jueves, 20 de abril de 2017

LA MUJER EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO (3)

¿Cuántas veces (todos los cursos) les habré dicho y repetido lo de Nietzsche, Marx y Freud como los “filósofos de la sospecha”?

Sospechaban ellos que debajo o detrás de la historia superficial, patente o manifiesta estaba la historia latente y real, por lo que no era cierto lo que nos habían contado.

Sospecha de que lo que realmente sucedía no era lo que nos decían, que la ley de la oferta y de la demanda, en economía, no era una “ley natural” como lo es la ley de la gravitación en Física, sino una “ley humana, interesada”, y con interés de la burguesía;

¿Y lo de “Dios ha muerto”, es decir que esta vida no es un tránsito, no es un camino, sino que es/tiene que ser un paseo, y que esta vida no es para desvivirse, sino para vivirla, y que vivimos en una casa mata, en un chalé de planta baja, y no tenemos necesidad de escaleras ni para subir, porque no hay áticos donde llegar ni sótanos a los que bajar?

La vida, esta vida. Es lo que hay.

Para Marx nos quería engañar La Clase Social Burguesa.
Para Nietzsche nos quiere engañar la religión cristiana  con sus jerarcas a la cabeza.
Y para Freud, somos nosotros mismos los que intentamos engañarnos, al creer que somos libres y que si hacemos algo es porque nos da la gana, porque somos conscientes, y sabemos lo que queremos y por qué, cuando en realidad el consciente de cada uno no es más que el 10%, equivalente a esa décima parte de Iceberg que asoma por encima de la superficie del agua, y que el 90 % de nuestros actos son inconscientes o subconsciente.

Filósofos de la sospecha.

Pues aquí también.

Tenemos que practicar la “hermenéutica de la sospecha”.

Sospechamos/tenemos que sospechar que además de esa mano blanca tiene que haber una mano negra, que nos descubra la cara oculta de la historia, la otra historia, la historia de las clases dominadas, la historia de las mujeres, la historia de las víctimas de la historia.
Alguien, enfáticamente, pero fotográficamente ha dicho que las mujeres, hasta ahora, solo han tenido prehistoria.

Y es verdad, porque si la Historia aparece cuando aparecen los documentos escritos, ¡qué poco tiempo de historia femenina llevamos!

¿Cómo podemos hacer una historia de las mujeres en épocas en que ella está en la prehistoria y sólo existe una historia de los varones?

Pues ¡ahí es na! – como diría un castizo.

Pues tendremos que fijarnos en indicios humildes, medio enterrados, que nos pongan en la pista del papel de las mujeres y que son menos que la parte del Iceberg del que hemos hablado antes.
Y desde ese trocito que se ve, intentar hacer una historia coherente de cómo debió ser lo que no se ve, la historia escondida, oculta e interesadamente ocultada.

Es curioso, pero es triste, que de la historia de la humanidad falte la historia de la mitad de la humanidad.
Por lo tanto pongamos a funcionar la razón y hagamos una hermenéutica de la sospecha, una hermenéutica crítica.

Criticar no es pisotear algo o a alguien.
Criticar es querer ver claro, criticar es hacer que haya luz, es echar luz sobre algo para poder verlo claramente.
Por eso hay una crítica positiva y una crítica negativa.

Leo textualmente: “Y mandando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba tomó los cinco panes y los dos peces y, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y se los dio a los discípulos y éstos a la muchedumbre. Y comieron todos y se saciaron. Y recogieron, de los fragmentos sobrantes, doce cestos llenos, siendo, los que habían comido, 5000 mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”.

Leo textualmente. “Los discípulos le contestaron: ¿de dónde vamos a sacar en el desierto tantos panes para saciar a tanta muchedumbre?
Díjoles Jesús: ¿Cuántos panes tenéis?
Ellos contestaron: siete y algunos peces.
Y mandando a la muchedumbre que se recostara en tierra tomó los siete panes y los peces, y dando gracias, los partió y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre. Y comieron todos y se saciaron, y se recogieron, de los pedazos que quedaron, siete espuertas llenas.
Los que comieron eran 4000 hombres, sin contar las mujeres y los niños”.

¡COÑO¡.Pero ¿Por qué no contaron a las mujeres y los niños? ¿Es que había muy pocos?. ¿Es que había otros tantos?, ¿Es que había más que varones?

Si han contado 5000 y 4000 ¿por qué no contaron a las mujeres y los niños?

Sencillamente, porque no interesan.

Las mujeres, los niños y los esclavos, son tres víctimas fundamentales de la historia.
No cuentan en la historia, no cuentan en la sociedad.
Es lo mismo que estén que no estén que correr detrás de las que han estado.

(¿Recuerdan?. 1ª y 2ª multiplicación de los panes y los peces, San Mateo. 14, 19-21, y San Mateo. 15. 33-39). Palabra de Dios.

La historia no es, nunca, neutra.

Yo antes he dicho que no hay fenómenos humanos sino interpretaciones.

Interpreten Uds.

¿Por qué San Mateo ha dicho eso y así? Porque el historiador, el cronista, en este caso el evangelista, selecciona solamente los datos que considera relevantes según un modelo que tiene en su mente para ordenar la información.
Y el número de mujeres y de niños no es relevante.
Sí que sería más relevante para Jesús.
Cuantas más personas hubiera, mayor sería el milagro.
Pero no es relevante para el Evangelista. O mejor no es relevante para la cultura judeo-romana del tiempo de Jesús.

Discriminación sexual y discriminación de edad. No interesan. Da igual. No tienen importancia. No es algo relevante.

Dice un estudioso del Cristianismo: “Para criticar y reformar el cristianismo contemporáneo es necesario el estudio del cristianismo primitivo”.

El conocimiento histórico, como reconstrucción del pasado, es inseparable de la anticipación del futuro.
Si yo quiero seguir adelante, debo saber dónde estoy y, sobre todo, qué camino he traído para llegar hasta aquí. No siendo que quiera ir adelante y vuelva al lugar del que he partido.
Y si reparo en que en cierto trecho del camino me he desviado, localicémoslo y reiniciemos por la senda correcta.

No tiremos la palangana con el niño dentro.
No cambiemos el coche porque falle una bujía.

En nuestro pasado, en todo pasado, hay cantidad de caminos que no se hicieron, que no hicimos.
En nuestro pasado, en todo pasado, hay cantidad de posibilidades que no prosperaron y que nos están como invitando a aprovecharlas, a recorrerlos.

La historia oficial, la historia hegemónica ha, no olvidado, sino ignorado la historia de las mujeres, que son más de la mitad de la humanidad.
Igual que la sociedad actual ha estado y está todavía discriminando a la mujeres, porque la meritocracia cede ante la falocracia, como si en el semen estuvieran las neuronas y las ideas nos crecieran o estuvieran ubicadas entre las piernas.

¿Cuándo nos convenceremos que El arco de triunfo está arriba, en la cabeza y ésta no tiene sexo?

Aner-andros, griego, varón (por lo tanto que un varón se llame Andrés es como un triángulo triangular, (entre paréntesis, llamarse Andrea o Andreita es una contraditio in terminis, es una mujer varona).

La sociedad y la historia han sido totalmente androcéntricas.
Todo y sólo lo que tenga que ver con el varón.

Y los libros de la Biblia han sido escritos por varones y para una sociedad androcéntrica.

San Mateo, y todos los demás escritos del Nuevo Testamento responden a una mentalidad androcéntrica, son un producto androcéntrico y muestran, como ya hemos visto más arriba, una redacción androcéntrica ( “sin contar las mujeres y los niños”).

¿Cuántas veces, a lo largo y ancho de mi vida docente, habré dicho que: “lo que se cree no se sabe, lo que se sabe no se cree” Pues en el primer siglo del Cristianismo corrían casi cien evangelios sobre la vida y hechos de Jesús.
Algunos de esos Evangelios estaban escritos por mujeres.
El por qué fueron elegidos esos cuatro y no otros como los oficiales, inspirados y canónicos (es decir que respondían a un canon) fue muy posterior y fue una operación condicionada por una mentalidad androcéntrica, en el siglo IV, no en los tres primeros siglos.

En el siglo IV, el 2º paradigma, la Iglesia estaba consolidándose como Institución y se marginaron evangelios provenientes de grupos  en los que el protagonismo de las mujeres era mucho mayor a los cuatro canonizados.
Son los no oficiales.
Son los Evangelios apócrifos.

Pero en los primeros siglos la mujer tuvo, como luego veremos, mucho protagonismo.
Pero, a partir del IV, el patriarcalismo (el patriarcado) se impone en la jerarquía eclesiástica, y quedan excluidas las mujeres del liderazgo eclesial.

Estos grupos marginados, su historia, sólo aparecerá en literaturas marginadas, nunca en la oficial.
Y al ser marginal tendrían dificultades tanto de difusión como de edición.

Luego una historia de las mujeres tiene que tener en cuenta esos escritos marginales y marginados que, muchas veces serían considerados heréticos, es decir, desviados.

Deberíamos ser capaces de despatriarcalizar la historia del cristianismo primitivo si queremos ver la otra historia oculta y ocultada.

Lo que escriba una mente androcéntrica no puede reflejar la realidad total, sino sólo una parte.

Para recuperar el mensaje bíblico, más allá de sus condicionamientos patriarcales, deberíamos ser capaces de desnudar el mensaje de los que lo han redactado.

Lo que en otro tiempo fue evidente e indiscutible, hoy no lo es.

Y deberíamos ser capaces de meter la mano por debajo de la ropa porque ésta nos está escamoteando el cuerpo que hay debajo de ella.

Si el hábito no hace al monje, el vestido no manifiesta el cuerpo, y el lenguaje androcéntrico no refleja la realidad narrable.


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