domingo, 5 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (34) LA VACA.

LA VACA

“El ejemplo más directo, sencillo y, a la vez más ilustrativo del oficio de escritor es la comparación con una vaca.

Veamos. ¿Qué hace la vaca?
Imaginen Uds. la vaca en un prado, tan tranquila, detrás de una cerca, mirando a la carretera.
Por la carretera pasan infinitas cosas.
Pasan los labradores que van a labrar los campos, pasan los turistas, pasa la guardia civil, pasa el coche de línea,… Y la vaca lo mira yodo (…)
Los ojos de la vaca son asombrosos, son grandes, tremendos, son protuberantes, casi esféricos, se salen casi de las órbitas.
Además, están uno a cada lado de la cabeza, con lo que tienen, seguramente un campo, vidual, un gran angular que los humanos no tenemos. Un campo tremendo.
Los ojos de la vaca son sensacionales.
Y ¿quehacer la vaca viendo todo aquello? Se lo zampa. Lo observa todo.

El escritor también.
El escritor es un “voyeur”, confesémoslo de una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente.

El escritor lo ve todo, lo oye todo, lo huele todo –no digo que lo toca porque eso sería pasarme- pero el escritor, verdaderamente, es un cotilla.

Volvamos a la vaca.
¿Qué pasa con ella al cabo de un rato?
La vaca agacha la cabeza, arranca con sus dientes unas briznas de hierba, las mastica y se las traga.
¡Ah!. Pero como Uds. saben muy bien, la vaca es un rumiante…

El escritor actúa, también, como un rumiante: a todo lo que ha visto, todo lo que ha tocado y oído le da vueltas y más vueltas (…) Es decir, el escritor hace la mismo que la vaca: rumia lo que se ha tragado observando, le da vueltas, lo trabaja (…)

Resumiendo: el escritor, como la vaca, observa, rumia, transforma, convierte en sí mismo, escribe con lo que es: hace y se hace.

Y para que vean que mi metáfora es acertada, ¿qué pasa al final del día con la vaca?
Llega el dueño, se la lleva al establo, la ordeña y al día siguiente vende la leche y se queda con los cuartos.
Eso sí, deja a la vaca el diez por ciento, para que siga escribiendo (…)

Con un poco de imaginación, y sin mirarme al espejo, puedo verme aquí como una vaca consciente porque soy un escritor”

Con una diferencia, maestro, que el escritor también puede nutrirse con una hierva imaginaria, a la caza de palabras que adornen, poéticamente, el mensaje,

La vaca, además, sólo tiene ojos para lo de fuera, para lo que está ahí, frente a ella, mientras que Ud. maestro, puede hacer la comba con su conciencia y, con una mirada interior, puede “ver” sus sentimientos, sus anhelos, sus satisfacciones y sus frustraciones, y puede volcarlos en el molde del lenguaje.

Ud. puede ver a sus gancheros, con los ojos de su cuerpo, pero puede ponerles unos sentimientos u otros, unos amores o unas desconfianzas, que no son de los gancheros, propiamente, sino suyos, y que se los ha prestado.




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