Jesús, primero le salvó la
vida física, luego le calmó, tranquilizó, la conciencia, animándola a ser fiel.
Pero lo primero es lo primero.
¿No sigue manteniendo, la Iglesia , todavía la pena
de muerte en determinadas circunstancias?
¿Hasta cuándo ha estado
vigente, entre sus muros, la pena de muerte en ese pequeño Estado,
independiente, llamado Vaticano? Hasta después del Concilio Vaticano II, con
Pablo VI.
Era costumbre entre los
profetas de Israel curar sólo a los varones enfermos (ciegos, tullidos,
leprosos,…) Jesús no hacía distinciones, curaba también a las mujeres y
arrojaba de ellas a los demonios.
Dice Lucas que a Jesús lo
seguían, además de sus discípulos, “mujeres que habían sido curadas de
espíritus malignos y de las que había arrojado 7 demonios”, como era el caso de
María Magdalena, la prostituta (¿).
Por ejemplo, la suegra de
Pedro.
Jesús entró en su casa, la
tomó por la mano y, tras haberla curado, se sentó a la mesa donde ella le
sirvió la comida a Él y a sus discípulos.
No fue que cobrara en
especie. Es un detalle de agradecimiento de la mujer curada. Quizá hubiera sido
hacerle un feo no haberlo aceptado.
Los tres gestos:
1.- Un profeta que se acerca
a una mujer, entrando en su casa (algo prohibido).
2.- La toma por la mano (más
prohibido todavía) y
3.- Se deja servir por ella,
siendo impura, al estar enferma.
Siempre que una mujer le pide
algo a Jesús, éste no se lo niega.
Como a la madre de Jairo, que
le pide que cure a su hija, atormentada por un demonio y aunque, al principio
se resiste o se hace el remolón (ella era una mujer pagana y no debía tener
relaciones con ella y, menos aún, hacerle favores).
Y acaba yendo, curándola y
alabando la fe de la madre, que creía firmemente que si Jesús…
Los discípulos sí que fueron
los que increparon a la mujer, para que dejara de insistir y ser tan pesada,
hasta pedirle a Jesús “que la eche”.
Digo yo que los apóstoles se
extrañarían, incluso se escandalizarían de ver lo que nunca a ningún rabino
habían visto, esa camaradería, esa condescendencia, esa consideración con/para
las mujeres.
En el caso de la samaritana, una enemiga de la
religión judía, y el diálogo de ligoteo, de cortejo, no podían creerse lo que
estaban viendo con sus ojos, que, además le dice que ha tenido cinco maridos y
que el que ahora tenía no era el suyo, que Jesús lo sabía porque estaba
diciéndoselo y ellos oyéndolo. Una superpecadora y con la que parece estar
ligándosela.
Y, tras hablar del agua
material y el agua espiritual con la que no volverá a tener más sed, la envía
como introductora por delante, para que le prepare el camino y pudieran
recibir, los samaritanos, al profeta judío.
¿Podía haber mayor afrenta?
Una pagana, enemiga, superpecadora,… la primera misionera del cristianismo (¿),
en vida del profeta.
No rehuía su trato, la hacia
protagonista de sus milagros y objeto de sus parábolas y hasta la ponía de
ejemplo a los varones.
También estaba contra el
divorcio, pero no contra el divorcio en sí mismo, sino porque sólo el varón
podía divorciarse, la mujer no.
El varón podía, impunemente,
repudiar a la mujer y echarla de casa, ¿por qué no la mujer?
En aquella época, con el
divorcio, la discriminada, la que perdía, la víctima era siempre y sólo la
mujer. Estaba a merced de lo que quisiera hacer con ella el varón (lo que, creo
que, no ocurría en la legislación griega, romana y egipcia).
El adulterio era sólo una
deshonra para los derechos del varón, nunca de la mujer.
“Todo el que repudia a su
mujer y se casa con otra adúltera y el
que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio” –son palabras de
Jesús.
La honra, pues, se la roba a
la mujer el marido que la repudia. Es lo que viene a decir Jesús.
Todavía nosotros,
tristemente, seguimos diciendo “echar una cana al aire” (él) y “ser una puta”
(ella), como si la cornamenta sólo la pusiera la mujer en la frente del varón y
no viceversa.
La deshonra no es privilegio
del varón, también la mujer es deshonrada cuando lo de la cana al aire. Aunque
la hipócrita sociedad castigue a una y considere una muestra de valentía al
otro, de macho dominante.
Era la aprobación social de
la deshumanización de la mujer.
Pero, ¿qué pasa, hoy, con el
Tribunal de la Sagrada
(¿) Rota, cuando permite la nulidad del matrimonio canónico (ese de “lo que
Dios ha unido… y así hasta que la muerte os separe”), que, por dinero se desune
lo unido por Dios, “porque no estaba unido” y “ya, no hay que esperar a que
llegue la muerte para separarlos).
Menos mal que también hay
matrimonio civil, porque tras la nulidad del matrimonio canónico el varón ya no
tiene ninguna obligación para con su exmujer.
¿Y “nulidad (no ha habido) de
matrimonio aunque hayan engendrado cuatro hijos?.
Hipocresía interesada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario