Para el filósofo el
matrimonio es un lento suicidio, y la vida marital, sexual, un lastre que
consume el tiempo que el filósofo ha comprometido a la filosofía.
Kant es filósofo y hace de
esa actividad su imperativo categórico, su alejamiento de las mujeres y de lo
sexual son un acto de virtud para preservar el tiempo necesario para la
filosofía.
Kant rechaza el matrimonio
después de haberlo analizado profundamente.
Él sabe que el comercio
sexual del matrimonio no alcanza a explicar ese desgaste vital que implica.
Se conoce la austeridad, el
gusto por la rutina, la regularidad de su distribución diaria del tiempo y la
trivialidad de su vida sedentaria.
Es conocida la forma tan
peculiar que tenía Kant de utilizar el tiempo (con un horario draconiano) y su
forma de vida sedentaria al extremo de que nunca le permitieron salir de su
natal Königsberg
Kant tenía sus hábitos (que
han pasado a la Historia
de la Curiosidad
o de la Rareza ):
“Todos los días su criado,
Lampe (trabajó para él durante 40 años, llevándole todos los asuntos prácticos),
lo despertaba cinco minutos antes de las cinco de la mañana, luego Kany se
sentaba a la mesa a las cinco en punto, bebía una o dos tazas de té, fumaba una
pipa y preparaba durante toda la mañana, hasta las doce cuarenta y cinco, los
cursos que impartía.
Entonces tomaba un vaso de
vino de Hungría y se sentaba a la mesa a la una.
Después de haber comido,
caminaba hasta la fortaleza de Friedrichsburg, ocho veces paseaba arriba y
abajo, siguiendo siempre el mismo camino, que fue bautizado por los habitantes
de Königsberg como “el paseo del
filósofo”.
Era posible saber la hora que
era sin necesidad de mirar el reloj, pues el filósofo pasaba siempre,
exactamente, a la misma hora.
Cuando sus paisanos se
cruzaban con él lo saludaban, ponían en hora sus relojes y, mirando al reloj de
la torre comentaba si éste adelantaba o atrasaba.
A las seis de la tarde,
después de haber leído los periódicos, reanudaba el trabajo en su estudio, que
conservaba siempre a una temperatura de quince grados y en donde se sentaba de
modo que pudiera ver las torres del viejo castillo.
Su meditación fue
interrumpida cuando el crecimiento de los árboles impidió un día tener a la
vista aquel panorama.
Los vecinos podarían el árbol
para que pudiera ver las torres.
Igualmente se cuenta que, en
clase, mientras explicaba, lo hacía con la vista fija puesta en el un botón de
la chaqueta de un alumno que se sentaba en primera fila.
Cuando, un día, ese botón se
le cayó, fue tal su nerviosismo al explicar que hubo que ser cosido de nuevo el
mismo botón, en la misma chaqueta del mismo alumno en el que se concentraba.
Ese paseo diario, y que
cuando llovía iba tras él Lampe con un gran paraguas, un día se le pasó porque
estaba enfrascado leyendo el libro recién publicado, el Emilio, de Rousseau.
Igualmente otro día un
constipado hizo que se lo perdiera, pero se dice que, cuando eso ocurría,
calculaba cuántas idas y venidas tenía que dar en el pasillo de la casa, con lo
que compensaba el paseo.
Decíamos, más arriba, poner
entre paréntesis sus devaneos amorosos, a pesar de que su cuerpo no le
acompañaba.
Existe una carta con una
proposición de una cita, en toda regla.
Es de María Carlota Jacobi,
casada, para encontrase en un jardín y redactada con un lenguaje simbólico
(¿sexual?).
En la carta se dice: “me he
permitido confeccionarle un cinturón (un estuche) para llevar la espada,
dedicado a Ud”.
¿Qué espada? ¿Qué sería ese
estuche?
“Lo esperaré allí para que mi
reloj marche al unísono”
¿Del reloj real del metódico
Kant en sus paseos, o del reloj que marca el comercio de un embarazo?
Además de que Kant visitaba
frecuentemente la casa de los Jacobi, por lo que no era un desconocido en la
casa, allí se reunían y se trataban amigablemente.
¿Era la carta de la
Sra. Jacobi un intento de ponerle los
cuernos a su marido con un conocido o su propósito era reírse de Kant si
acudiera a la cita?
Incluso habrá otro encuentro
entre ambos, antes de divorciarse “por haber cometido adulterio”
Sería en el palco del teatro,
al que acudían regularmente y que alquilaban los amigos cuando, juntos, acudían
a alguna representación.
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