EL DINERO
Todos sabemos que, a pesar de
que creamos y los políticos se lo crean, que son ellos los que mandan, los que
gobiernan, los que legislan,… en realidad quien hace todo eso es “el dinero”,
“las fuerzas económicas”.
Aunque no lo creamos ni lo
digamos, seguimos pensando marxiana y marxistamente: “las superestructuras
(política, jurídica,…) se asientan en la infraestructura (la economía)”
Ésta es la que, si no
determina, sí condiciona muy intensamente todo el edificio social.
“Pese al desprestigio actual de los
políticos, es mucho peor que mande el dinero. (Porque) al dinero no le
interesan los valores humanos, no se preocupa por las variables y las
relaciones humanas”.
El dinero.
El origen de su nombre
proviene del latín, de los romanos.
“Dinero” proviene del latín
“denarium”, moneda romana.
“Salario” proviene del latín
“sal” porque los saldados, sobre todo, y los trabajadores cobraban en “sal”
esencial para conservar los alimentos.
“Pecunia-pecuniario” proviene
del latín “pecus-ris”, “ganado”
“Poderoso caballero es don
dinero” – ya nos los anunció nuestro Quevedo
“Madre,
yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero”.
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero”.
Quevedo hace una deificación
o santificación del dinero, al que se tiene que humillar, como si se tratara de
un rey o un dios.
Supone una humillación social
ante lo máximo y omnipotente.
Para Quevedo, el hacer dinero
“amarillo” se convierte en una enfermedad.
Quevedo sigue vivo en nuestro
mundo.
“Cuando decimos que “el tiempo es oro”,
que es como decir que “el dinero es la medida de todas las cosas” estamos
reduciendo todo a lo que da el oro, al dinero, a términos económicos.
EL TIEMPO NO ES ORO, EL TIEMPO ES VIDA (Frase que ya se ha hecho frontispicia y unida a
Sampedro)
Y reducir el tiempo a dinero es reducir
vida a dinero. Equivale a decir: “lo que no da el dinero, lo que no vale
dinero, no importa, no es vida” lo cual es un reduccionismo economicista
absolutamente aberrante; es confundir una economía de mercado con una sociedad
de mercado.
Vivimos en una sociedad que da valor a
lo que no tiene precio en el mercado y no valore lo que no lo tiene”.
Ya nos lo había dicho D.
Antonio Machado:
“Todo necio confunde valor y
precio”
Y si es cierto que muchas
cosas materiales se alcanzan con más facilidad con dinero, no es menos cierto
que esos elementos que hacen nuestra vida más auténtica no se compran.
La familia, la salud, una
palabra amiga, un gesto de consuelo cuando estamos mal, un abrazo, un “lo
siento”, una llamada de alguien querido, no son valorables en dinero y su
valor es incalculable.
“Y, repito, no estoy en contra del
dinero ni del mercado; estoy en contra del abuso del dinero y de la ausencia de
control sobre las empresas”
Pero el dinero que maneja el
liberalismo económico no es dinero-papel, sino el “dinero electrónico” (como
explicamos al final de este artículo), el que en un segundo pueden movilizarse
millones de euros a miles de kilómetros de distancia, comprando, vendiendo,
intercambiando,… y siempre buscando la plusvalía, la diferencia, la ganancia.
Y todo al golpe de tecla y
sin moverse de la mesa del despacho.
Éste es el gran generador de
las desigualdades económico-sociales.
Que el dinero es necesario
para vivir nadie lo pone en duda, porque no se vive sin cosas y éstas cuestan
dinero. Pero vivir bien, el bien-vivir, la felicidad,… no se consigue con
dinero porque es gratuita y reside en cosas sencillas, a mano, como un beso, una
caricia, un abrazo…
¡Cuánto desarrollo científico
y tecnológico y cuánto atraso moral¡
¡Cuánto progreso
unidireccional y cuánto regreso humano, social, moral,...
¡Cuánto crecimiento económico
y cuánta desigualdad¡.
“El desarrollo se acaba quedando en puro
desarrollo económico. ¿Por qué? Porque es lo que interesa en una civilización
cuyo Dios es el dinero y que ha hecho –como decía Marx, y en esto tenía razón-
de todo una mercancía”.
Mercantilización de la
persona.
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