ROUSSEAU Y EL AMOR.
Mientras los “ecologistas”
pueden tener/tienen razones para explicar (“dar razones”) de la salud y de la
enfermedad de la naturaleza (“ecos”), madre y madrastra, protectora y homicida,
los “ególatras” la adoran como a una diosa, a la que reverenciar y nunca
maltratar porque, más antes que después, nos devolverá el maltrato, y
multiplicado, y no de manera intencionada (la naturaleza carece de
intenciones), sino por necesidades de tipo físico.
Los románticos quedan
fascinados por la naturaleza, al tiempo que la teman, porque saben que por la
más pequeña grieta abierta en ella puede echar abajo todo un edificio, lleno de
gente o vacío, pero sin intención alguna, siguiendo la ley natural más
elemental.
¿Qué sería de nosotros si,
por la cultura, no nos hubiéramos introducido en el meollo, en el núcleo, de la
naturaleza, la hubiéramos conocido para así mejor poder dominarla y nos
hubiéramos impuesto a ella?
Pero tratarla y usarla
razonadamente no es abusar de ella, porque el maltrato se volverá contra el
maltratador y contra todos los que le rodean, lo que comprobamos a diario
cuando se construye en la falda de la montaña o el lecho, en ese momento seco
pero en otros tiempos caudaloso, de ese río.
Sólo hace falta, para
comprobarlo, esperar, darle tiempo al tiempo.
La misma naturaleza humana, el
hombre, dejado a su suerte, es y será un animal salvaje y con menor bagaje
defensivo que otros animales, más presa que depredador, a no ser que la cultura
(la educación, la lengua, el derecho, la moral,…) le pongan muros o carriles a
esa libertad, sin negarla pero sí encarrilarla, dirigirla,…
“Educar” viene de “e-ducere”
El amor no es algo natural,
como lo es la mera y simple cópula, sino una “construcción social y cultural”,
como lo es la “sexualidad”, no el mero “sexo”, que sí es algo natural, como lo
es el que existe y practican los animales.
Los animales no se aman,
sencillamente copulan, buscando y consiguiendo el placer del orgasmo en la
descarga del semen.
En la cópula no se busca
tanto el “dar” placer como “recibirlo”, en el amor, en cambio, se da y se
disfruta en la donación.
Al toro ni le va ni le viene
que la vaca disfrute o no del coito, él sólo quiere copular cuando la vaca esté
en celo y se lo permita.
Pero, entre dos personas, la
forma superior de relación no es tanto el contacto carnal como el sacrificio
mutuo buscando sólo el bien del otro.
“El verdadero amor es
inseparable de la generosidad” –pone Rousseau en boca de uno de sus personajes
en su novela “La nueva Eloísa” y es la educación uno de los temas principales
del pensamiento roussoniano, lo que pone más de manifiesto en su otra novela
“El Emilio”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario