Pero, por la castración, no
podía darle una relación normal de pareja, lo que hundía más su autoestima,
porque es sabido que, históricamente, la hombría yace en la potencia sexual,
“Si tu tío, al castrarme, me
hubiera quitado también el deseo de amarte, pero tanto más violentos son mis
deseos cuando menos satisfechos pueden ser”.
“¿Qué no hice para olvidarte?,
pero la ausencia, la distancia, los ayunos, los estudios, el silencio y la
plegaria de nada sirvieron más que para proporcionarme el placer de ser amoroso
mártir tuyo…”
“Siempre te encuentro entre
Dios y yo”.
Le confiesa Abelardo que por
celos, no siendo que ella, al no poder él darle lo que todo hombre da a su
mujer, se enamore de otros hombres, “preferí perderte más que dividieses con
otro tu afecto. Así dejé de profesar hasta que lo hicieras tú, no siendo que,
si no lo hacías, podía seguirte dondequiera que fueres…o ser tu verdugo si me
hubieses sido infiel”
Un anti-Agustín.
Un librepensador que apela
siempre a la conciencia personal, adelantándose a Lutero.
Amar por amar, sin otra meta,
sin ningún interés, y para eso no hacen falta ni juras ni jueces con sus matrimonios.
Es la mística del “amor
cortés”, un amor altamente sexualizado y, a la vez, altamente espiritual.
Eloísa prefiere el amor al
matrimonio, la libertad a la alianza, y para ello no hacen falta papeles.
“Cortesana a tu lado, antes
que emperatriz al lado de Augusto”
Eloísa entiende que el
matrimonio esclaviza al filósofo y le impide entregarse a las tareas
intelectuales, por eso lo rechaza, pero sigue amándolo igual, incluso se
pregunta si puede existir un amor verdadero entre personas casadas, es la
“erótica cortés”
“Bien lo sabe Dios, nunca he
buscado en ti más que a ti mismo. Sólo a ti te deseaba, no lo que te pertenecía
o representas”
“Temo más ofenderte que
irritar a Dios” porque no cree en un Dios que…como Floria Emilia, un Dios que no
pide sacrificios porque no los necesita.
¿No dice Dios: “misericordia
quiero y no sacrificios”?
¿Es que Dios no es Amor y se
define como Dios del amor?
“Dios no puede suplir el amor
que te tengo, amado mío”, “Nunca abjuraré del amor que te profeso. Soy tu mujer
y lo que Dios ha unido…”
Abelardo muere a los 60 años.
Cementerio.
“A su lado otra tumba se
excavará –dice Eloísa- para albergar mi cuerpo, una lápida en la que diga:
“Aquí yacen sepultados dos amantes, a los cuales el infortunio y la gloria
aparejaron igualmente”
La lápida que cubre la tumba
de los dos amantes tiene esculpidas dos imágenes yacentes, la de Eloísa y la de
Abelardo, la mano derecha de él se extiende hacia la mano izquierda de ella,
tienen los rostros vueltos el uno hacia el otro, mirándose.
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