ECONOMÍA
Sin números no se entiende la Economía , pero los
números son muy fríos y cuando se contextualizan muchas veces, y en general,
echan sangre.
“Para presentar la realidad económica me
encanta comenzar parafraseando a Bécquer:
¿Qué
es economía? ¿Y tú me lo preguntas? “Economía eres tú”
Estamos haciendo economía no
sólo cuando estamos despiertos, hasta dormidos, directa o indirectamente,
estamos haciendo economía, porque estamos gastando la electricidad del
frigorífico y la del despertador, nuestros pequeños ahorros están siendo
manejados por otros, aunque no les hayamos dado permiso para que lo inviertan
aquí o allí y puede ser que los perdamos, todo o parte, o que ganemos (cosa
rara).
Todos queremos disfrutar, y
cada vez más, de un buen “nivel de vida”, pero esto, en realidad, ha quedado
reducido a “nivel de consumo” de bienes y de servicios.
Pero pensemos. Sin economía
no podríamos vivir, pero la vida no se reduce a economía.
“Creo que lo más importante de nuestras
vidas no lo es”
La honradez, la ciudadanía,
la solidaridad, el amor,… los valores humanos son “gratis”
“Robinson Crusoe comía, planeaba su
ocio, distribuía el empleo de su tiempo, pero no hacía economía. Cuando optaba
por cavar en tierra un canalillo desde el manantial a su choza, en vez de ir
todos los días a buscar agua, estaba, sin duda, tratando de obtener la máxima
satisfacción con el mínimo esfuerzo, que es el objetivo atribuido
tradicionalmente a la ciencia económica. Pero también ése es un fin de la
técnica, y eso es lo que hacía Robinson, resolver un problema técnico más
propio del ingeniero que del economista”
La mayoría de los actos
humanos presenta algún aspecto económico, y ello ocurre cunado los ejecuta el
hombre en sociedad.
“El economista interviene cuando
convivimos con otros hombres, con los que intercambiamos bienes y servicios. Al
aparecer el negro Viernes empieza a haber economía en la isla de Robinson,
porque la economía es una actividad social: no es la práctica del hombre, sino
de los
hombres.
“Economía eres tú” es falso; la verdad
es: “Economía somos nosotros”
En la economía, generalmente,
está por medio el dinero: se intercambia el dinero por electricidad o por
carburante o por alimentos. Pero también puede haber un Banco de tiempo, un
banco de actividades, un banco de favores, donde el dinero está ausente y
seguramente, ese intercambio es más gratificante, por ser más humano.
A Adam Smith se le reconoce
como el “padre de la economía moderna” y es conocido, sobre todo, por su obra
“La riqueza de las naciones”, un estudio
acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza (temas que, por otra
parte, ya habían sido abordados por los mercantilistas y los fisiócratas, pero
sin el carácter científico de la obra de Smith)
La utilidad y el valor, sobre
todo desde Smith, son, para los economistas, tan centrales como lo es la salud
para el médico.
Pero, seamos sinceros y
asomémonos a la realidad ¿no será más abundante y más impresionante la pobreza
que la riqueza?
Asomémonos a la pirámide de
ricos y pobres a lo largo de los últimos siglos.
La lucha por la competencia,
como mecanismo de ganancia, ha tirado al suelo no a los pobres, que ya estaban
allí, sino a los un poco ricos que han sido arruinados por los ricos más fuertes.
La base de la pirámide ha
estado y está incrementándose por la caída de los vencidos.
La pirámide va
desdibujándose: menos ricos, pera cada vez más ricos, y más pobres y cada vez
más pobres.
“Una autoridad en la materia dijo, hace
cinco lustros, que los dos tercios de la humanidad sufren hambre crónica, y esa
afirmación no alude sólo a los pueblos primitivos, faltos de medios para explotar la naturaleza.
En Estados Unidos se decretó,
oficialmente en 1.964, una gran cruzada contra la miseria, y si el lector
quiere saber por qué le recomiendo la lectura del libro de Michael Harrington
“La cultura de la pobreza en los Estados Unidos”
En esta obra, el
investigador católico Michael Harrington establece una teoría de la pobreza
contemporánea como cultura que se perpetúa a sí misma, como modo de vida.
Los trabajadores no
calificados, los ancianos, las minorías, todos ellos seres humanos,
norteamericanos, gente que vive en un submundo económico en la nación más rica
del mundo, y de todas las épocas, aparecen en este libro en una descripción que
es a la vez reportaje y análisis.
Quizá el aspecto más
importante es la "invisibilidad" de la pobreza, la forma en que se ha
pasado por alto la enorme cultura de necesidad y desesperación que existe en
medio de la plenitud.
“Si la economía es lo que hacen la
mayoría de los Premios Nobel de Economía, cada vez soy menos economista (…)
En economía me importa mucho más la
gente que los bienes.
No se puede explicar lo que pasa con los
precios sin tener en cuenta la estructura social”
Alguien dijo que “el hombre
no existe, los que realmente existen son los hombres”.
Lo mismo podíamos decir con
la pobreza: “la pobreza no existe, los que realmente existen son los pobres.
“Los economistas no convencionales somos
quienes viajamos hacia el sur en un carromato tirado por un jamelgo y cuya ruta
pasa junto a la vía en que en ese momento hace una parada un tren de lujo
dirigiéndose hacia el norte.
Los colegas sentados en el tren le
invitan a que deje su carro y vaya con ellos.
La técnica que manejan es muy superior,
así como la velocidad y la comodidad durante el trayecto”
Es el humanismo de Sampedro
frente al “frío” estudio académico de los economistas al uso, manejando los
“fríos” números.
Desde el carro, con el
jamelgo, se ven y puede hablarse con ellos, con los pobres reales.
Desde el tren y cómodamente
sentado se suman y se restan cifras, la pobreza.
“A uno le gustaría viajar cómodo y de
prisa, y sentirse importante, instalado en una técnica rigurosa, pero no puede
subirse al tren porque éste camina, inevitablemente hacia el norte (es decir,
hacia la justificación y asentamiento del poder establecido), mientras que uno
quiere progresar, aunque resulte penoso, hacia el sur, es decir hacia el
conocimiento del cambio social para contribuir a él.
Por eso, cada hora de camino hacia el
sur, aunque sólo suponga cinco kilómetros de ruta insegura, es un inmenso
avance comparado con el camino que los otros han recorrido en su opuesto
objetivo. Pues mientras su progreso en el espacio es históricamente negativo,
nosotros avanzamos hacia el futuro.
Y eso implica negarse a servir intereses
establecidos –por caducos ya, y opresores-
para sumarse en cambio a las fuerzas profundas de la historia y vivirlas
en medio de la gente, por los campos y plazuelas.
Porque, como cantó Neruda, “no es hacia
abajo ni hacia atrás la vida”
Esto lo escribió en el número
1 de la Revista
de Estudios Andaluces, con el título “El reloj, el gato y Madagascar”, allá por
el año 1.983, muy lejos, todavía del 11M, pero que ya se le notaba por dónde
iba caminando.
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