¿Cuántas veces (todos los
cursos) les habré dicho y repetido lo de Nietzsche, Marx y Freud como los “filósofos
de la sospecha”?
Sospechaban ellos que debajo
o detrás de la historia superficial, patente o manifiesta estaba la historia
latente y real, por lo que no era cierto lo que nos habían contado.
Sospecha de que lo que
realmente sucedía no era lo que nos decían, que la ley de la oferta y de la
demanda, en economía, no era una “ley natural” como lo es la ley de la
gravitación en Física, sino una “ley humana, interesada”, y con interés de la
burguesía;
¿Y lo de “Dios ha muerto”, es
decir que esta vida no es un tránsito, no es un camino, sino que es/tiene que
ser un paseo, y que esta vida no es para desvivirse, sino para vivirla, y que
vivimos en una casa mata, en un chalé de planta baja, y no tenemos necesidad de
escaleras ni para subir, porque no hay áticos donde llegar ni sótanos a los que
bajar?
La vida, esta vida. Es lo que
hay.
Para Marx nos quería engañar La Clase Social
Burguesa.
Para Nietzsche nos quiere
engañar la religión cristiana con sus
jerarcas a la cabeza.
Y para Freud, somos nosotros
mismos los que intentamos engañarnos, al creer que somos libres y que si
hacemos algo es porque nos da la gana, porque somos conscientes, y sabemos lo
que queremos y por qué, cuando en realidad el consciente de cada uno no es más
que el 10%, equivalente a esa décima parte de Iceberg que asoma por encima de
la superficie del agua, y que el 90 % de nuestros actos son inconscientes o
subconsciente.
Filósofos de la sospecha.
Pues aquí también.
Tenemos que practicar la
“hermenéutica de la sospecha”.
Sospechamos/tenemos que
sospechar que además de esa mano blanca tiene que haber una mano negra, que nos
descubra la cara oculta de la historia, la otra historia, la historia de las
clases dominadas, la historia de las mujeres, la historia de las víctimas de la
historia.
Alguien, enfáticamente, pero
fotográficamente ha dicho que las mujeres, hasta ahora, solo han tenido
prehistoria.
Y es verdad, porque si la Historia aparece cuando
aparecen los documentos escritos, ¡qué poco tiempo de historia femenina llevamos!
¿Cómo podemos hacer una
historia de las mujeres en épocas en que ella está en la prehistoria y sólo
existe una historia de los varones?
Pues ¡ahí es na! – como diría
un castizo.
Pues tendremos que fijarnos
en indicios humildes, medio enterrados, que nos pongan en la pista del papel de
las mujeres y que son menos que la parte del Iceberg del que hemos hablado
antes.
Y desde ese trocito que se
ve, intentar hacer una historia coherente de cómo debió ser lo que no se ve, la
historia escondida, oculta e interesadamente ocultada.
Es curioso, pero es triste,
que de la historia de la humanidad falte la historia de la mitad de la
humanidad.
Por lo tanto pongamos a
funcionar la razón y hagamos una hermenéutica de la sospecha, una hermenéutica
crítica.
Criticar no es pisotear algo
o a alguien.
Criticar es querer ver claro,
criticar es hacer que haya luz, es echar luz sobre algo para poder verlo
claramente.
Por eso hay una crítica
positiva y una crítica negativa.
Leo textualmente: “Y mandando
a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba tomó los cinco panes y los
dos peces y, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y se los
dio a los discípulos y éstos a la muchedumbre. Y comieron todos y se saciaron.
Y recogieron, de los fragmentos sobrantes, doce cestos llenos, siendo, los que
habían comido, 5000 mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”.
Leo textualmente. “Los
discípulos le contestaron: ¿de dónde vamos a sacar en el desierto tantos panes
para saciar a tanta muchedumbre?
Díjoles Jesús: ¿Cuántos panes
tenéis?
Ellos contestaron: siete y
algunos peces.
Y mandando a la muchedumbre
que se recostara en tierra tomó los siete panes y los peces, y dando gracias,
los partió y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre. Y comieron
todos y se saciaron, y se recogieron, de los pedazos que quedaron, siete
espuertas llenas.
Los que comieron eran 4000
hombres, sin contar las mujeres y los niños”.
¡COÑO¡.Pero ¿Por qué no
contaron a las mujeres y los niños? ¿Es que había muy pocos?. ¿Es que había
otros tantos?, ¿Es que había más que varones?
Si han contado 5000 y 4000
¿por qué no contaron a las mujeres y los niños?
Sencillamente, porque no
interesan.
Las mujeres, los niños y los
esclavos, son tres víctimas fundamentales de la historia.
No cuentan en la historia, no
cuentan en la sociedad.
Es lo mismo que estén que no
estén que correr detrás de las que han estado.
(¿Recuerdan?. 1ª y 2ª
multiplicación de los panes y los peces, San Mateo. 14, 19-21, y San Mateo. 15.
33-39). Palabra de Dios.
La historia no es, nunca,
neutra.
Yo antes he dicho que no hay
fenómenos humanos sino interpretaciones.
Interpreten Uds.
¿Por qué San Mateo ha dicho
eso y así? Porque el historiador, el cronista, en este caso el evangelista,
selecciona solamente los datos que considera relevantes según un modelo que
tiene en su mente para ordenar la información.
Y el número de mujeres y de
niños no es relevante.
Sí que sería más relevante
para Jesús.
Cuantas más personas hubiera,
mayor sería el milagro.
Pero no es relevante para el
Evangelista. O mejor no es relevante para la cultura judeo-romana del tiempo de
Jesús.
Discriminación sexual y
discriminación de edad. No interesan. Da igual. No tienen importancia. No es
algo relevante.
Dice un estudioso del
Cristianismo: “Para criticar y reformar el cristianismo contemporáneo es
necesario el estudio del cristianismo primitivo”.
El conocimiento histórico,
como reconstrucción del pasado, es inseparable de la anticipación del futuro.
Si yo quiero seguir adelante,
debo saber dónde estoy y, sobre todo, qué camino he traído para llegar hasta
aquí. No siendo que quiera ir adelante y vuelva al lugar del que he partido.
Y si reparo en que en cierto
trecho del camino me he desviado, localicémoslo y reiniciemos por la senda
correcta.
No tiremos la palangana con
el niño dentro.
No cambiemos el coche porque
falle una bujía.
En nuestro pasado, en todo
pasado, hay cantidad de caminos que no se hicieron, que no hicimos.
En nuestro pasado, en todo
pasado, hay cantidad de posibilidades que no prosperaron y que nos están como
invitando a aprovecharlas, a recorrerlos.
La historia oficial, la
historia hegemónica ha, no olvidado, sino ignorado la historia de las mujeres,
que son más de la mitad de la humanidad.
Igual que la sociedad actual
ha estado y está todavía discriminando a la mujeres, porque la meritocracia
cede ante la falocracia, como si en el semen estuvieran las neuronas y las
ideas nos crecieran o estuvieran ubicadas entre las piernas.
¿Cuándo nos convenceremos que
El arco de triunfo está arriba, en la cabeza y ésta no tiene sexo?
Aner-andros, griego, varón
(por lo tanto que un varón se llame Andrés es como un triángulo triangular, (entre
paréntesis, llamarse Andrea o Andreita es una contraditio in terminis, es una
mujer varona).
La sociedad y la historia han
sido totalmente androcéntricas.
Todo y sólo lo que tenga que
ver con el varón.
Y los libros de la Biblia han sido escritos
por varones y para una sociedad androcéntrica.
San Mateo, y todos los demás
escritos del Nuevo Testamento responden a una mentalidad androcéntrica, son un
producto androcéntrico y muestran, como ya hemos visto más arriba, una
redacción androcéntrica ( “sin contar las mujeres y los niños”).
¿Cuántas veces, a lo largo y
ancho de mi vida docente, habré dicho que: “lo que se cree no se sabe, lo que
se sabe no se cree” Pues en el primer siglo del Cristianismo corrían casi cien
evangelios sobre la vida y hechos de Jesús.
Algunos de esos Evangelios
estaban escritos por mujeres.
El por qué fueron elegidos
esos cuatro y no otros como los oficiales, inspirados y canónicos (es decir que
respondían a un canon) fue muy posterior y fue una operación condicionada por
una mentalidad androcéntrica, en el siglo IV, no en los tres primeros siglos.
En el siglo IV, el 2º
paradigma, la Iglesia
estaba consolidándose como Institución y se marginaron evangelios provenientes
de grupos en los que el protagonismo de
las mujeres era mucho mayor a los cuatro canonizados.
Son los no oficiales.
Son los Evangelios apócrifos.
Pero en los primeros siglos
la mujer tuvo, como luego veremos, mucho protagonismo.
Pero, a partir del IV, el
patriarcalismo (el patriarcado) se impone en la jerarquía eclesiástica, y
quedan excluidas las mujeres del liderazgo eclesial.
Estos grupos marginados, su
historia, sólo aparecerá en literaturas marginadas, nunca en la oficial.
Y al ser marginal tendrían
dificultades tanto de difusión como de edición.
Luego una historia de las
mujeres tiene que tener en cuenta esos escritos marginales y marginados que,
muchas veces serían considerados heréticos, es decir, desviados.
Deberíamos ser capaces de
despatriarcalizar la historia del cristianismo primitivo si queremos ver la
otra historia oculta y ocultada.
Lo que escriba una mente
androcéntrica no puede reflejar la realidad total, sino sólo una parte.
Para recuperar el mensaje
bíblico, más allá de sus condicionamientos patriarcales, deberíamos ser capaces
de desnudar el mensaje de los que lo han redactado.
Lo que en otro tiempo fue
evidente e indiscutible, hoy no lo es.
Y deberíamos ser capaces de
meter la mano por debajo de la ropa porque ésta nos está escamoteando el cuerpo
que hay debajo de ella.
Si el hábito no hace al
monje, el vestido no manifiesta el cuerpo, y el lenguaje androcéntrico no
refleja la realidad narrable.
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