NIETZSCHE: FILÓSOFO DEL
PORVENIR (6)
La negación total permite la
afirmación total, el que destruye para construir, construye y Nietzsche, que
como ya hemos visto es el gran destructor, con su martillo, el mejor destructor
que ha tenido Occidente, puede construir en la misma forma.
En él es posible la más
grande construcción, “la profunda afirmación de la existencia”, la real, la
única que hay, la terrena.
Como ya hemos señalado su
afán destructivo es sólo un método, un medio, para el gran objetivo, la construcción
de su nueva filosofía.
Había que poder en cuarentena
el gran error histórico de la exaltación Apolínea y la muerte y entierro del
espíritu dionisíaco.
“Hasta ahora la mentira del
ideal ha constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha
sido engañada y falseada por tal mentira hasta en sus instintos más básicos,
hasta llegar a adorar los valores inversos de aquellos solos que habrían
garantizado el florecimiento, el futuro, el elevado derecho al futuro.
Nadie, hasta él, se había
atrevido a destruir la moral judeo-cristiana y afirmar una visión “inmoral” y
fundamentalmente filosófica de la existencia humana.
“… ¿cuánta verdad osa un
espíritu?, esto se fue convirtiendo cada vez más, para mí, en la auténtica
unidad de medida.
El error –el creer en el ideal –no en ceguera. El error es cobardía.
Todo paso adelante del
conocimiento es consecuencia del valor, de la dureza consigo mismo…
Yo no refuto los ideales,
ante ellos yo, simplemente, me pongo los guantes.
“Nitimur in vetitum” (“nos
lanzamos hacia lo prohibido”), bajo este signo vencerá un día mi filosofía,
pues hasta ahora lo único que ha sido prohibido, siempre, por principio, es la
verdad”.
Su Filosofía de la Vida no es una continuación
de la hasta entonces vigente, aunque fuera con matices, sino una superación.
Superación de un pensamiento,
de una concepción del mundo, de una nueva interpretación moral, superación de
la filosofía, en cuanto tal.
La destrucción de la
metafísica no se da por la destrucción lógica del lenguaje, al estilo de los
analistas, sino por la destrucción de la moralidad misma que subyace a todo el
planteamiento metafísico.
La destrucción del
filósofo-sacerdote abre el campo a la búsqueda del filósofo del porvenir.
“El ateísmo yo no lo
conozco en absoluto como un resultado,
menos aún como un acontecimiento: en mí se da por supuesto, instintivamente.
Soy demasiado curioso, demasiado problemático, demasiado altanero para que me
agrade una respuesta burda.
Dios es una respuesta burda,
una indelicadeza contra nosotros, los pensadores, incluso en el fondo no es más
que una burda prohibición que se nos hace: ¡no debéis pensar…”
Una Filosofía sin Moral, una
Filosofía Inmoral, la
Filosofía en sentido originario, cercana a la ciencia y ajena a las religiones, a las moralidades
existentes hasta ahora, a la moralidad judeo-cristiana fundamentalmente.
El sentido de la sabiduría
hay que buscarlo en muchos de los filósofos presocráticos.
Sólo así se podrá liberar a
Occidente de la carga que han representado para la cultura dos fenómenos
explícitos: el socratismo (racionalismo moral) y el judeo-cristianismo (como
valoración de una existencia errada y que ha significado para la historia
occidental uno de los males endémicos.
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