Rousseau ve a los niños como
niños y no como “adultos cortos de talla”, “hombres en pequeño” (eso que las
madres consideran un logro “mi niño es ya un hombrecito”).
Algo totalmente novedoso,
característica de la modernidad, ya que durante toda la historia el niño ha
sido tratado, desde edades muy tempranas igual que a los adultos.
La educación debe
empezar por los sentidos y en contacto
con la naturaleza, (dirá y repetirá Rousseau) ayudándole al desarrollo de la
sensibilidad para que “sean Felices y Libres” como objetivos de la educación.
No “saber” sino “ser feliz”.
Por ello Rousseau desaconseja
el autoritarismo, el memorismo, la erudición,…trabas todos ellos a la libertad.
Ayudarle al niño a descubrir
verdades, no dárselas por anticipado y enlatadas para que las guarde en su
memoria y repetirlas.
Al enaltecer el espíritu, en
detrimento del cuerpo, Rousseau niega el impulso sexual como característica
distintiva de la naturaleza humana.
Es lo que trata en El Emilio,
una concepción cristiana de desprecio del cuerpo, material, el silenciamiento
del sexo, el alejamiento de la naturaleza a favor del espíritu.
El contacto directo y libre,
corriendo por el campo, subiéndose a los árboles o trepando por la montaña,
contemplando el nacimiento de las flores y de los animales, sin forzar el
surgir de la razón, esperando pacientemente que el niño pregunte y sin adelantarle
respuestas, ni dárselas cuando lo pregunte sino procurando que descubran las
respuestas por sí mismo, poniendo a su disposición los materiales adecuados,
sobre el sol y la luna, el aparecer nocturno de las estrellas,… Toda esa
curiosidad y búsqueda retardará, alejará durante más tiempo a los jóvenes de su
encuentro con el sexo.
Ese intenso contacto con la
naturaleza frenará el aparecer del deseo sexual.
Una educación que se precie
de serlo debe intentar retrasar la aparición del deseo sexual como uno de sus
objetivos.
Todo ello, sin embargo, fue,
tanto teórica como prácticamente, lo contrario de lo que fue su vida, sobre
todo su unión o vida en pareja con Teresa Lavasseur, tras las muchas mujeres
que pasaron por su vida.
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