El semen tiene muchas
sementeras, la tierra que lo acoge, no, y debe esperar que se cumpla el ciclo de
los nueve meses para poder ser inseminada de nuevo.
Pero el mismo semen, en
distinta tierra, produce seres diferenciados.
Si en otro tiempo se creía
que “todo” el hijo era producto y efecto “sólo” del semen del varón, fue muy
tarde cuando se descubriera el otro componente del nuevo ser, el óvulo
femenino.
Cuando se representa a
Cupido, con una venda en los ojos, y con el arco y la flecha dispuesta a ser
disparada, da igual que la diana sea una u otra mujer, a fin de cuentas, lo que
cuenta es el semen del varón.
La infidelidad, pues,
teóricamente, sería más común entre los varones que entre las mujeres, pero
cuando sólo se procura el placer no tiene por qué ser así, aunque no sea el
estado de preñez avanzada un aliciente para la atracción de un varón.
En realidad, a la naturaleza,
a la especie, a la vida, sólo les interesa la cantidad de nuevas creaturas más
que la calidad o cualidades de ellas, pero los sentidos, el corazón y la cabeza
realizan una opción por la mejores cualidades de la otra persona, seleccionan
para que el nuevo ser salga favorecido,
“Todo enamoramiento, por
etéreo que parezca ser, sumerge todas sus raíces en el instinto sexual”.
Éste es la fuerza que empuja
a la naturaleza viva, también a la especie humana, aunque a personas sensibles
les parezca demasiado rudo y se disfrace de ilusión para satisfacer la vanidad
de creer que podemos controlar nuestras vidas como nos dé la real gana.
El amor se mueve hacia la
salud, la fuerza y la belleza (Platón) y es en la juventud donde encuentra su
máxima expresión.
Los viejos, ya, tenemos
mermadas todas ellas.
Los matrimonios por amor se
conciertan en interés de la especie, aunque los individuos crean que lo hacen
por su propio interés (lo que es cierto a corto, pero no a medio ni a largo
plazo).
“Si tú pones y le das ésta, y
ésta y ésta,…..perfección y yo le doy ésta, y ésta y ésta… perfección, nuestro
hijo recibirá de nosotros éstas y no otras cualidades. Todo esto podemos
dárselo juntos, es por eso por lo que yo te ama más que ninguna otra mujer y tú
me amas más que a ningún otro varón, por lo que nos amamos….”
Si el predominio del cerebro,
en el varón, es el que explica que su instinto sea inferior al de los animales,
es el desarrollo del sistema ganglionar, en las mujeres, el que determina que
el apetito sexual les afecte más que a los varones, y a las hembras más que a
los machos del reino animal.
Una vez satisfecho el deseo
sexual parece que el amor disminuye en el varón-macho, mientras aumenta en las
mujeres-hembras.
El adulterio, pues, sería
menos perdonable en la mujer, que desea la fidelidad, que en el varón, para el
que el matrimonio es más artificial, menos natural.
Sólo considerando que la
sexualidad tiene como objetivo la perpetuación de la especie, la homosexualidad
es el truco de la especie para que se entretengan, practicándola, los demasiado
viejos, los demasiado jóvenes, los demasiado anómalos.
Es, la homosexualidad, un
derivativo sexual que no interviene en los fines de la especie.
Es su excesiva
cerebralización del varón la que puede desviar la sexualidad de su uso
específico, sólo gozando, no engendrando.
Es la edad, en primer lugar,
la que hace a la mujer atractiva.
Incluso sin belleza, la
juventud siempre tiene atractivo, mientras la belleza sin juventud no lo tiene.
Y es la salud, en segundo
lugar, la ausencia de defectos, lo que hace que el varón se acerque a la mujer,
porque una mujer deforme (jorobada, coja, demasiado gorda o demasiado delgada,
desproporcionada,…) aleja al varón.
Los pechos bien redondos
siempre fascinan porque, en el fondo, son el seguro del alimento de los
posibles futuros hijos.
La nariz, la boca,…
Sin embargo, en el varón,
tienen más importancia que la belleza, la valentía, la fuerza, la firmeza, la
decisión, el arrojo….
Y no tanto las cualidades
intelectuales, porque éstas no se transmiten a los hijos.
¿Nos atraen más las personas
similares a nosotros o las que nada tienen que ver con nuestra forma de ser?
¿La semejanza o la complementariedad?
Schopenhauer apuesta por la
segunda opción por aquello de que “cada cual ama precisamente lo que le falta…
se busca, pues, neutralizarse”.
Es por eso que el varón más
viril buscará a una mujer más femenina, y viceversa.
Esa parte proporcional que
les falta es lo que se calcula y se encuentra en toda pasión amorosa.
Pero la especie, en
cuestiones amorosas, siempre está por encima y juega con los individuos a todos
los juegos con tal que …
¿Casarse, pues, por amor o
por conveniencia?
“Una joven soltera que, a
pesar de los consejos paternos, rehúsa la mano de un hombre rico y joven aún, y
rechaza todas las consideraciones de conveniencia, para elegir a su gusto,
hace, en aras de la especie, el sacrificio de su felicidad individual”
La especie por encima de los
individuos; y la pasión amorosa no es sino una expresión más de la “voluntad de
vivir”, que es la “voluntad de poder”, el núcleo de su filosofía.
El amor es la gran rebelión
contra la muerte en forma de arrumacos y zalamerías.
Bien pensado si el objetivo
de la especie es seguir siendo, a costa de los individuos, ese mismo es el
objetivo de la Iglesia.
Follar sin estar casados por la Iglesia siempre es pecado
pero si la mujer queda preñada también es pecado, además de delito, matar a esa
creatura hija del pecado.
Si están casados, el objetivo
de hacer el amor (ya sin ser pecado) es “traer al mundo tantos hijos como Dios
les dé” y todos sabemos que de cada acto sexual puede ser engendrado un niño.
El objetivo de la Iglesia es la especie, es
incrementar el mayor número de adoradores de Dios y de creyentes, fieles y
feligreses de la Iglesia.
Lo importante es la cantidad
y, para ello, será pecado todo método anticonceptivo que imposibilite o
entorpezca la fecundación.
Que uno se pregunta por qué
el clero hace (y se supone que practica) el voto de castidad cuando también
ellos podían cooperar a que se incrementase el número de adoradores de su Dios.
Es como un acto de
hipocresía: nosotros nos abstenemos de tener coitos pero vosotros os jodéis y
cargáis con las consecuencias de hacer el amor.
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