Llamaron “substancia” a lo
que “está bajo” los accidentes y aunque éstos cambien ella no cambia.
Yo, por ejemplo, por quien
han pasado tantos años, ha estado en tantos lugares, ha tenido a tantos
alumnos,…y que, hasta que no me muera (¡y Dios no lo quiera!) seguiré siendo la
misma substancia que fui desde el principio.
Descartes concluía (¿) el
“sum” (la substancia existente) del “cogito” (el pensamiento).
“Cogito, ergo sum” porque
como para poder pensar tengo que existir…
“Volo (voluntad), ergo sum
(esencia existente)
Al comienzo está ese grande y
funesto error de que la voluntad es una facultad…Hoy sabemos que no es más que
una palabra.
Hay que crear “otro”
lenguaje, con “categorías móviles” y despedir a esa “vieja hembra
engañadora…con sus categorías permanentes y estáticas, incapaces de ser soporte
de las vivencias.
Hay que aplicar el martillo a
la tradición, que fue, pero que ya no es ni debe ser.
Unas nuevas categorías, de
“nociones móviles”, de desplazamiento rápido, no conclusivas ni finalistas, a
través de las cuales las antiguas categorías del pensamiento se revisten de
otro color y abren otras posibilidades para que recojan la diversidad del mundo
interior, el juego de las fuerzas, los instintos y, sobre todo, las vivencias
internas, algo fundamental en su filosofía.
¿Cómo van a ser las
fotografías, racionales, capaces de sintonizar con las vivencias de todo tipo?
Un juego de máscaras de
vivencias, ocultas bajo otras vivencias, como un juego de muñecas rusas.
Y cuando, para ello, no
sirvan ni siquiera las nuevas nociones habrá que acudir a las metáforas, a los
símbolos poéticos y, en última instancia, al silencio, adelantándose a
Wittgenstein y su Tractatus: “de lo que no se puede hablar, lo mejor es
callarse”.
“Puede ser altura del alma el
que un filósofo calle”
Y las vivencias, como
sabemos, son siempre particulares. Remiten a una especie de mundo privado,
personal, aunque no por ello totalmente subjetivo, porque pueden ser experimentadas
por otros, muchos o pocos, aunque no totalmente idénticas.
“No tenemos nosotros, los
filósofos, derecho a estar solos en algún sitio: no nos es lícito ni
equivocarnos solos, ni solos encontrar la verdad”
“Con la necesidad con que un
árbol da sus frutos, así brotan de nosotros nuestros pensamientos, nuestros
valores, nuestros síes y nuestros noes, nuestras preguntas y nuestras dudas,
todos ellos emparentados y relacionados entre sí, testimonios de una única
voluntad…”
Pero, cada árbol da sus frutos,
y los distintos naranjos dan naranjas, pero no las mismas naranjas, siempre
habrá diferencias entre las naranjas.
Lo cierto es que cada
filósofo va creando sus propias categorías y los demás, mediocres o vulgares y
no genios, vamos utilizándolas, aprovechándonos de él y de ellas.
Categorías como “apolíneo y
dionisíaco”, “superhombre”, “voluntad de poder”, “eterno retorno”, “nihilismo”,
“muerte de Dios”, “espíritu libre” ¿no estamos usándolas como objetivas y
universales?
Pero ¿qué se entiende, cómo
se interpreta la “voluntad de poder”? ¿Y el superhombre? ¿Cómo lo interpretaron
los nazis?
¿Qué se entiende por “Dios ha
muerto” o “la muerte de Dios”? (Se refiere, sólo, al Dios de la religión?.
Evidentemente NO.
En otro lugar de este blog me
he extendido sobre qué entiende Nietzsche por “Dios” y por su “muerte”.
Y, ante un texto, después,
llegan las interpretaciones.
¿Cómo se ha interpretado a
Nietzsche y, sobre todo a su filosofía?
Todos hemos estudiado la Historia de la Filosofía y hemos
tratado a los distintos filósofos ya encasillados en compartimentos estancos,
en una época, en una corriente: el “racionalista Descartes”, el “empirista
Hume”, el “existencialista Sartre”
¿Y cuando nos acercamos a
Nietzsche?
El lenguaje es un instrumento
de gregarización, de nivelación, de superficialización. Detrás de la
comunicación lo único que existe es la necesidad de transmitir lo igual, no lo
desigual.
Las palabras nos vuelven
superficiales, nos hacen perder profundidad. Y las vivencias realmente
profundas no pueden comunicarse: ni el remitente puede hacerlo ni el
destinatario puede interpretar el lenguaje como el remitente intenta hacerlo.
El lenguaje parece que ha
sido inventado sólo para decir lo ordinario, lo mediano o mediocre, lo
comunicable. Con el lenguaje se vulgariza ya el que habla.
Pero el “lenguaje poético” es
otra cosa.
No es fácil tener la vivencia
de lo profundo, muy pocos hombres lo alcanzan.
Las puertas para llegar a
ellas están cerradas para la mayoría de los mortales, porque la mayoría de
nosotros somos vulgares y torpes, cabalmente ignorantes, y nos sentimos
imposibilitados por herencia para traspasar esas puertas que se cierran
automáticamente a los que no tienen derecho a ello por herencia espiritual.
La prosa abunda más que la
poesía, y los hombres vulgares somos ilimitados comparados con el número exiguo
de genios que pueden traspasar esas puertas, sus puertas, para entrar en sus
profundas vivencias.
Su lenguaje no puede ser
nuestro lenguaje.
La mayoría permanecemos fuera
y sólo podemos consolarnos con el lenguaje poético de los genios.
“Los problemas supremos
rechazan sin piedad a todo aquel que se atreve a acercarse a ellos sin estar
predestinado, por la altura y poder de su espiritualidad”
“Para entrar en un mundo
elevado hay que haber nacido, o dicho con más claridad, hay que haber sido
criado para él.
“Derecho a la Filosofía sólo se tiene
gracias a la ascendencia, también aquí son los antecesores, la “sangre”, los
que deciden”
“Cómo puede, entonces, el
lenguaje, diseñado por la mayoría para la mayoría, transmitir vivencias que
están a seis mil pies por encima del hombre moderno?”
Nietzsche se coloca fuera y
superior a nosotros, habita en otra dimensión, dimensión en la que el lenguaje
adquiere otro contenido, se viste de otro contenido y juega con otros
significantes.
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