Pero cuando hablamos de
dinero todos, y yo el primero, pensamos en las monedas que llevamos en nuestros
monederos, en los billetes de mucho colores según su valor, en los cheques que
entregamos o nos entregan, y poco más.
Lo cierto es que lo que ya no
vale es la palabra, “la palabra de honor”, porque no se admite como moneda (el
honor ha quedado relegado como promesa de pago, la palabra que vale, la única
es la “palabra escrita” la firma y, a veces, con restricciones).
Voy a comprar y pago con un
billete de 20 euros y el vendedor me lo acepta como medio de pago, pero no es
porque se fíe de mí, sino porque viene firmado (palabra escrita) nada menos que
por el Banco de España, que garantiza el valor de ese billete y, si alguien
quiere comprobarlo directamente, no tiene más que ir al Banco de España y se lo
confirma o se lo devuelve en monedas.
Pero si voy a comprarme el
piso ni le vale a la
Inmobiliaria mi “palabra de honor” ni le vale “el cheque” por
mí firmado, debe venir “conformado” por el Banco, que es el encargado de
“confirmar” que, al menos la cantidad expresada en el cheque está en mi poder,
pero que antes de “firmarlo-conformarlo-confirmarlo” me la retira para
entregársela a la
Inmobiliaria en cuanto ésta proceda a cobrarlo.
El dinero es el común
denominador de la vida moderna, es una fuerza invisible que permite
intercambiar los bienes y servicios de la comunidad, saldar deudas, y todo, de
forma ágil y precisa.
Pero, dinero es cualquier
cosa que los miembros de una sociedad estén dispuestos a aceptar como pago de
bienes y servicios.
El dinero es el intermediario
en el proceso de cambio.
Ya hemos indicado que, en un
principio, el intercambio era el Trueque, cosa por cosa (trigo por cebada), o
cosa por persona (casa por persona), o animal o animales por animal (una vaca
por 10 cabras).
Este denominado
“dinero-mercancía” tenía un valor en sí mismo, tanto un “valor de uso” como un
“valor de cambio” (la sal, el tabaco, el cacao, el ganado,…)
Pero para utilizar el trueque
es necesario que exista una doble coincidencia de deseos y necesidades entre
las personas.
Cosas que se utilizaron para
el trueque como medidas de valor o patrón de referencia: la sal, el arroz, el
maíz, el vino, las conchas, las ostras, los guijarros de cuarzo, las
herramientas agrícolas, el ámbar (resina fósil), animales, plumas exóticas, pieles,
especias,… siempre dependiendo del lugar en el que se comercia con el trueque.
Estoy, en este momento,
releyendo un libro que lleva por título “Mil millones de mejillones”, de
Fernando Trías de Bes.
Se encuentran en una isla
varios personajes de la política mundial y proponen el trueque como moneda de
cambio. Coco por agua. Pero no se ponen de acuerdo, porque cuando uno tenga
hambre el otro, quizá, no tenga sed, así que lo descartan.
El sábado 24 de Julio los
habitantes de la isla (Sarkozi, Carla Bruni, Zapatero, Obama, Hugo Chávez (que
propone las piedras), Trichet (que dice que en los campos de concentración de la Segunda Guerra
Mundial escogieron cigarrillos, pero Zapatero dice que en nuestra isla no hay
cigarrillos), Berlusconi, Greenspan…)
Es Greenspan quien propone
que se utilicen las conchas de mejillón que hay por la isla. Ganan los mejillones.
El libro describe situaciones
cómicas de la vida corriente que suceden con los mejillones.
Pero a medida que las
sociedades se tornaban más complejas era incómoda, incluso imposible, la forma
de intercambiar por trueque.
Entonces apareció el
“dinero-metálico”, la moneda, más fácil de transportar, más portátil y que
tenía que ser duradera, para poder intercambiar por bienes y/o servicios y que,
aunque también tenía un valor intrínseco nada que ver con el
“dinero-mercancía”.
Fueron el bronce, la plata y
el oro los metales utilizados en la creación de las monedas y su valor era
distinto, desde el menor, el bronce, hasta el mayor, el oro.
Y cuando la moneda era el
resultado de una composición su valor dependía del porcentaje que cada metal
estaba presente en la moneda.
Luego apareció el
“papel-moneda” o la “moneda de papel” que sólo tenía un valor de uso en el
intercambio pero dicho valor tenía que venir avalado por los bancos, primero
locales (por lo que muchos se arruinaron) pero, sobre todo, nacionales.
Comenzó a usarse en China, en
el siglo IX d. C.
En Occidente este dinero
apareció en el siglo XIV, con los “Bills of Exchange” (órdenes de pago
escritas, pagaderas a determinadas personas en determinados lugares. Eran
pagarés o promesas de pago.
Pero hubo que esperar al
siglo XVII a que el uso del papel-moneda estuviera normalizado.
En el billete que a diario
usamos su valor viene garantizado por el Banco de España, lo que no poseen los
“falsos billetes” no avalados por ninguna entidad.
El “dinero-bancario” o
cheque, pero “conformado-confirmado” por el Banco, y del que ya hemos dejado expresado más arriba.
Y, finalmente, y ahora es lo
que prima, el “dinero electrónico” o “dinero plástico”, como son las tarjetas
de crédito o débito, los cheques elect
rónicos, las cuentas
electrónicas,…
Desde el teléfono puedes
hacer pagos y transferencias, incluso moverlo por todo el mundo, hasta en
Paraísos Fiscales, para ocultarlos y no tener que pagar impuestos.
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