“Nosotros, los nuevos, los
carentes de nombre, los difíciles de entender”
“El ideal de un espíritu que
juega, y juega ingenuamente, con todo lo que, hasta ahora, fue llamado santo,
bueno, intocable, divino,..No es sino peligro, decadencia, rebajamiento…”
Lo que para los vulgares es
excelso, para el genio es rastrero.
Aquí radica su odio al
pueblo, al pueblo bruto, ignorante, incapaz de sentir lo que él siente, de
percibir lo que él percibe.
La masa, la plebe, el
populacho que estira sus fauces, los esclavos, los resentidos, los
atormentados, los viciados.
En muchos de sus textos
expresa Nietzsche su desprecio por los hombres vulgares.
Pero ¿cuál es el verdadero
sentido y el alcance de esta crítica?
Lo que más odia Nietzsche es
la ignorancia del pueblo y en la medida en que el cristianismo y sus sucedáneos
(el sistema democrático y el socialismo) propenden a la nivelación de la humanidad,
a la “pretendida” igualdad de los hombres, podemos entonces decir que Nietzsche
desprecia toda la contemporaneidad civilizada, y ese siglo –el siglo XIX – como
el siglo del pueblo y máxime el siglo XX como culminación del proceso de las
ideas modernas y el aplebeyamiento logrado por la Revolución Francesa.
Es cierto que la ignorancia
del pueblo es el abono ideal y la tierra fértil para la dominación de los
señores y es cierto que nada hay más grato para los pobres, desheredados,
inferiores,…que oír la cantinela de que nadie es más que nadie, que todos somos
iguales,…(el lecho de Procusto).
Nietzsche se considera fuera
del pueblo, fuera y superior a la masa, diferente (y no igual), como fuera del
tiempo, fuera del lenguaje, fuera de la plebe.
Él es un Inmoral, un espíritu
libre, un hombre superior, un anticristo, alguien devenido libre, por eso cree
que puede hablar, que tiene poder para expresar lo más grande que se haya
podido expresar a la humanidad.
“Yo trazo en torno mío
círculos y fronteras sagradas; cada vez es menor el número de quienes conmigo
suben hacia montañas cada vez más altas; yo construyo una cordillera con
montañas más santas cada vez”.
Por eso puede pedir que
perezca el hombre para que pueda surgir el superhombre, puede convocar a la
humanidad a que siga otros caminos, a que escoja otras rutas, puede legislar
para el futuro y “operar sobre milenios como si fuesen cera”
Él es el gran Liberador de
Occidente, la voz más profunda del espíritu europeo, un “destino”
(Freud diría que “narcisismo
ilimitado”)
Ante esta filosofía, todas
las filosofías y todos los filósofos, pasados, presentes y futuros, resultan
pálidos, garrapatean sólo conceptos sobre la realidad o, incluso, retoman
muchos de sus pensamientos abismales.
“La Moral Cristiana ha sido, hasta
ahora, la Circe
de todos los pensadores, éstos se hallaban a su servicio”
¿Quién, antes de mí, ha
penetrado en las cavernas de las que brota el venenoso aliento de esa especie
de ideal?
¿Quién se ha atrevido,
siquiera, a suponer que son cavernas?”
Todos los anteriores a
Nietzsche pueden ser declarados sólo moralistas, remedos de sacerdotes,
tejedores de arañas conceptuales –al estilo de Hegel -, cristianos alevosos –al
estilo de Kant- o cristianos prematuros, al estilo de Platón.
Una de las mayores
aportaciones de Nietzsche es la ruptura con la tradición del Yo y del Ser,
ruptura con una de las creencias más fuertemente tenidas en Occidente durante
25 siglos.
No ceja de criticar las tres
doctrinas: La doctrina del Ser, de los antiguos; la doctrina del Alma de los
teólogos cristianos, la doctrina del Yo, de los modernos.
Destruye para construir pero
para que el nuevo edificio surja (su filosofía) tiene que forzar el lenguaje,
único vehículo de expresión que existe, forzándolo a que exprese lo que no
puede expresar, haciendo estallar los conceptos, forzando las palabras de mil
maneras, sugiriendo, ocultando, en un juego metafórico que rompe los límites
entre el discurso filosófico y el discurso poético y, también, callando cuando
lo que quiere expresarse no puede expresarse.
“Puede ser altura del alma el
que un filósofo calle”
Porque también el silencio
habla de múltiples maneras y no siempre podemos estar prisioneros de las
palabras.
Los filósofos deben aprender
a callar porque, a fin de cuentas, el que más habla es el pueblo que, incluso
se manifiesta escribiendo en los periódicos.
Nietzsche odiaba los
periódicos, que reproducían, en el día a día, la banalidad de la época, “la
bilis del sistema”.
¿Qué pensaría hoy Nietzsche
ante esta aldea global informática en que se ha convertido el mundo,
manipulando a las masas a través de informaciones totalmente interesadas,
creando y esparciendo ideologías de otros pero acarameladas para llevarse al
huerto a las mayorías ignorantes?
Es cierto que cada uno tira
de una cita de Nietzsche para justificar sus ideas y/o sus conductas, porque lo
que ocurre con la obra de Nietzsche es lo que ocurre con el evangelio, hay
citas para todos los gustos.
“Pero no he encontrado hogar
en ningún sitio: un nómada soy yo en todas las ciudades y una despedida junto a
todas las puertas”
“Ajenos me son, y una burla,
los hombres del presente, hacia quienes no hace mucho me empujaba el corazón; y
desterrado estoy del país de mis padres y de mis madres”
“Por ello amo yo tan sólo el
país de mis hijos, el no descubierto, en el mar remoto: que lo busquen
incesantemente ordeno yo a mis velas”
“En mis hijos quiero reparar
el ser hijo de mis padres: y “en todo futuro, este presente”.
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