PERO los hombres vivían dispersos y no existían las ciudades,
por lo que, al vivir aislados eran atacados por las fieras. Y es que poseían
las técnicas para la supervivencia, pero aún le faltaba el arte de la política,
les faltaba la convivencia, por lo que se atacaban unos a otros y no eran
capaces de fundar ciudades.
La vida social era aún imposible porque a los hombres les
faltaba la única virtud que la hacía viable: el sentido político, que a
Prometeo ya no le dio tiempo de robárselo a Zeus (pero sí que se dio cuenta,
pero no pudo)
Esta carencia es decisiva, porque sin el arte de la política
y el arte de la guerra, que le es inherente, la humanidad no sabe defenderse
colectivamente, ni incluso convivir. El hombre, a la larga, sería sólo “un lobo
para el hombre”
A la técnica industrial se va a añadir la técnica social.
De “homo faber” el hombre se
va a convertir en “homo politicus”, en “zoon politicon”, en “animal social”.
Zeus, entonces, temió que sucumbiera toda nuestra raza y,
para solucionarlo, les envió a Hermes, el dios de la comunicación, para que les
trajera, les diera el sentido moral, el pudor (la vergüenza), y el sentido de
la justicia.
Y es que la justicia dicta la ley y el pudor, la vergüenza,
respeta las prohibiciones. Todos sabemos de la vergüenza que sentimos cuando
somos pillados in fraganti haciendo algo prohibido. Sólo así podría haber orden
en las ciudades y surgir la convivencia y la amistad entre los hombres.
Hermes le preguntó a Zeus cómo quería que repartiera dichos conocimientos del sentido
moral y de la justicia.
¿“Los reparto como están repartidos los demás conocimientos?.
Es decir que uno sólo domine la medicina y este médico, solo, vale para curar a
todos los demás hombres, y lo mismo las otras profesiones (albañiles,
pescadores, agricultores, flautistas….unos cuantos valen/sobran para hacer
casas, pescar y ofertar peces, o lechugas o entretener al público con la
música. Algunos tienen esas cualidades y les sirven a todos los demás).
“¿Reparto así la justicia y
el sentido moral en algunos hombres o se los reparto a todos”?.
-“A todos” – dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Si no se
hace así no habrá ciudades, pues si sólo los poseen unos cuantos no surgirán
las comunidades…. No todos serán herreros o flautistas, pero todos deben ser
ciudadanos. La política, la ciudadanía, es un asunto de todos.
Y como cada uno tiene ya su parte, todos pueden -herrador y
zapatero incluidos- participar al mismo nivel en la vida pública y contribuir a
su desarrollo armonioso. La democracia es posible
“Además, -dijo Zeus-
imponles una ley de mi parte: que al incapaz de participar del honor y la
justicia, lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad”.
(Platón. Protágoras).
Prometeo les había aconsejado a los hombres que se llevaran
bien con los dioses, que les hicieran sacrificios, porque éstos les eran muy
gratos a los dioses.
En un principio, como decíamos, hombres y dioses vivían
juntos y se reunieron en Mecone para celebrar, en común, un sacrificio,
apareciendo en él los hombres representados por el Titán Prometeo. El
sacrificio mítico, como el sacrificio real, que constituía la pieza básica de
la religión griega, era el sacrificio sangriento de un animal, el buey de
labor. Y será en el episodio de Mecone en donde se establezcan las reglas que
van a dictar la realización del mismo.
Una vez ejecutado el buey, tras hacerlo llegar al altar en
una procesión y haberle adornado sus cuernos y tras haber logrado de él un
signo de asentimiento a su propio
sacrificio haciéndole bajar la cabeza al ofrecerle una cesta de grano (si son Uds.
aficionados a los toros saben qué es eso de la humillación del toro para poder matarlo).
Una vez muerto el toro se procede a la división de su cuerpo.
Y Prometeo, el amigo de los
hombres, hace dos partes. En una de ellas coloca todos los huesos del buey pero
cubiertos con su grasa (las mantecas) y en la otra sus carnes pero cubiertas
por la piel del animal.(Lo normal no es así, la peor parte son los huesos ,
tapados con la piel y la mejor la carne cubierta con la manteca).
Prometeo le da a elegir a Zeus qué parte desea. De nuevo lo
quiere engañar, no tanto para él como para beneficio de los hombres.
Zeus, que es consciente del engaño, adrede, escoge, sin
embargo, la parte de la grasa (con los huesos debajo, no la carne), pero
encolerizado, cabreado, por el nuevo intento de engaño de Prometeo, decide
arrebatarle a los hombres el FUEGO, por lo que no podrán ni calentarse ni asar
o cocer la carne. ¿La van a comer cruda?.
Prometeo, a su vez, que no le tenía miedo a los dioses,
consciente de lo que le va a ocurrir a los hombres, desnudos, descalzos, sin
colmillos potentes para rasgar la carne cruda y dura, no duda en robar el fuego
del dios Hefesto o Vulcano, llevándolo en una férula, en el hueco de una caña y
se lo da de nuevo a los hombres.
Pero la historia no acaba aquí, porque entonces Zeus les
encarga a los dioses artesanos Atenea y Hefesto que construyan un ser de apariencia externa agradable pero de un
interior funesto, nefasto, que será la causa de las desgracias del género
humano.
Ese ser será Pandora, la primera mujer, que le es ofrecida, a
Prometeo. Pero como éste es muy prudente, sospecha que es una trampa de Zeus y
la rechaza. Entonces Zeus recurre a
Epimeteo, el hermano de Prometeo. Y Epimeteo, que se queda prendado de tanta
belleza y tantos dones, cualidades, perfecciones, la toma como esposa.
Con Pandora las mujeres pasan a formar parte del género
humano y con ella se introduce el sexo que, como dice Hesíodo, puede ser muy
peligroso para los hombres, puesto que en el verano, en el tiempo de la
canícula, cuando los hombres están más débiles y las mujeres más ardientes,
éstas pueden llegar a agotar sexualmente a los hombres.
Con Pandora, además del sexo, también llega la reproducción:
nacerán hijos, que serán bocas para alimentar, y todo esto ocurre en un mundo
rural, marcado por la crisis agraria, como es el mundo en el que vive Hesíodo.
Y con Pandora llegará, además del sexo y los hijos, la
escasez, el trabajo y la muerte.
Pandora, pues, es un regalo engañoso, que actúa como
contrapartida al regalo engañoso ofrecido por Prometeo a Zeus. (por lo del
toro, la carne y los huesos) y por el robo del fuego.
Pandora, dada a cambio del fuego, contiene en su interior el
mismo fuego que Prometeo había robado a los dioses.
Zeus se habría dicho, para sus adentros. ¿Quieres fuego,
Prometeo,?, pues toma fuego, pero fuego elevado a la enésima potencia. Fuego
representado en la mujer. Fuego al que te vas a arrimar a calentarte y que vas
a salir abrasado. La mujer es fuego, concentrado en su vientre, que come (por
lo que tú tendrás que trabajar para dos), que desea practicar sexo, porque es
ardiente, y te vas a debilitar, te vas a consumir, y que, además va a engendrar
hijos, para los que también tendrás que trabajar, y tendrás que multiplicarte
por cinco, por diez o por doce.
¡No querías fuego¡, Prometeo, pues ¡Toma fuego!
Eso es la mujer, “sólo vientre”, que come, que folla
(perdón), que pare. Ella será la perdición del varón. Por ella llegará la
necesidad y la escasez y el trabajo multiplicado para el varón.
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