miércoles, 11 de julio de 2018

NIETZSCHE: EL FILÓSOFO ICONOCLASTA (1)


Si los iconoclastas eran una secta que, etimológicamente y realmente, se distinguieron por ser “rompedores de imágenes (sagradas)”, Nietzsche sería el “filósoclasta a tiempo completo” ya que no deja títere con cabeza ni de los filósofos anteriores a él ni de sus filosofías respectivas (vamos a exceptuar a Heráclito y su “todo se mueve, todo cambia, el ser no es, lo que realmente es es el no ser,…)

Quizá por eso él mismo dice: “Yo no soy un hombre, soy dinamita” (y todos sabemos cuál es la finalidad y el objetivo de la dinamita).
Y, además, “contra todo lo creído, exigido, santificado”

Sus dos grandes “iconos” a destruir, con su “dinamita” son: 1.- La Metafísica, y 2.- La Moral judeo-cristiana.

En ambas están contenidas todas las demás destrucciones, aunque pudiera uno preguntarse si una vez destruida la Metafísica lleva ya implícita la otra destrucción.

La Metafísica a destruir es la base de todos los valores que han guiado el devenir histórico y cultural de Occidente.

Hay que derribarlo todo no por el afán destructivo sino para dejar despejado el solar y poder construir en él una nueva valoración (su “transvaloración” en base a la vida y no a la razón.

¿Por qué su aversión absoluta al cristianismo y a los cristianos, a los sacerdotes, a la Iglesia como institución, al Dios cristiano en una forma desmedida y brutal?

DESTRUCCIÓN DE LA METAFÍSICA: CONTRA EL PLATONISMO.

Además el ataque a la Metafísica lo realiza de una manera vivaz, altanera, provocadora, martilleante, con un sadismo lúdico al considerarla “el mayor peligro, el mayor error, la mayor mentira”.

Puesto que el mundo inteligible no existe, el hombre moral no está más cerca de él (aunque se lo crea) que el hombre físico.

Va recorriendo la historia con su martillo del conocimiento y va derribándolo todo, convirtiendo el martillo en un hacha que corte la raíz de “la necesidad metafísica de la humanidad”

Platón y Kant son sus dos iconos más destacado a destruir, “dos momentos del desarrollo de la idea” enmarcados ambos en un concepto: “Platonismo”.

El término “platonismo” no se refiere a Platón, a los platónicos y neoplatónicos, sino que se refiere a un esquema de pensamiento, a una forma de interpretarlo todo, desde el mundo hasta el hombre, así que “platónicos” han sido todos los filósofos y todas las filosofías prenietzschenas, siendo Kant uno de esos “platónicos” convertido en diana de los dardos de Nietzsche.


Todos recordamos el Mundo de las Ideas de Platón, que es el mundo real, y no este mundo material de seres, vivos y/o muertos, y que no son más que copias o participaciones imperfectas de la Idea perfecta.
Y todos recordamos el “fenomenon” y el “noumenon” kantiano.

Ese (este) “platonismo”, que se desarrolla históricamente, va impregnándolo todo: la concepción del hombre y del mundo, la concepción de la vida no como fin y meta a vivir sino como paréntesis, preparación, escalera para que, algún día, podamos ascender a la auténtica realidad, que es ultramundana, por lo que esta vida, este hombre, este mundo,…son algo despreciable en comparación con la vida de ultratumba que nos espera, y que es perfecta, eterna, definitiva.

“Platonismo” no como la doctrina de Platón, sino como un sistema de pensamiento englobador de todo aquello que “se considera necesario saber”  en Occidente.
Ese mundo de las ideas que va de la mano de la metafísica y de la ética, que se extiende a la sociedad y a la política y que engarza con la teoría estética.
La Verdad, el Bien, la Belleza,…todos los valores encadenados y de la mano, el Ser ante el que todos los pensadores occidentales han terminado postrados, mintiendo de la mejor manera que pueden mentir los filósofos: “Creyendo en la Verdad

Esta creencia fundamental de los filósofos ha detenido el avance de la humanidad, ha bloqueado la puerta del futuro, sembrando cizaña en el hombre y dando de digerir a la intelectualidad culta occidental la fe en algo milenario, disimulada a través de telarañas conceptuales que han ocultado siempre la verdad clara y desnuda.
La intención era engañarse de manera útil, inventando fórmulas y signos con cuya ayuda se redujo la multiplicidad desconcertante a un esquema práctico y manejable.

Pero se pone en juego una categoría moral: “ningún ser quiere engañarse, a ningún ser le es lícito engañar, en consecuencia: no hay sino una voluntad de verdad.
¿Pero “qué es la Verdad?

“El principio de contradicción” aportó el esquema: “el mundo verdadero, cuyo camino se busca, no puede estar en contradicción consigo mismo, no puede cambiar, no pueda devenir, no tiene ni ningún origen ni ningún final.

“Este es el error más que se ha cometido nunca, la verdadera fatalidad de error sobre la tierra: se creyó tener un criterio de realidad en las formas de la razón, siendo así que se las tenía para dominar la realidad, para malentender la realidad de una manera inteligente…”

Así, el Platonismo ha envenenado la vida en su multiplicidad y diversidad, ha pretendido crear unidad en la multiplicidad, ha debilitado al hombre durante siglos, haciendo de él un enano conceptual, ha generado sistemas para la mayoría, destruyendo la selectividad natural y al hombre del futuro.

“Ha invadido todas las esferas de la vida a través de la creación de valores colectivos, de la gregarización de los hombres”


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