Es clásica la aseveración de
que Rousseau es un defensor y representante del “Optimismo Antropológico”, en
oposición a Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre” o el defensor y
representante del “Pesimismo Antropológico”
De todos es conocida la
sentencia de Rousseau: “el hombre es bueno
por naturaleza, y es la sociedad la que lo hace malo”
“Ser” y “parecer”. “Amor de
sí”, “amor propio” y “armonía”.
Entendiendo como “parecer” el hecho de aparentar o dar a entender algo que no se es o no se posee, observamos que en el Estado de Naturaleza, en el que el hombre apenas interactúa con sus semejantes, carece de previsión, propiedades, afán competitivo etc., cosa que sólo se da al relacionarse con sus semejantes.
Entendiendo como “parecer” el hecho de aparentar o dar a entender algo que no se es o no se posee, observamos que en el Estado de Naturaleza, en el que el hombre apenas interactúa con sus semejantes, carece de previsión, propiedades, afán competitivo etc., cosa que sólo se da al relacionarse con sus semejantes.
El “Estado de Naturaleza” no
es ninguna etapa histórica antigua sino que es la hipótesis que maneja Rousseau
para mostrar qué degradado está el hombre en el “Estado actual, de
Civilización” refiriéndose a la ilustración y nosotros, ahora, podemos ampliar
la crítica al aplicarla a nuestros días.
Por esto el hombre en “Estado de Naturaleza” no concibe la distinción entre “ser” y “parecer”.
Lo que “es”, lo que hay, es
lo que “aparece o parece”.
Dicha distinción es absurda
para un hombre que no piensa porque no le hace falta.
En ese estado el hombre no
puede aparentar, pues un ser que carece de racionalidad, ambiciones, codicia
etc. no es capaz de defender ante nadie una apariencia que no es real.
Es como el niño, no necesita
aparentar.
No hay en él doble intención.
(Es la recomendación del
Nazareno: “dejad que los niños se acerquen a Mí….”, porque son lo que son, no
aparentan ser lo que no son, son los “limpios de corazón y de cabeza”)
En cambio, el “hombre
civilizado”, dice Rousseau, vive de “la opinión de los demás” pues al verse
reflejado en los ojos ajenos concluye que “lo que es, no es nada, y lo que
parece, lo es todo”.
Esto es lo que hace al hombre
un ser hipócrita, aparentar lo que no es para que la gente crea que así es él, y
le lleva a crear desigualdades con sus semejantes, pues pensará que los demás
también aparentan ser lo que no son, o que son distintos a como aparentan ser.
En el “Estado Natural” el hombre vive en un estado de armonía, logrado por dos sentimientos: “el amor de sí” y “la piedad”.
En el “Estado Natural” el hombre vive en un estado de armonía, logrado por dos sentimientos: “el amor de sí” y “la piedad”.
En otras palabras, el
instinto de autoconservación, y la identificación con el que sufre y rechazo al
dolor ajeno.
“Amarse a sí mismo” y “amar a
los demás”
(De nuevo el mensaje del
Nazareno: “amarás al otro como te amas a ti mismo”.
(Se supone que cualquiera se
ama mucho a sí mismo, pues igual a los demás)
Estos dos sentimientos puros
llevan al hombre a vivir de forma totalmente pacífica en el Estado de
Naturaleza, pues la piedad le impide obtener beneficios en detrimento del
resto.
Sin embargo, al entrar en “Civilización”
el hombre crea un sentimiento de “amor propio”, una “corrupción del amor de sí,
el amor a sí”, en el que ve a sus semejantes convertidos en instrumentos con
los que satisfacer su deseo de aparentar.
Esta corrupción, este cambio
del “amor de sí” a “amor propio” se da, según Rousseau, por la manera de entrar
en la cultura, la instauración definitiva de la propiedad privada, que destruye
el “todo es de todos” natural, y le lleva a degenerar este sentimiento de amor
de sí (amor a si mismo) a la vanidad (amor propio) fundamento de sentimientos
ruines como la vanidad, el egoísmo, la codicia y la lujuria…
Cuando este sentimiento aparece, la armonía y la paz que existían en el “Estado de Naturaleza” se diluyen, pues el hombre actúa de una manera y su conciencia, que aún conserva del “Estado Natural”, le reprocha su conducta pues le hace ser consciente de la posibilidad de haber actuado de otro modo.
Cuando este sentimiento aparece, la armonía y la paz que existían en el “Estado de Naturaleza” se diluyen, pues el hombre actúa de una manera y su conciencia, que aún conserva del “Estado Natural”, le reprocha su conducta pues le hace ser consciente de la posibilidad de haber actuado de otro modo.
Es decir, pese a que podamos
actuar de un modo u otro y el amor propio nos lleve a consideraciones egoístas
e individualistas, todavía, mediante la conciencia podemos conducir
racionalmente los sentimientos naturales para alcanzar la felicidad.
Pues, como hemos dicho, el
hombre en “Estado Natural” vive en armonía y el acuerdo que establece consigo
mismo el hombre civilizado al decidir actuar racionalmente respecto a los
sentimientos naturales le lleva a sentir la armonía de quien está en paz
consigo mismo y con su naturaleza.
Habría que señalar, por ultimo, la diferencia entre la “armonía existente de forma espontánea en el Estado de Naturaleza, con la propia del hombre civilizado que se ajusta a los sentimientos naturales mediante la razón, pues esta última tiene el mérito de quien decide ajustarse a estos sentimientos puros.
Habría que señalar, por ultimo, la diferencia entre la “armonía existente de forma espontánea en el Estado de Naturaleza, con la propia del hombre civilizado que se ajusta a los sentimientos naturales mediante la razón, pues esta última tiene el mérito de quien decide ajustarse a estos sentimientos puros.
La sexualidad, el amor
sexual,…aún no se manifiestan en el Estado de Naturaleza, sólo en el Estado de
Sociedad y es aquí donde puede aparecer la hipocresía, el aparentar, el
aparecer y parecer,…
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