miércoles, 25 de julio de 2018

NIETZSCHE 8 ARISTOCRACIA DEL ESPÍRITU (1)



La filosofía de Nietzsche, primero destructiva, para dejar despejado el local filosófico y, una vez logrado, la filosofía constructiva.

Dividida la humanidad en Aristócratas y Esclavos, sólo tienen valor los Aristócratas en la medida en que representan todo lo que en la humanidad puede ser considerado poderoso y valiente, bello y bueno.
Pero aunque estos dos conceptos hayan sido tomados en préstamo de Platón no significan nada de lo que significaban para él.

¿Quiénes son los aristócratas?, ¿por qué se considera él un “aristócrata polaco”?

“Yo soy un aristócrata polaco “pur sang”, al que ni una sola gota de sangre mala se le ha mezclado, y menos que ninguna sangre alemana (…) siglos habría que retroceder para encontrar a esta raza, la más noble que ha existido en la tierra, con la misma pureza de instintos con que yo la represento. Frente a todo lo que hoy se llama “noblesse” abrigo yo un soberano sentimiento de distinción”

Esta división natural humana entre “aristócratas” y “esclavos” conlleva, también, sus propias morales: “la moral de los señores” y “la moral de los esclavos”.

Ese “aristócrata” nietzscheano está en la línea del “filósofo por venir”, alguien que no ha existido realmente, todavía, pero que formará parte del futuro humano.

Ese futuro o porvenir no es un idealismo sino una posibilidad abierta a lo humano, de superación de sí mismo.

“Nosotros, los veraces” es el nombre que se daban a sí mismos los Nobles de la antigua Grecia.
Esas calificaciones morales (“veraces”) se aplicaron, en primer lugar, a las “personas” y sólo después a las “acciones” o “comportamientos”.

El criterio de valoración que propone Nietzsche está basado en “la desigualdad natural de los hombres”, estableciendo entre ellos una jerarquía y distancia, lo que contradice abiertamente a los ideales democráticos, así como al socialismo.
Su punto de vista y su punto de partida, pues, están muy lejos de los criterios valorativos del XIX y del XX (democracia y socialismo o socialdemocracia) de ahí la incomprensión y ataque a su filosofía.

La pregunta, pues, surge al momento: “¿Es posible plantear una política basada en la desigualdad natural de los hombres y establecer para el porvenir el gobierno del mundo por parte de una aristocracia espiritual?

¿Cuáles serían las bases para esa política antidemocrática, antisocialista, atea, liberal,… diseñada por una minoría para una minoría que gobierne a una inmensa mayoría?

¿Cómo modificar, cómo cambiar, la escala de valores occidentales judeo-cristianos para establecer la nueva tabla de valores aristocráticos cuando los actuales sistemas políticos democráticos occidentales se rigen por las mayorías y las líneas socialdemócratas de actuación política, cuando la política que actualmente se hace hoy en el mundo es lo más alejado del pensamiento de Nietzsche?

La plebe, la masa, las masas son las que dan y/o quitan gobiernos.
Masas gobernadas por masas, esclavos gobernados por esclavos, extendidos por toda la faz de la tierra y si surge algún dictador, en alguna parte, a disparar contra él e intentando imponer una democracia en que los esclavos….y las masas….cuando en esas naciones no están ni preparadas, ni dispuestas, a ensayar políticas como se desarrollan en el mundo occidental.

Pero, si observamos atentamente el panorama político occidental, vemos que lo que estamos haciendo, a nivel político (ya no digo económico) no es lo mejor para la humanidad.
Atrapados en estas redes políticas no vemos líneas que puedan llevarnos a políticas por venir, del porvenir.

Desde que Judea y el Cristianismo vencieron a Roma los Señores ya no gobiernan, a no ser durante breves momentos en que algunos hombres grandes gobernaron esporádicamente y que luego desaparecieron desplazados por las masas y la mediocridad, que es la línea constante en el gobierno de la tierra.

“Nadie tiene ya hoy el valor de reclamar derechos especiales, derechos señoriales,…nuestra política está falta de valor”

El aristocratismo de los sentimientos ha sido socavado de la manera más subterránea por la mentira de la igualdad de las almas, y ahí está la Iglesia para proclamarlo: “todos los hombres somos hijos de Dios…” y son capaces de declarar guerras y hacer correr la sangre o encender hogueras no precisamente para librarse del frío.

El Cristianismo es una rebelión de todo lo que se arrastra por el suelo contra lo que tiene altura: “El Evangelio de los viles, envilece…”

Aunque tampoco han existido superhombres capaces de atraer y arrastrar a las masas.

En general, al que sobresale se le aplica el lecho de Procusto, por ser un soberbio, un pecador, un creído, un engreído,…

Es verdad que, a veces, surgen tipos extraordinarios en su forma de hacer política y ejercer su autoridad, pero no suelen tener continuidad y pasan por la historia como “flores de un día o de una temporada”.

Hay que crear otro tipo de valores que remitan a otra humanidad distinta y superior.

Pero ¿cómo?

Se comprende la necesidad de crear un puente que nos lleve al otro lado, tan distinto a éste en el que estamos, pero ¿dónde descansa ese puente si sólo vemos posibilidades pero no tierra firme?

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