2.- LA MUJER ES , MENTALMENTE,
INFERIOR AL VARÓN.
Ya no es que sea moralmente
“peor” que el varón, es que es intelectualmente “inferior”. Más motivos, pues,
para….
Así como el varón posee, en
exclusiva, “el poder de la razón”, un poder controlador, la mujer posee “el
poder emocional”, que no sabe de razones. Por eso la mujer es incapaz de
controlar su propia conducta. Se la tendremos, pues, que controlar los varones.
La mujer es como un niño. “El
infantilismo de la mujer”. ¿Y qué hacemos los padres con nuestros niños? Pues
lo mismo tendrán que hacer los varones con las mujeres.
El niño se cree todo lo que
le dice su “seño”, la mujer también es “crédula”, se cree cualquier cosa.
El niño lo quiere todo, a la
mujer también le apetece todo. No para, no tiene límite, es voraz. Tendremos
que controlarla los varones.
Dice Santo Tomás que “las
mujeres son hombres defectuosos”, que “las mujeres necesitan de los varones no
sólo para engendrar, como ocurre con los demás animales”, también los
“necesitan para vivir ordenadamente, porque son un hervidero emocional, no
saben/no pueden tomar decisiones sensatas. No saben conducirse en la vida”.
Son como niños.
“Culito veo, culito deseo”.
Son incontrolables. Los varones somos los controladores, que con nuestra
razón,….
Aunque pueda parecer un
piropo el decir que la mujer es más emotiva, más emocional, que el varón, en
realidad se la está llamando “irracional”, y si el hombre es, como quería
Aristóteles, un “animal racional”…
“Las mujeres son no sólo como
los niños, sino como los salvajes, o como los hombres nerviosos”, todos ellos
son “muy emocionales”, en todos ellos la razón brilla por su ausencia.
No tengo a mano, (para poder
comprobarlo), pero nuestro Código Civil vigente en el 1975 equiparaba a la
mujer casada a los niños, a los locos o dementes, y a los sordomudos que no
supieran leer o escribir, por lo que se le prohibía contratar, (Artículo 1263).
¡La obsesión que los santos
han tenido con/por las mujeres!
San Bernardino de Siena
aconseja a los maridos que tengan a las mujeres siempre ocupadas, para que no
se desmanden, que frieguen diez veces los mismos platos… “porque mientras las
mantengáis activas, ocupadas, no se quedarán asomadas a la ventana y no se les
pasará por la cabeza unas veces una cosa y otras otra”
Como se las deje desocupadas,
sin nada que hacer, comienzan a imaginar y…. (Santa Teresa: “la imaginación, la
loca de la casa”. Y la loca hace locuras, no está cuerda….).
A las mujeres hay que
tenerlas siempre ocupadas, para que presten atención a lo que están haciendo.
Deben, incluso, preparar comidas sofisticadas, trabajosas, que requieran mucho
tiempo, sólo así…
Creo que es en Grecia donde a
la “comida rápida” se la llama “comida de prostituta”.
Las mujeres son infantiles,
inmaduras, están todavía verdes (“siempre estarán verdes”).
Cuando todo esto se graba en
la mente funciona como lo hace todo “prejuicio” ( “estar seguros de que es
verdad algo que no se sabe, pero en lo que se cree firmemente”) y ya se
consideran, los varones, “legitimados” para…. y “justificadas”, pues, las
medidas tomadas o a tomar.
Cuando uno tiene un prejuicio
(sobre los gitanos, sobre los negros, sobre los rumanos, sobre las mujeres,….)
está blindado contra la experiencia, está inmunizado contra la experiencia.
Cuando hagan algo que
coincide con su prejuicio dice: ¿“lo ves”? (el caso de los atentados
terroristas islamistas, sin pararse a distinguir entre “islámico” e “islamista”).
“Lo que yo pensaba”. Pero, cuando hagan lo contrario, dirá: “ya veremos”.
Sólo vale lo que está acorde
con mi prejuicio.
Cuando un prejuicio cala y se
asienta firmemente en la mente… los conocimientos nuevos, en contra, no valen,
y los acordes lo ratifican, aún más.
El prejuicio actúa, además,
de una manera curiosa, seleccionando todo lo que lo corrobora y eludiendo,
prescindiendo, de lo que pudiera cuestionarlo.
El prejuicio,
inconscientemente, se esfuerza en estar reforzado.
De ahí la dificultad de
erradicar un prejuicio, ni siquiera con juicios firmes en contra.
Si, además, un prejuicio se
generaliza, la presión social hace que incluso las mismas víctimas del
prejuicio lo acepten.
“Si ya lo dice el refrán,
quien nace….”, es lo que los psicólogos denominan “profecías que se
autorrealizan por el hecho de enunciarlas”.
Si estamos convencidos
(“prejuicio”) de que la mujer es irracional y no la dejamos que defienda sus
puntos de vista, de manera racional, llegará un momento en que,
desesperadamente, lo haga de manera histérica, irracional, y entonces, diremos:
“¿Lo ves? Si ya lo decíamos, que la mujer era irracional”, se ha cumplido la
profecía, se ha tornado realidad el prejuicio. “Tenía yo razón”, me corroboro
en mi prejuicio.
Los que defienden que la
mujer debe ser tierna, sentimental, emotiva,…. pero que no hace falta que sea
inteligente… cuando una mujer, para poder ser aceptada por ese tipo de varón,
actúa de esa manera, el varón sale reforzado en su prejuicio, y la mujer ha
contribuido, con su comportamiento, a que se cumpla la profecía varonil.
Es un círculo infernal.
¿Y cuando los prejuicios se
manifiestan, se expresan, en leyes? Pues peor que peor.
España, año 1958, ley del 24
de Abril: “El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido”,
“existe una potestad de dirección que la NATURALEZA , la RELIGIÓN y la HISTORIA (las mayúsculas
son mías) atribuyen al marido dentro de un régimen en el que se recoge
fielmente la tradición católica que ha inspirado siempre, y debe inspirar en lo
sucesivo, las relaciones entre los cónyuges”.
El mito de la “legitimación”
avalado, fundado, nada menos que en/por Dios, en/por la Naturaleza y en/por la Sociedad.
Lo divino y lo humano.
Garantía absoluta de la
verdad de mi prejuicio y de su consecuencia, la “legitimación” y la
“justificación”.
Hasta 1975, sin licencia del
marido, la mujer no podía trabajar, ni abrir una cuenta corriente en un Banco,
ni obtener el pasaporte, ni sacarse el carnet de conducir.
Si contraía matrimonio con un
extranjero perdía la nacionalidad y era considerada extranjera, como su marido,
a todos los efectos.
Si vivía en España se le
extendía una carta de residente, perdían validez sus estudios, no podía ser
funcionaria y, para trabajar, necesitaba, como cualquier extranjero, un permiso
de trabajo.
Yo, incluso recuerdo, de
monaguillo que el cura de mi pueblo, en las misas de boda, le decía a la novia:
“que seas casta como Susana y… y que la mujer no salga de casa sin permiso del
varón….” (“sic”, textualmente)
Hasta dónde llegaba la
consideración de incapacidad de la mujer que, hasta 1975, no se le reconocía
patria potestad sobre sus hijos.
Es como si la tierra le
disputase la cosecha al labrador.
Aunque la mayoría de edad se
alcanzaba, entonces, a los 21 años, la mujer no podía abandonar la casa de sus
padres hasta los 25. Sólo “podía hacerlo con licencia de los padres, cuando
fuera para contraer matrimonio o para ingresar en un instituto religioso
aprobado por la Iglesia ”.
¡Lo que han cambiado, en
España, las cosas tras la
Constitución del 78!
Pero si hablamos de la mujer
a nivel mundial….
¿Cuál es el porcentaje de la
prostitución femenina? ¿Y del analfabetismo?, ¿y del hambre?, ¿y de la violencia
sexual?, ¿ y de la pobreza?
“De los ocho mil abortos que
se produjeron en Bombay, una vez que los progenitores supieron el sexo del
feto, sólo uno hubiera sido niño”. ¡Monstruoso¡
Todavía hoy, en muchas
naciones asiáticas, los varones pueden matar a sus mujeres por cuestión de
honor.
Un millón de mujeres mueren
al año, en el mundo, por el simple hecho de ser mujeres.
Hay cien millones menos de
mujeres de las previsibles.
Dos millones de niñas son
mutiladas, sexualmente, cada año.
Una niña es cambiada por un
televisor en varios países asiáticos.
El turismo sexual infantil,
sobre todo femenino, es algo normal.
¡Da asco escribir y leer todo
lo anterior¡ Pero es real. Y la realidad, aún siendo nauseabunda, se impone.
¿Cómo luchar contra esa “anormalidad
tan normal”?.
¿Cómo desmontar estos mitos
de “legitimación” y de “justificación” cuando han calado tan profundamente en
la mentalidad de un pueblo?
¿Cómo luchar por el
reconocimiento de la igualdad esencial entre varón-mujer, mujer-varón?
Cuando oigo decir: “los
derechos de la mujer”, “los derechos de los negros”, “los derechos de los
gitanos”, “los derechos de los homosexuales”, “los derechos de los vascos”,….me
incomodo.
Reclamar derechos por ser
diferentes no es el camino adecuado.
Todos, varones y mujeres,
blancos y negros, gitanos y payos, homosexuales y heterosexuales, vascos y nos
vascos,…. TODOS tenemos los mismos derechos porque todos somos personas, “igual
de personas”.
Los derechos son de las
personas.
Los derechos recaen sobre lo
que nos iguala, no sobre lo que nos diferencia.
Además de tener los mismos
derechos, además, los grupos marginados tienen el derecho, negativo, a no ser
discriminado por ser mujer, por ser negro, por ser gitano…
Cuando desaparezca el
“rechazo”, la “discriminación” no harán falta los “días” de “identificación”,
de “afirmación”, el “día de la mujer trabajadora”, “día del orgullo gay”, “día
de la patria….”…
La lucha por la “no
discriminación” es más universal y está mejor fundada que la reivindicación de
la diferencia.
¿Se imaginan “el día de los
bajitos”, “el día de los gorditos”, “el día de los feos”, “el día de los
veinteañeros, treintaañeros,…”, “el día de los que viven en la tercera planta
de un bloque de pisos”, “el día de los zurdos”, “el día de los calvos”, “el día
de los canosos”, “el día de los que no ven “¿dónde estás corazón?”, “el día de
los que no les gusta el fútbol”…
(Perdonad esta digresión).
Reivindicar las diferencias
es un camino equivocado.
Las discriminaciones son, o
fruto de la razón y, entonces, debemos aceptarlas porque son justas
(discriminamos a los asesinos, a los ladrones,.. y los encarcelamos), o frutos
de los prejuicios (y habrá que desterrarlas) o frutos de la fuerza (y habrá que
contrarrestarlas) o frutos de la tradición (y habrá que superarlas).
¿Por qué ha estado
discriminada la mujer a lo largo de casi toda la historia?
Lo humano y lo divino se
conjuraron contra ella.
Cada vez lo veo más claro.
La mujer ha sido
multivíctima.
Contra ella se aliaron lo
divino y lo humano, el poder religioso, el poder político, el poder social, y,
por si fuera poco, el varón que estaba a su lado.
Pero los varones también
hemos sido víctimas de una educación sexista, causa de nuestro “prejuicio”
contra la mujer.
Es triste, pero es verdad,
que todo el edificio antifemenino ha estado sustentado, entre otros, en estos dos “prejuicios”: PELIGROSA E
INMADURA.
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