ABELARDO Y ELOÍSA. ALGO MÁS
QUE DOS AMANTES.
EL AMOR EN LOS FILÓSOFOS.
Son muy pocos, fuera de los
círculos filosóficos, quienes conocen la filosofía de Abelardo, sobre todo en
el problema de los “universales”.
Si “el hombre” no existe,
porque sólo existen los hombres concretos (Pedro, Antonio, Juan,…) ¿Por qué
decimos de éstos que son hombres? ¿Qué tienen en común para poder denominarlos
con el mismo término “hombre”?.
Aunque Abelardo, además de
filósofo fue teólogo, poeta y monje.
Abelardo y Eloísa han pasado
a la Historia ,
más por sus famosos y escandalosos amores que, según hemos escrito arriba, por
la importancia que las teorías de Abelardo pudieran tener en los campos de la
filosofía o la teología
Es más, éstas han quedado en
un segundo plano frente a su relación pasional.
Su historia acaecida en el
siglo XII, siempre fue conocida, pero con el movimiento romántico cobró gran
protagonismo y éste, naturalmente, hacía hincapié sobre todo en la parte más
azarosa del romance; sus cartas, que ya tenían cierto predicamento, ante este
nuevo interés, se popularizaron y fueron profusamente leídas junto con su
historia y sería estudiada y publicada cobrando gran relevancia.
Con el paso del tiempo el
interés ha ido decayendo y hoy día su recuerdo, excepto para los interesados en
el tema, ha quedado reducido a la popularidad de unos indeterminados amoríos.
Un buen ejemplo es el caso de
las parejas más famosas del medioevo: Laura y Petrarca; Dante y Beatriz; Romeo
y Julieta, Abelardo y Eloísa…, y más
cercanos a nosotros, Calixto y Melibea, Los amantes de Teruel,… (Y, seguramente
muchos más).
No se sabe quién fue LAURA,
ni siquiera se sabe si realmente existió. Algunas versiones afirman que sí,
pero que ya estaba casada cuando Petrarca la conoció.
Otras versiones, conscientes
de cuánto ambicionaba Petrarca ganar la corona de laureles otorgada a los
poetas famosos, indican que “Laura” no es otra cosa que una abstracción de la
palabra “laurel”.
“BEATRIZ”, proveniente del
vocablo latino “beata”, también es un símbolo: identifica a la salvación
cristiana.
Dante vio por primera vez a
Beatriz Portinari cuando ambos tenían nueve años.
Desde ese día toda su vida
literaria (incluida su obra maestra: La divina comedia) giró en torno a
Beatriz, a pesar de que la vio pocas veces, ambos se casaron con personas
diferentes, y ella murió a los 24 años de edad.
Es un hecho atroz: dos de las
más famosas parejas de amantes medievales no fueron amantes, no se tocaron un
dedo, nunca hicieron el amor.
La historia de amor de Romeo
y Julieta la conocemos por activa, por pasiva y por perifrástica (activa y
pasiva)
Pero el cuarto caso, el de
los amantes más desgraciados de todos los tiempos, es una historia de
amor-horror tan intenso, que pocas veces puede recordarse sin espanto.
ABELARDO Y ELOÍSA.
Pocos conocen la verdadera
historia y trascendencia que la cuestión tuvo para ellos condicionando el resto
de sus vidas.
La importancia de la figura
de Pedro Abelardo como filósofo y teólogo es una cuestión a debate, para unos
fue un innovador y para otros no pasa de la mediocridad, aunque se le reconoce
una cierta importancia respecto de algunas cuestiones, como “el problema de los
universales” (ya antes citado).
El filósofo considerado un
peripatético medieval tenía el gran don de la elocuencia destacando sobre todo
en la dialéctica; se da también cierta importancia a algunas de sus teorías sin
concederle la trascendencia que algunos han querido atribuirle al considerarle
el Descartes de su época o el predecesor de Rousseau, Lessing o Kant.
Para estos últimos la
filosofía medieval tiene otros nombres que no conviene olvidar tan
significativos como los de Juan Escoto Erígena y, sobre todo, San Anselmo a los
que se consideran los verdaderos pilares de las innovaciones del pensamiento
medieval.
Otro aspecto en el que se
destaca su actividad es en la lírica considerándole uno de los grandes
trovadores de la época, a lo que ayudó sin duda el episodio de sus amores
con Eloísa.
Al parecer era un gran poeta
lírico y un excelente músico, de esta forma sus composiciones se hicieron
famosas y populares; son canciones de tema amoroso aunque algunas de ellas
fueran escritas mucho antes de su relación con Eloísa.
Se cuenta que componía letra
y música con el fin de que las pasiones que las animaban se comunicasen por dos
sentidos: la vista, al leerlo, y el oído, al escucharlo.
Al decir de algunos,
pronto se convirtieron en el entretenimiento de los literatos, las delicias de
las mujeres o el idioma secreto de los amantes.
Se le consideraba un
conquistador de corazones femeninos, sería como el Don Juan de su época.
PEDRO ABELARDO había nacido
en el año 1079, en el seno de una familia noble de la Bretaña menor. Su padre,
Berenguer, controlaba la zona y sus posesiones desde su castillo feudal en la
ciudad de Le Pallet, próxima a Nantes y, como todos los señores de la época,
ejercía el oficio de las armas aunque había recibido cierta educación en su juventud
y decidió no privar de ella a sus hijos.
Pedro, el primogénito,
seducido por las Letras y el estudio cedió sus derechos de progenitura sobre
tierras y vasallos a su hermano menor y dedicó su vida al aprendizaje y
posterior enseñanza de la
Filosofía y de la
Teología , única profesión liberal de la época.
Se apasionó por el estudio,
renunció a las glorias militares (aunque era muy diestro en la esgrima) y se
entregó a la dialéctica, el arte de la guerra intelectual, que seducían mucho
más que los combates de las armas.
Mientras los trovadores
pugnaban por triunfar en los castillos, con sus canciones y su música, los
filósofos acudían a las Escuelas para dominar la Dialéctica , el arte de
vencer con la palabra a sus oponentes.
Pasando así a convertirse en
Pedro Abelardo (en realidad, él se llamaba sólo “Pedro”) lo de “Abelardo”
proviene de la palabra “Habelardus” (abeja francesa), en recuerdo y
como diferencia de otro escritor de la Antigüedad llamado “Abeja Ática”, y que fue
el que unió al estudio de San Agustín y
de otros Padres de la Iglesia
a algunos de clásicos como Cicerón.
Anheloso del saber, frecuentó
escuelas y después de dominar el Trivium y el Quadrivium, y con
veintiún años se dirigió a París donde se encontraban las más famosas escuelas
de la época.
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