“Para lograr que las generaciones
venideras aspiren a algo más que al dinero, que sería un logro a largo plazo,
necesitamos educadores motivados en el corto plazo, pero como la motivación no
es cuantificable…”
Sampedro visitaba los
Institutos de Bachillerato que solicitaban su presencia para hablarles de
economía, de humanismo, de valores como la solidaridad, la cooperación, la
justicia,… en un mundo cada vez más desigual, menos moral, más injusto,…
¡Si hubiera sabido cómo la Administración
trabaja desmotivando al profesorado, quitándole autoridad ante los alumnos,
aumentando la ratio y el horario docente, cargándolos de burocracia, de
papeleo,…
…Hace algunos años, los periódicos
franceses contaban la auténtica historia de un pacífico loco que, en un
descuido, se escapó de la casa de salud donde su familia lo mantenía desde
1.914. Recorrió unas cuantas calles, aturdido por el monstruoso tráfico y, como
era mediodía, entró en un restaurante. Naturalmente, no llevaba dinero, pero
conservaba una cadena de reloj con un napoleón de oro y recordaba que con
bastante menos de esos veinte francos se había disfrutado siempre de verdadero
festines.
Su azoramiento fue indiscutible cuando
le presentaron una cuanta de mil doscientos francos y, sin atreverse a
protestar, desprendió la moneda de su cadena y se la entregó humildemente al
camarero, que se puso a cuchuchear con el patrón.
Cuando el pobre comensal esperaba ya el
escándalo resultó que, con toda cortesía, le aceptaban el pago y le devolvían,
además, dos mil francos.
¡Dos mil francos y una comida a cambio
de una moneda de veinte¡
El loco dejó los billetes sobre la mesa
y huyó a su encierro donde, al menos, se encontraba a salvo de los locos de
fuera.
¿Cómo no va a haber sufrido enormes
perturbaciones la economía si de ese modo se ha visto alterado el valor del
dinero, base de los cálculos y previsiones?.
En una de sus obras, ante la
pregunta de qué es lo peor para Ud. de este sistema, el protagonista responde:
“La entronización del dinero como medida
de todas las cosas; el reduccionismo y la mutilación de la vida que eso supone,
perdiendo lo mejor del hombre.
Porque la consecuencia es algo más grave
que el mero egoísmo.
Con el dinero como valor supremo no hay
grandeza para inspirar la epopeya ni la tragedia; no hay héroes contra los
dioses y el destino.
Se pierde el sentido de lo sagrado, que
se rebaja a rito y dogma, se olvida el deber, el sentido de la vida como
servicio…Alguien expresó así esas inmensas pérdidas:
“Con
el triunfo de la burguesía, el sagrado frenesí del éxtasis religioso, el entusiasmo
caballeresco y el sentimiento familiar han perecido ahogados en las aguas del
cálculo lucrativo”.
El Cristianismo había
mantenido y dignificado esas instituciones durante la
Edad Media , pero la burguesía poco a poco
fue relegándolas y en su lugar entronizando el nuevo dios, “San dinero”, y los
nuevos ritos y liturgias para el bien-vivir de esta vida. Ya nadie tenía prisa
por “morir” para resucitar en la otra vida eterna.
Pero, así como en el siglo
XIV las cuestiones de este mundo
quedaban en manos de la razón para solucionar sus problemas, relegando la fe al
ámbito meramente espiritual, fue la
Reforma la que, como una cuña, hizo romper el cristianismo
unidireccional en parte de la Europa Norte.
“Efectivamente, el dinero se vio
dignificado cuando Calvino, con su doctrina teológica, justificó que la riqueza
era grata a los ojos de Dios. Con ello se revalorizó el dinero, censurado
tradicionalmente por la
Iglesia que consideraba el oro como un peligroso germen de
vicio.
Pero Calvino enfocó la necesidad del
trabajo y del esfuerzo constante, alentando las actitudes cada vez más
emprendedoras de las fuerzas burguesas. En aquella época florecieron los
banqueros y mercaderes. Prestando fuertes sumas a reyes y nobles, ganaron en
influencia política y social sobre las decisiones colectivas”.
De nuevo Quevedo, con su
pluma sacó la fotografía:
“Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero”.
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero”.
Y ésta es la explicación.
Tras el descubrimiento del nuevo continente y su
posterior colonización y explotación, América se convirtió en el principal
origen de los metales preciosos. El dinero tiene un origen exterior pero se
gasta en España, principalmente en las campañas militares europeas que la Monarquía dirigía contra
los turcos, los protestantes y los enemigos de los Habsburgo.
Quevedo nos comenta que viene a morir en España, en
el sentido de que realmente los que mueren son los soldados de los Tercios,
debido a estos compromisos.
Los Tercios, creados por Gonzalo de Córdoba, “el
Gran Capitán”, en la primera mitad del siglo XVI, siguieron siendo en tiempos
de Quevedo y hasta Rocroi, el ejército profesional de élite, dominador
táctico-militar de los campos de batalla en toda Europa.
Aunque se ha creído que las riquezas de Las Indias
se acumulaban en Sevilla, en la simbólica Torre del Oro, lo cierto es que
Quevedo lo desmiente al decir que el dinero en realidad dónde se entierra es en
Génova. La Monarquía
estaba en deuda con numerosos banqueros genoveses, como los Spínola, los
Centurione, los Strata, los Pallavicino, los Pichinotti y los Balbi. Ya desde
Carlos I, el Imperio se encontró en permanente endeudamiento con estas familias
de banqueros extranjeros
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