del deber prendido a esa satisfacción.
Así vivís y así queréis que vivan vuestros hijos”

Nietzsche mira el porvenir humano y ese porvenir es éste en que vivimos, carente, desde luego, de mucho aún de lo presagiado por él.

“La humanidad no representa una evolución hacia algo mejor, o más fuerte, o más alto,… El progreso es, meramente, una idea moderna, una idea falsa.
El europeo de hoy sigue estando, en su valor, profundamente por debajo del europeo del Renacimiento; una evolución posterior no es, sin más, una elevación, una intensificación, un fortalecimiento”.

Dios ha muerto y, sin embargo, pretendemos vivir como si existiera.

La moral judeo-cristiana se ha desmoronado y la sostenemos como se sostiene un cadáver.

Nuestra miopía pretende mirar atrás, en vez de mirar hacia delante.
¿Somos, acaso, una especie miope? ¿O nuestro temor a enfrentarnos a la verdad clara y desnuda no conoce límites, y preferimos refugiarnos en ultramundos, en ideales o en ilusiones, a reconocer que, simplemente, estamos solos en el Universo y obligados a dictarnos nosotros mismos nuestros valores y nuestras leyes?

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