domingo, 12 de febrero de 2017

ACOMPAÑAND A J.L. SAMPEDRO (37-3) EL DINERO


Pero cuando hablamos de dinero todos, y yo el primero, pensamos en las monedas que llevamos en nuestros monederos, en los billetes de mucho colores según su valor, en los cheques que entregamos o nos entregan, y poco más.

Lo cierto es que lo que ya no vale es la palabra, “la palabra de honor”, porque no se admite como moneda (el honor ha quedado relegado como promesa de pago, la palabra que vale, la única es la “palabra escrita” la firma y, a veces, con restricciones).

Voy a comprar y pago con un billete de 20 euros y el vendedor me lo acepta como medio de pago, pero no es porque se fíe de mí, sino porque viene firmado (palabra escrita) nada menos que por el Banco de España, que garantiza el valor de ese billete y, si alguien quiere comprobarlo directamente, no tiene más que ir al Banco de España y se lo confirma o se lo devuelve en monedas.

Pero si voy a comprarme el piso ni le vale a la Inmobiliaria mi “palabra de honor” ni le vale “el cheque” por mí firmado, debe venir “conformado” por el Banco, que es el encargado de “confirmar” que, al menos la cantidad expresada en el cheque está en mi poder, pero que antes de “firmarlo-conformarlo-confirmarlo” me la retira para entregársela a la Inmobiliaria en cuanto ésta proceda a cobrarlo.

El dinero es el común denominador de la vida moderna, es una fuerza invisible que permite intercambiar los bienes y servicios de la comunidad, saldar deudas, y todo, de forma ágil y precisa.

Pero, dinero es cualquier cosa que los miembros de una sociedad estén dispuestos a aceptar como pago de bienes y servicios.
El dinero es el intermediario en el proceso de cambio.

Ya hemos indicado que, en un principio, el intercambio era el Trueque, cosa por cosa (trigo por cebada), o cosa por persona (casa por persona), o animal o animales por animal (una vaca por 10 cabras).
Este denominado “dinero-mercancía” tenía un valor en sí mismo, tanto un “valor de uso” como un “valor de cambio” (la sal, el tabaco, el cacao, el ganado,…)
Pero para utilizar el trueque es necesario que exista una doble coincidencia de deseos y necesidades entre las personas.

Cosas que se utilizaron para el trueque como medidas de valor o patrón de referencia: la sal, el arroz, el maíz, el vino, las conchas, las ostras, los guijarros de cuarzo, las herramientas agrícolas, el ámbar (resina fósil), animales, plumas exóticas, pieles, especias,… siempre dependiendo del lugar en el que se comercia con el trueque.

Estoy, en este momento, releyendo un libro que lleva por título “Mil millones de mejillones”, de Fernando Trías de Bes.
Se encuentran en una isla varios personajes de la política mundial y proponen el trueque como moneda de cambio. Coco por agua. Pero no se ponen de acuerdo, porque cuando uno tenga hambre el otro, quizá, no tenga sed, así que lo descartan.

El sábado 24 de Julio los habitantes de la isla (Sarkozi, Carla Bruni, Zapatero, Obama, Hugo Chávez (que propone las piedras), Trichet (que dice que en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial escogieron cigarrillos, pero Zapatero dice que en nuestra isla no hay cigarrillos), Berlusconi, Greenspan…)
Es Greenspan quien propone que se utilicen las conchas de mejillón que hay por la isla. Ganan los mejillones.

El libro describe situaciones cómicas de la vida corriente que suceden con los mejillones.

Pero a medida que las sociedades se tornaban más complejas era incómoda, incluso imposible, la forma de intercambiar por trueque.

Entonces apareció el “dinero-metálico”, la moneda, más fácil de transportar, más portátil y que tenía que ser duradera, para poder intercambiar por bienes y/o servicios y que, aunque también tenía un valor intrínseco nada que ver con el “dinero-mercancía”.
Fueron el bronce, la plata y el oro los metales utilizados en la creación de las monedas y su valor era distinto, desde el menor, el bronce, hasta el mayor, el oro.
Y cuando la moneda era el resultado de una composición su valor dependía del porcentaje que cada metal estaba presente en la moneda.

Luego apareció el “papel-moneda” o la “moneda de papel” que sólo tenía un valor de uso en el intercambio pero dicho valor tenía que venir avalado por los bancos, primero locales (por lo que muchos se arruinaron) pero, sobre todo, nacionales.
Comenzó a usarse en China, en el siglo IX d. C.

En Occidente este dinero apareció en el siglo XIV, con los “Bills of Exchange” (órdenes de pago escritas, pagaderas a determinadas personas en determinados lugares. Eran pagarés o promesas de pago.

Pero hubo que esperar al siglo XVII a que el uso del papel-moneda estuviera normalizado.
En el billete que a diario usamos su valor viene garantizado por el Banco de España, lo que no poseen los “falsos billetes” no avalados por ninguna entidad.

El “dinero-bancario” o cheque, pero “conformado-confirmado” por el Banco, y del  que ya hemos dejado expresado más arriba.

Y, finalmente, y ahora es lo que prima, el “dinero electrónico” o “dinero plástico”, como son las tarjetas de crédito o débito, los cheques elect
rónicos, las cuentas electrónicas,…


Desde el teléfono puedes hacer pagos y transferencias, incluso moverlo por todo el mundo, hasta en Paraísos Fiscales, para ocultarlos y no tener que pagar impuestos.

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