4.- REPROCHES DE FLORIA
EMILIA
Las autobiografías, por su
misma esencia, no pueden ser totalmente neutras, o neutrales. La pesada carga
de los autoprejuicios con que se va pertrechado desviará, hacia un lado o hacia
otro, la justa medida.
Suelen magnificarse o
minimizarse diversos aspectos o acontecimientos.
Por lo que una de las maneras
de acercarse a una biografía es contrastarla con lo que del autobiografiado
afirma de sí o de los demás quien lo conoce bien.
Es el caso que nos ocupa.
Floria Emilia, que lo conocía
muy bien por haber sido su compañera fiel, su amante amantísima, la madre de su
hijo,… y que había convivido con él durante mucho tiempo, contrabiografiará
(¡perdón por el “palabro”¡) la autobiografía de San Agustín haciéndole ver lo
que él no ve o no quiere ver o no puede ver, haciéndole reconocer lo que no se
atreve a reconocer, poniendo las cosas en un punto más cercano a la verdad.
La “contrabiografía” de
Floria Emilia moderará la “autobiografía” de San Agustín, en sus Confesiones.
Es una manera de
contrarrestar magnificando lo minimizado o minimizando lo magnificado.
Es equilibrar, en parte, la
balanza.
Floria le reprocha a Agustín
que de las Confesiones se siga que “él
descendió tan bajo que cultivó la amistad de una mujer”.
Ella no puede creer en un
Dios que destroza la vida de una mujer (arrebatándole su amor y a su único
hijo) con el fin de salvar el alma de un hombre.
Y siente miedo ante lo que
puedan hacer algún día los hombres de la Iglesia a una mujer como ella, a una mujer que ha
quedado reducida a tentación, hombres que piensan que Dios ama más a los eunucos
y castrados que a los hombres que aman a una mujer.
Ella no cree que Dios haya
creado al hombre para que se castre ¿Por qué, pues, lo creó con testículos? ¿Es
que se equivocó, en su creación, y el varón creyente viene a arreglar el
desaguisado? ¿Es que no es eso una herejía?.
Ni que la consideración del
Nazareno respecto de las mujeres fuera precisamente ésa. El Nazareno fue un
hombre justo con las mujeres. Son “los teólogos” los que han desarrollado en la
primitiva Iglesia una actitud machista (sobre todos, Tertuliano).
Para Floria, es imposible
separar el alma de lo sensible y lo sensible del alma.
Es imposible discernir entre
cuerpo y alma.
Somos cuerpos animados, con
alma o almas corporeizadas.
Además, “si estas realidades (las sensibles) no tuvieran alma, no
constituirían objeto de amor”.
Desde su perspectiva, Agustín
en sus Confesiones se vanagloria ante Dios de la profundidad con que
es capaz de despreciar toda su creación, en una posición que recuerda el
maniqueísmo y su doctrina de una maldad intrínseca del mundo.
Pero en opinión de Floria no
es más que soberbia el rechazo de la vida con todos sus placeres terrenales, a
favor de una hipotética existencia eterna, que tal vez no sea más que una
abstracción.
A este respecto recuerda, erudita,
y ya filósofa, la crítica de Aristóteles al mundo platónico de las Ideas.
Lo que a ella le parece
condenable no es el amor de la carne, sino el rechazar ese amor y esa ternura,
como ahora hace el obispo de Hipona Regia.
Floria no se corta y arremete
contra los teólogos, a los que supone perdidos en un laberinto que es la
contrapartida de la caverna platónica:
-“Teólogos… “¡Qué profesión más miserable! ¿Cómo
es posible que lo pequeño pueda ocuparse de lo grande? ¿Cómo es posible que la
obra defina al maestro? ¿Cómo puede una obra decidir dejar de funcionar como
tal?”.
Arremete también contra una teología que le
parece más primitiva que la pagana, al suponer la existencia de un Dios
vengativo, que manda a los eternos tormentos del infierno a quienes no sigan
estrictamente sus supuestas indicaciones de continencia extrema y de desprecio
por la relación de ternura y amistad entre los sexos.
“¡Donde hay más ingenio, honorable obispo –escribe con
ironía-, suele haber menos amor!”.
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