“Media España ocupaba España
entera” - dice el poeta Gil de Biedma.
Y yo sé que a la mente de
muchos lectores ha acudido el verso de Machado: “Españolito que vienes /al
mundo. Te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”.
Y también sé que lo que han
hecho muchos de los lectores de estos versos es una lectura en clave política.
Nuestra “incivil guerra civil”
viene enganchada a todo lo anterior.
El levantamiento, ilegal, de
media España contra la otra media España republicana y legal.
Los rojos y los azules.
Los republicanos y los
nacionales (como si los republicanos no amasen a su nación, a España).
Los ateos marxistas y los
católicos sublevados.
Como diría nuestro filósofo
Julián Marías: “Los justamente vencidos y los injustamente vencedores”.
Pero yo quería escribir en
clave humana.
La media España, masculina,
ocupando la España
entera.
¿Dónde, pues, la otra mitad,
femenina?
¿Por qué media España
sometida a la otra media España machista?.
Yo debería estar en esa media
España machista, porque yo también fui víctima de un sistema educativo,
religioso y social que nos fue horadando la mente con el machaqueo constante de
que la mujer no sólo era desigual al varón, sino también inferior.
“Durante siglos, desde la Religión , desde la Filosofía , incluso desde
la Ciencia y
desde la Política
se ha defendido la idea, y se ha puesto en práctica la acción, de que la mujer
era un ser inferior, unas veces por voluntad divina (la mujer como complemento
del varón), otras por imperativo de la naturaleza (la mujer como ser
imperfecto, inacabado, inmaduro, menor de edad).
Unas veces desde la ciencia
(la capacidad craneal, el flujo menstrual,…) otras veces desde la política (excluyéndola
de toda acción en el terreno público).
La mujer, recluida en el
ámbito privado, con el hipócrita eufemismo de “reina de la casa”, cuando en
realidad era la “esclava del hogar”, cuidando no sólo de la casa, (limpia,
barre, friega, compra, cocina, lava, plancha…) también de los niños (educación,
estudios, médicos, colegio,…) y de los viejos (cuida, limpia, acompaña….) y,
por si fuera poco, teniendo que estar a disposición del marido, por aquello de
“el débito conyugal”.
Sólo en los últimos años, y
sólo en el mundo occidental, la mujer ha reconquistado lo que durante toda la
historia (no digamos de la prehistoria) se le ha conculcado.
La mujer no está ganando
nada, está recuperando lo sustraído.
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