Hace muchos, muchos años (ex
libris – 2 de Abril- 1.980) adquirí un libro, que me llamó la atención y no me
decepcionó, “El amor, las mujeres y la muerte”, de Arthur Schopenhauer, el
“filósofo pesimista” por excelencia, un hombre solitario, que ama la
tranquilidad y la calma, que siente miedo a los ladrones, a las enfermedades y
a la muerte, escéptico y cínico, irónico y sarcástico, que llega fácilmente a
la avaricia, a la desconfianza total y a la misantropía.
Capítulos sobre el Amor, las
Mujeres, la Muerte ,
la Moral. La
Religión, la Política ,…
(Jamás, en mi vida, he leído textos más misóginos que éstos del autor)
En el primer capítulo se
expone su teoría sobre el amor.
“El amor, no sólo está en
contradicción con las relaciones sociales, sino que, a menudo, también lo está
con la naturaleza íntima del individuo, cuando se fija en personas que, fuera
de las relaciones sexuales, serían odiadas por su amante, menospreciadas y
hasta aborrecidas”.
¿Quién, al menos, no ha oído
hablar del Kamasutra (y, si le ha tenido en sus manos, ha ido observando y
viendo las “posturas sexuales”), el antiguo tratado hindú sobre la sexualidad,
y que sostiene que el “Kama” (el deseo sexual) es uno de los medios para
alcanzar el Moksha (la salvación)?
Tanto las figuras de dioses
como de hombres ofrecen tal diversidad de acoplamientos sexuales que casi
parecen un catálogo de un sex-shop.
El cuerpo y la sexualidad son
aceptados, por toda la cultura hindú, como dos aspectos naturales de los
hombres desde que nacen hasta que mueren.
Ocurre, sin embargo que eso,
tan natural en Oriente (las cortesanas transexuales, la bisexualidad, la
sexualidad en grupo, y prácticas sexuales varias) era y casi sigue siendo algo
inconcebible en la cultura occidental, consideradas como aberrantes.
En la cultura hindú, en
algunas sectas, los oficios sexuales gozaban de respetabilidad religiosa. Las
mujeres estaban casadas con Dios y se dedicaban ritualmente a satisfacer las
necesidades sexuales de la sociedad.
Vivían dentro de los templos
o en sus proximidades y eran sumamente respetadas.
Toda esta cultura hindú
influiría sobre Schopenhauer y su concepto de sexualidad como un instinto
universal que está más allá de los individuos, al representar la perpetuación
de la especie.
La naturaleza, que en los
animales actúa de manera clara y manifiesta: hembra en celo-macho que la cubre
y su finalidad: la perpetuación de la especie, en el hombre no ocurre así: el
individuo (mujer-varón) busca la propia satisfacción y, si es época de ovulación
y no se ponen obstáculos, la preñez de ella se producirá y la especie
continuará.
Así como cualquier macho
cubre a la primera hembra en celo con que se tropieza, entre los hombres, en
general, la estrategia de la naturaleza es interponer el amor.
En el mundo animal sólo
existe atracción sexual, entre los humanos, además, existe el amor.
No cualquier varón con
cualquier mujer (a no ser sementalismo puro y mujer viciosa sexual).
Tanto la especie como el
individuo tienen su propio objetivo directo e inmediato, pero el objetivo
último es el mismo: perpetuar la especie.
Releyendo el libro arriba
indicado el autor no se dejó influenciar respecto a la mujer.
El hinduismo parte de una
igualdad básica entre los sexos, compartiendo las mismas posibilidades para
gozar del amor.
Schopenhauer, sin embargo,
destila misoginia.
Las mujeres son consideradas
como la trampa que la especie lanza a los varones para reproducirse y
perpetuarse.
No en vano su definición de
mujer: “animal que tiene cabellos largos e inteligencia corta”
Señala que la mujer tiene
una inteligencia menor en comparación a la del varón, una especie de
“miopía intelectual”.
Son las mujeres las que no se
pueden analizar de manera amplia un tema o situación, sino de manera muy corta
y en un tiempo presente.
Dice que son menos capaces en
el arte, que son mentirosas y traidoras.
Las mujeres por lo tanto no
están destinadas a los grandes trabajos o labores del mundo.
Su único propósito es la
reproducción de la especie.
¿Y el orgasmo femenino?
Generalmente no estaba bien
visto, sobe todo en el mundo occidental, con la influencia del Cristianismo y
su obsesión por la procreación para incrementar la grey de adoradores de Dios,
a la vez que conseguir feligresía obediente y fiel.
“No debería haber en el mundo
más que mujeres de interior, aplicadas a los quehaceres domésticos, y jóvenes
solteras […] que se formasen […] no en la arrogancia, sino en el trabajo y en
la sumisión”
"Necesitas sólo mirarla
de la manera en que está constituida, para ver que la mujer no se supone que
haga grandes labores, ni de la mente ni del cuerpo".
Luego de señalar que su
realización pasa por aceptar el sufrimiento del parto y la sumisión al marido,
añade:
"Las mujeres encajan
directamente como niñeras y profesoras de nuestra temprana infancia por el
hecho de que ellas mismas son infantiles, frívolas y cortas de miras; en una
palabra, ellas son niños grandes durante toda su vida - un tipo de estadio
intermedio entre la niñez y el hombre plenamente crecido, que es el hombre en
el sentido estricto de la palabra".
Argumenta en la misma línea,
que el hombre alcanza su madurez psicológica a los 28 años y la mujer a los 18,
razón por la cual el hombre llega más lejos en su desarrollo psicológico que la
mujer.
“La mujer carece de sentido de la justicia, en primer lugar porque no razona, y en segundo lugar porque al ser más débil que el hombre, la naturaleza la ha provisto con la estrategia del disimulo para defenderse.
“La mujer carece de sentido de la justicia, en primer lugar porque no razona, y en segundo lugar porque al ser más débil que el hombre, la naturaleza la ha provisto con la estrategia del disimulo para defenderse.
Es también un sexo no
estético (diminutas, hombros delgados, caderas anchas, piernas cortas...).
Carecen de sentido para apreciar la música, la poesía o las bellas artes, y
cuando lo hacen, es mera afectación (pone como ejemplo el parloteo de las
mujeres en los pasajes más sublimes de las óperas...)
"Que la mujer es por
naturaleza obediente al hombre puede verse en el hecho de que cada mujer que es
colocada en la no natural posición de completa independencia, inmediatamente se
une a un hombre, por quien se permite ella misma ser guiada y gobernada. Esto es
porque necesita un señor y amo. Si ella es joven, será un amante; si ella es
vieja, será un cura".
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