LA VACA
“El ejemplo más directo, sencillo y, a
la vez más ilustrativo del oficio de escritor es la comparación con una vaca.
Veamos. ¿Qué hace la vaca?
Imaginen Uds. la vaca en un prado, tan
tranquila, detrás de una cerca, mirando a la carretera.
Por la carretera pasan infinitas cosas.
Pasan los labradores que van a labrar
los campos, pasan los turistas, pasa la guardia civil, pasa el coche de línea,…
Y la vaca lo mira yodo (…)
Los ojos de la vaca son asombrosos, son
grandes, tremendos, son protuberantes, casi esféricos, se salen casi de las
órbitas.
Además, están uno a cada lado de la
cabeza, con lo que tienen, seguramente un campo, vidual, un gran angular que
los humanos no tenemos. Un campo tremendo.
Los ojos de la vaca son sensacionales.
Y ¿quehacer la vaca viendo todo aquello?
Se lo zampa. Lo observa todo.
El escritor también.
El escritor es un “voyeur”, confesémoslo
de una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente.
El escritor lo ve todo, lo oye todo, lo
huele todo –no digo que lo toca porque eso sería pasarme- pero el escritor,
verdaderamente, es un cotilla.
Volvamos a la vaca.
¿Qué pasa con ella al cabo de un rato?
La vaca agacha la cabeza, arranca con
sus dientes unas briznas de hierba, las mastica y se las traga.
¡Ah!. Pero como Uds. saben muy bien, la
vaca es un rumiante…
El escritor actúa, también, como un
rumiante: a todo lo que ha visto, todo lo que ha tocado y oído le da vueltas y
más vueltas (…) Es decir, el escritor hace la mismo que la vaca: rumia lo que
se ha tragado observando, le da vueltas, lo trabaja (…)
Resumiendo: el escritor, como la vaca,
observa, rumia, transforma, convierte en sí mismo, escribe con lo que es: hace
y se hace.
Y para que vean que mi metáfora es
acertada, ¿qué pasa al final del día con la vaca?
Llega el dueño, se la lleva al establo,
la ordeña y al día siguiente vende la leche y se queda con los cuartos.
Eso sí, deja a la vaca el diez por
ciento, para que siga escribiendo (…)
Con un poco de imaginación, y sin
mirarme al espejo, puedo verme aquí como una vaca consciente porque soy un
escritor”
Con una diferencia, maestro,
que el escritor también puede nutrirse con una hierva imaginaria, a la caza de
palabras que adornen, poéticamente, el mensaje,
La vaca, además, sólo tiene
ojos para lo de fuera, para lo que está ahí, frente a ella, mientras que Ud.
maestro, puede hacer la comba con su conciencia y, con una mirada interior,
puede “ver” sus sentimientos, sus anhelos, sus satisfacciones y sus
frustraciones, y puede volcarlos en el molde del lenguaje.
Ud. puede ver a sus
gancheros, con los ojos de su cuerpo, pero puede ponerles unos sentimientos u
otros, unos amores o unas desconfianzas, que no son de los gancheros,
propiamente, sino suyos, y que se los ha prestado.
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