Se
trata de las cartas pastorales, escritas en nombre de Pablo, pero que reflejan
una situación eclesial posterior.
No
están dirigidas, como las cartas paulinas auténticas a comunidades, sino a
líderes individuales.
Ya
está bastante avanzado el proceso de institucionalización, y, lógicamente,
también el de patriarcalizacción.
Ya
la mujer no sólo no puede enseñar, sino que debe oír la instrucción en
silencio.
(I a
Timoteo 2, 11-12), es lo más opuesto a Pablo y a lo que fue su praxis
ordinaria.
“Que
las mujeres se presenten en hábito honesto, con recato y modestia, sin rizado
de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos…. (Eso externamente) pero,
además, “que la mujer aprenda en silencio, con plena sumisión.
No
consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en
silencio, pues Adán fue formado primero, y después Eva.
Y no
fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida, incurrió en la transgresión….”´
(argumento bíblico, palabra de Dios,…).
¡Qué
distinto al Pablo auténtico¡ que no veía a la mujer, ni como tentación para el
hombre, ni como responsable del primer pecado “así, pues, como por un hombre
entró el pecado en el mundo….pero la muerte reinó desde Adán hasta Moisés….a
semejanza de la transgresión de Adán…….si por la transgresión de uno mueren
muchos….por la desobediencia de un solo hombre….(Romanos, 5, 19).
¡Ni
siquiera aparece el nombre de Eva, y Pablo conocía la historia de la seducción
de Eva por Satán, disfrazado de Lucifer, “príncipe de la luz”.
Pero
¡ni mentar a Eva! ¡Qué distinto de A Timoteo¡
Ahora
ya la función de la mujer queda restringida a la maternidad, “se salvará por la
crianza de los hijos, si permaneciere en la fe, en la caridad y en la castidad,
acompañadas de la modestia”(Timot 2, 15)…
Cosa
que jamás dijo Pablo en I de Corintios, todo el famoso capítulo 7, dedicado al
matrimonio.
La
legitimación del orden patriarcal va acompañada de la aceptación sin reservas
del orden político del Imperio. “…que se hagan oraciones, peticiones, súplicas
y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los
constituidos en dignidad (es decir por
las autoridades…. esto es bueno y grato ante Dios…(I Timoteo 2, 1-2).
“Recuérdales
que vivan sumisos a los príncipes y a las autoridades, que les obedezcan… que a
nadie infamen….pues nosotros fuimos también alguna vez necios, desobedientes,
extraviados….”(Tito 3, 1-3).
Es
decir, que si en la tradición postpaulina se justificaba la casa patriarcal,
ahora, en la deuteropaulina se va más allá: el modelo de la casa patriarcal
sirve para configurar la vida y las relaciones internas de la comunidad
cristiana.
Ahora,
más aún, se patriarcaliza la
Iglesia , que es como una casa, “La Casa de Dios” (Timoteo 3,
15).
Por
eso, ahora, para elegir a un obispo y ponerlo a la cabeza de la comunidad, éste
tendrá que ser un paterfamilias probado y de buena casa, “tiene que ser
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, cortés,
hospitalario, capaz de enseñar, no dado al vino ni pendenciero, sino ecuánime;
no camorrista ni amigo del dinero; que sepa gobernar bien su propia casa, que
tenga los hijos bien sujetos…pues, quien no sabe gobernar su casa, ¿cómo va a
poder cuidar de la casa de Dios?. (Timot. 3, 1-5).
Más
claro agua.
Por
lo tanto la mujer, ni paterfamilias, ni obispa, relegada, no sólo en la casa de
su marido, sino también en la
Casa de Dios.
En
Timot, 5, 1-16, se plantea un problema que trajo por la calle de la amargura a
las primeras comunidades cristianas: el problema de las viudas.
Hay
que entender por viudas al grupo formado por mujeres cristianas no vinculadas a
varón y que contaban con un reconocimiento eclesial.
A
medida que la patriarcalización progresaba, el grupo de viudas crecía, porque
muchas mujeres lo veían como el único medio para mantener una forma de vida
relativamente emancipada.
Pero
este grupo de mujeres incordiaba y creaba problemas.
Por
eso el autor de esta carta (el que sea) quiere que se reduzca su número.
Para
ello, “quiero que todas las jóvenes se casen, críen hijos, (lo opuesto a
Corintios 7: donde se recomienda la virginidad y se separa el sexo de la
reproducción), gobiernen su casa y no den al enemigo ningún pretexto de
maledicencia, porque algunas ya se han extraviado en pos de Satanás”…
Más
aún. Sólo podrán admitirse como inscritas a “viudas de más de 60 años (para
respetar la ley de Augusto), mujer de un solo marido, recomendada por sus
buenas obras en la crianza de los hijos, …” es decir que haya aceptado y
practicado los valores de la sociedad patriarcal.
Las
mujeres no pueden enseñar en la
Iglesia , sin embargo, las ancianas, que “no deben ser
calumniadoras, ni esclavas del vino, sino buenas maestras “pueden instruir a
las jóvenes, ¿en qué?, en los valores domésticos tradicionales. ¿Para qué?.
Para que sean “amantes de sus maridos y sus hijos….hacendosas, bondadosas,
….sumisas a sus maridos,…para que no sea injuriada la palabra de Dios” (Tito 2,
3-5).
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