A VECES JUDÍO Y A VECES
GENTIL, A VECES FEMINISTA Y A VECES MACHISTA, SÍ PERO NO, NO PERO SÍ.
TITUBEANTE.
Lo que es indudable es la
importancia que supuso para el desarrollo posterior del Cristianismo.
A San Pablo hay que
entenderlo no desde la
Reforma Protestante , sino desde su contexto real y su
estrategia en su tarea de implantación y
difusión de las primeras comunidades cristianas.
Y es que San Pablo entiende
de una manera ambigua la relación del cristiano con el mundo.
Se mueve entre la “secta”,
que se encierra en sí misma y es hostil al mundo y la “Iglesia” que se abre y
hasta se acomoda a él.
Por una parte habla en plan
sectario, con un lenguaje afectivo, subrayando las relaciones internas entre
los miembros de la comunidad y así crea como un muro contra “los de fuera” para
no ser contaminados; pero por otra parte le preocupa lo que los de fuera puedan
pensar y lo que podrían descubrir en la comunidad.
Por ejemplo, en plan
“sectario”: “cuando tengáis diferencias entre vosotros…¿no hay entre vosotros
ningún prudente, capaz de ser juez entre hermanos?..... ¿Pleitea el hermano
contra el hermano ante (tribunales) infieles?” (I Corint. 6, 1-6), y a la vez
echa un puente para que sea posible su relación con la sociedad pagana (por
ejemplo, en la cuestión de los matrimonios y la participación en banquetes con
carnes sacrificadas).
Esta ambigüedad, decir sí y
no al mismo tiempo, es lo que facilitó que la posterior tradición paulina se
bifurcase en direcciones opuestas, los que toman el camino del SÍ, y los que
toman el camino del NO.
Esta ambigüedad se refleja en
el tema de la mujer.
El matrimonio como
reciprocidad total varón-mujer y el celibato como subversión del orden
patriarcal.
En la comunidad de Corinto
había dos tendencias opuestas tanto en el problema de las mujeres como en el de
las relaciones entre los sexos, que iban desde tendencias ascéticas que, al
parecer, negaban el matrimonio, hasta tendencias libertinas para las que toda
promiscuidad sexual era lícita.
“Es ya público que entre
vosotros reina la fornicación, como ni entre los gentiles, pues se da el caso
de tener uno la mujer de su padre”(I Cor, 5, 1-8).
“Todo me es lícito”, pero no
todo conviene….Los manjares para el vientre y el vientre para los manjares…
Lean, atentamente, este texto
del segundo Pablo.
“Yo os digo que el cuerpo no
es para la fornicación…¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?,
¿y voy yo a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una
meretriz?. ¿Y no sabéis que quien se allega a una meretriz se hace un cuerpo
con ella?...(I.Cor. 6, 12-20). “Pues bien, quiero que sepáis que la cabeza de
todo varón es Cristo, y la cabeza de la mujer es el varón, y la cabeza de
Cristo es Dios. Todo varón que ora o profetiza con un velo por la cabeza,
deshonra su cabeza. Y toda mujer que ora y profetiza descubierta su cabeza,
deshonra su cabeza, es como si se rapara. Si una mujer no se cubre, que se
rape. Y si es indecoroso para una mujer cortarse el pelo o raparse, que se
vele.
El varón no debe cubrir la
cabeza, porque es imagen y gloria de Dios, mas la mujer es gloria del varón,
pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón; ni fue creado el
varón para la mujer, sino la mujer para el varón. Debe, pues, llevar la mujer
la señal de la sujeción por respeto a los ángeles. Pero ni la mujer sin el
varón ni el varón sin la mujer, en el Señor. Porque así como la mujer procede
del varón, así también el varón viene a
la existencia por la mujer. Y todo viene de Dios. Sed vosotros jueces: ¿Es
decoroso que ore a Dios descubierta la mujer?. ¿Y no os enseña la misma
naturaleza que el varón se afrenta si deja crecer su cabellera mientras que la
mujer se honra dejándosela crecer?. Es que el cabello le ha sido dado por velo.
Si a pesar de esto alguno gusta de disputar, nosotros no tenemos tal costumbre,
ni tampoco las iglesias de Dios” (I.Cor. 11, 2-16)
Aquí tenemos una mezcla del
Pablo judío, ateniéndose al Génesis y a la creación del varón y la mujer, y el
Pablo cristiano, que promueve unos valores nuevos y alternativos. Es el ya
famoso problema del velo, que para algunos, (y parece lo más lógico) es una
interpolación.
Por
una parte se quiere romper con las convenciones sociales, por otra parte “os alabo de que os acordéis de
mí y retengáis las tradiciones que yo os he transmitido”
Se
pone de manifiesto la ambigüedad, porque hay mujeres que no llevan la cabeza
tapada, incluso llevan el pelo suelto. Y esto es un problema, porque la forma
de vestir y el porte en general tienen un alto valor simbólico. Pero las
mujeres corintias rompían las convenciones sociales y expresaban su conciencia
de libertad e igualdad, es decir ellas eran consecuentes con lo que le habían
enseñado, que “en Cristo no hay varón y hembra” (Gál, 3, 28).
Pero
esto chocaba y escandalizaba a los no cristianos, a los que Pablo quiere que se
le admitan a las reuniones para que conozcan a la comunidad” (Gál 14, 23).
Entonces
quiere que se respeten las convenciones
sociales y que las mujeres se cubran la cabeza. Y para apoyar su argumento echa
mano del Génesis, que hemos visto antes. Admitiendo una subordinación natural
de la mujer al varón, y que la mujer se ponga el velo (es el Pablo judío).
Pero
a continuación sale el Pablo cristiano, “ni la mujer sin el hombre, ni el
hombre sin la mujer.
Reconoce,
desde un punto de vista cristiano, la igualdad radical de los sexos pero les
exige, a las mujeres, prudencia y que no hagan ostentación de su libertad, con
un comportamiento externo que planteaba graves problemas a la comunidad, quizá
no tanto en su vida interna, como en sus relaciones con la sociedad.
Les
pide a las mujeres flexibilidad y sumisión a determinadas normas patriarcales.
Por
lo tanto, la ambigüedad: sí pero…..
¿Cómo
va a ser desarrollada esta ambigüedad en la tradición posterior, que lleva su
nombre?.
Porque
es que el velo es lo que esconde, lo que protege, lo que oculta, lo que hace a
uno (una) públicamente invisible, desconocida.
Uno
ve una mujer con velo, pero apenas sabe
qué mujer es y menos cómo es.
El
velo está asociado al anonimato, al silencio, a la modestia, que corresponden a
las mujeres.
En
la cultura cristiana esta tradición ha estado, simbólicamente presente hasta no
hace mucho y actualmente son las monjas las que lo siguen.
Hoy
“tomar el velo” es expresar la entrada en la vida religiosa.
¿Qué
opinan hoy las monjas de sus hábitos?.
¿Y
la jerarquía eclesiástica?
Al
problema del matrimonio le dedica todo el capítulo 7, que es un prodigio de
equilibrio.
Desarrolla
los tres pares (ya en Gálatas 3,28): “No
hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra porque
todos sois uno en Cristo Jesús”): judío-gentil, esclavo-libre, varón-mujer.
Pero
sobre todo éste último.
Pero
es curioso, dice (en I. Cor. 12,13):”Porque también todos nosotros hemos sido
bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya
judíos ya gentiles, ya siervos ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu”.
Ya
no aparece el tercer par: varón-mujer.
Y es
que Pablo se está dando cuenta de que el primitivo mensaje de libertad está
provocando unos movimientos muy problemáticos entre las mujeres. Y empieza a
usar un lenguaje más cauto.
Fíjense
en el siguiente texto (Colos 3, 9-11)… “Revestíos del hombre nuevo…donde ya no
hay griego y judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo,
libre, sino que Cristo es todo en todos”.
Tampoco
aparece el tándem varón-mujer.
Es
ya clásica la pugna Pablo-Pedro por lo de la fimosis (la circuncisión).
Porque
en este tema se jugaba Pablo la universalidad del cristianismo y la viabilidad
de su proyecto.
“¿Por
qué obligas a los gentiles a judaizarse?” (Gálatas 2,14).
Y
aquí no da su brazo a torcer.
“¿Ha
sido uno llamado en la circuncisión?. No disimule el prepucio. ¿Ha sido llamado
en el prepucio?. No se circuncide. Nada es la circuncisión, nada el prepucio,
sino la guarda de los preceptos de Dios. Cada uno permanezca en el estado en
que fue llamado”. (I.Cor.7, 18-20)
¿Pero
en el tema de la mujer?.
Pablo
proclama la ventaja de no casarse.
“Mi
deseo sería que todos los hombres fuesen como yo….Yo os quisiera libres de
preocupaciones…..El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo
agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo….”(Capítulo 7
entero, M.B.).
A
los jóvenes y a las viudas les recomienda que no se casen..
Al
aconsejar que no se casen no está en juego la renuncia al sexo sino la
liberación de las estructuras patriarcales.
El
ser no casado es el ser autónomo, libre, es estar emancipado, no dependiente.
Y
esto es una subversión del orden establecido, vigente.
El
Emperador Augusto había introducido una severa legislación sobre el matrimonio
para fortalecer la familia patriarcal tradicional.
Se
favorecía el alto número de nacimientos y de hijos, imponía sanciones y fuertes
tasas a los solteros; a las viudas sólo se les permitía que permanecieran sin
volverse a casar si pasaba de los cincuenta.
El
Emperador Domiciano reforzará, en el siglo I, aún más esta legislación.
Por
lo tanto, el consejo de Pablo de permanecer libre de los vínculos del
matrimonio era un ataque frontal a la
ley existente y a los valores culturales dominantes, sobre todo teniendo en
cuenta que se dirigía a personas de los centros urbanos importantes del Imperio
Romano.
¿Cómo
sonaría apostar y decantarse por el celibato en esas circunstancias?.
Dice
Epicteto, atacando a los epicúreos por no casarse: “!En el nombre de Dios,
¿Puedes imaginar una ciudad epicúrea?. Uno dice: “Yo no me caso”. “Ni yo
tampoco”, dice otro. “La gente no debería casarse”. “No tengas hijos, no
cumplas tus deberes de ciudadano”. ¿Qué te imaginas que sucedería entonces?.
¿De dónde vendrían los ciudadanos?, ¿Quién los educaría?. Trae un joven y
edúcalo según tus doctrinas. Tus doctrinas son malas, subversivas de la ciudad,
destructoras de la familia, malas para las mujeres. Renuncia a estas
doctrinas….”
Parece
una contradicción que para ser plenamente misionero uno tenga que ser célibe y
al mismo tiempo alabar a ciertos matrimonios misioneros tan buenos como él.
Por
una parte afirma las ventajas del celibato, pero cuando habla del matrimonio
reitera y subraya la reciprocidad y la igualdad de las relaciones entre los
sexos como no se ve en ninguna otra sociedad judía ni pagana de su tiempo.
Es
el magnífico Capítulo 7 de I de Corin.. “el marido otorgue lo que es debido a
la mujer, e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio
cuerpo: es el marido. E igualmente el marido no es dueño de su propio cuerpo:
es la mujer. No os defraudéis uno al otro, a no ser de común acuerdo por algún
tiempo, para daros a la oración, y de nuevo volved a lo mismo, al fin de que no
os tiente Satanás de incontinencia. Esto os lo digo condescendiendo,
comandando” (7, 3-6). “En cuanto a los casados, precepto no es mío sino del
Señor, que la mujer no se separe del marido, y, de separarse, que no vuelva a
casarse o se reconcilie con el marido, y que el marido no repudie a su mujer”
(7, 10-11). “A los demás les digo yo, no el Señor, que si algún hermano tiene
mujer infiel y ésta consiente en cohabitar con él, que no la despida. Y si una
mujer tiene marido infiel, y éste consiente en cohabitar con ella, que no lo
abandone. Pues se santifica el marido infiel por la mujer y se santifica la
mujer infiel por el marido. De otro modo vuestros hijos serían impuros y ahora
son santos. Pero si la parte infiel se separa, que se separe… ¿Qué sabes tú,
mujer, si salvarás a tu marido, y tú, marido, si salvarás a tu mujer?”. (7,
12-16).
Como
vemos, defiende la estabilidad del matrimonio, sin discriminación de creencia,
(aunque indirectamente, pensando en la conversión): es un objetivo misionero.
No
se puede perder la esperanza de convertir a la parte no cristiana
En
esto Pablo parece seguir a Jesús.
Y
como vemos no pone la unión varón-mujer en función de la procreación.
Se
puede ser cristiano en toda circunstancia: “que cada uno permanezca en el
estado en que lo encontró el Señor”( 17, 20, 24). Esto hace del cristianismo
una realidad viable, posible en diversas situaciones, con capacidad, por tanto,
de extensión.
Esta
es la razón del éxito histórico de la forma paulina de Cristianismo.
El
apostar por la estabilidad del matrimonio es desear que los cristianos respeten
la casa patriarcal tradicional, que era la estructura básica de aquella
sociedad. Quiere evitar al Cristianismo las acusaciones que se le dirigían de
romper las casas, de perturbar a las mujeres y, por tanto, subvertir el orden
social.
Por
todo lo que estamos viendo, San Pablo se mueve en la cuerda floja, en la
ambigüedad, el sí pero no, el no pero sí, tanto en la relación del cristiano
con el mundo, como en relación con las estructuras patriarcales, como en la
consideración de la mujer.
Por
lo tanto de aquí puede salir lo que queramos, ambos recorridos alternativos son
igualmente viables.
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