miércoles, 22 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (43-2) ESCRIBIR ES VIVIR


Nureyev y Nietzsche.
Nietzsche y Nureyev.
  
Tampoco Sampedro:

         “No concibo un día sin pensar en ideas literarias, sin tomar notas, sin llevar mi cuadernillo, apuntar algo, discutirlo un poco…no, no me lo imagino. Ése es mi  caso personal y el de otros muchos autores”

No lo sabía, pero se ve que, sin saberlo, he copiado su manía, o su costumbre.

Y lo que no sabíamos:

         “Yo he escrito con tesón y perseverancia durante 40 años sin ser conocido como escritor. Era conocido como economista, Catedrático de Economía pero, además de ganarme la vida con mi trabajo de economista, me levantaba a las cuatro de la mañana para escribir novelas. Y pese a escribir y publicar unas cuantas, con buenas críticas y todo, a mí no se me consideró escritor hasta los años ochenta.
Escribir durante cuarenta años sin que el esfuerzo esté recompensado por éxito, ni por fama, ni por dinero, sólo tiene una explicación: que la recompensa consiste en la satisfacción íntima, en el “dolorido sentir”, en palabras de Garcilaso.
Al igual que Garcilaso de la Vega, tras un desengaño amoroso, escribió aquello de que “nadie me podrá quitar el dolorido sentir”, tampoco me podía ni me podrá quitar nadie el “dolorido sentir” de la creación de esas horas matutinas a lo largo de tantos años.
Yo me levantaba a las cuatro de la mañana porque era la hora en que ni yo molestaba a nadie ni a mí me molestaban, la hora en que no suena el teléfono y, en mi caso, la hora en que pasan las ideas”

A las cuatro de la mañana.
Yo, por el contrario, lo mío es trasnochar hasta las tantas de la mañana, con el móvil cerca (para familiares y amigos) y el teléfono descolgado para no tener que cabrearme con quien quiere venderme una vajilla o un seguro de vida.

Creo, maestro, que muchos días coincidirían su “levantamiento” con mi “acostamiento”.

“Se da la paradoja de que uno escribe para vivir su propia existencia que, a su vez, es el resultado de vivir otras vidas diferentes”

A veces creo que son las madres las mejores novelas vivas, que viven su vida viviendo, sobre todo, las oscilaciones de las vidas de sus hijos.

“Los escritores manejamos palabras, manejamos el lenguaje. Alguna vez he dicho que somos albañiles del lenguaje. Somos albañiles y nuestros ladrillos son las palabras”

Con la diferencia de que Sampedro sabe qué ladrillos (qué palabras escoger) para construir una casa, un tabique, un muro,… y los demás (los como yo) no lo sabemos.
Y qué plano (estructura de la novela, trama, desarrollo,..) es el adecuado para el tema elegido, y los demás (los como yo) no lo sabemos

“No sé muy bien por qué uno se dedica a escribir, cómo nace el escritor…Sé que en mi caso fue una necesidad vital.
Para mí, escribir no es un trabajo, es una necesidad vital. Escribir es un esfuerzo, un esfuerzo tremendo (…) pero no es un trabajo (…) El esfuerzo es dedicar tiempo, energía,…por el mero placer de crear o por pasión deportiva.
El trabajo sería eso mismo pero con la intención de venderlo en el mercado para ganarse la vida, para conseguir dinero, para comer, para vivir, o por afán de lucro.
La diferencia (entre esfuerzo y trabajo) lo establezco en la finalidad”

El trabajo siempre es oneroso y, generalmente, no grato. Se trabaja porque hay que ganarse la vida. El esfuerzo no, es algo gratificante. Se esfuerza uno por el placer de hacer lo que se está haciendo, pero si se reconoce ese esfuerzo ahí fuera, mejor que mejor, aunque no se lo busque.

“Hasta ese momento conocía el placer interior de la necesidad vital cumplida, pero “Octubre, octubre” añade el placer del reconocimiento a mi trabajo (¿o esfuerzo?) de escritor en la sombra desde los años cuarenta hasta los ochenta. Al fin, sin dejar de ser economista (yo: trabajo) el mundo se entera de que soy escritor (yo: esfuerzo)”

“Mi forma de escribir es poner el oído para adentro y tratar de escuchar…Mi problema no es el resultado, sino el camino…Necesito creerme la historia que cuento porque si no me la creo yo, menos se la va a creer el lector. Para ello…apoyarme en el dato (cinco años acumulando datos históricos para escribir “La vieja sirena”. El segundo mecanismo es mi propia vida interior.. Si cuento cosas que yo creo que vivo, entonces me lo creo, pero…no es que yo escriba lo que vivo, es que yo vivo lo que escribo. Es muy diferente porque yo no lo he vivido antes y lo he escrito después…Por eso, cuando me preguntan si voy a publicar mis memorias respondo que ya las he ido publicando en novelas”.

Y la metáfora que usa es muy ilustrativa (y ya en otra reflexión anterior)

Escribir es mi enfermedad. Para bien o para mal, seré escritor hasta que me muera. Con tal de hacerlo, desnudaría mi alma sin pudor y pintaría las ajenas sin respeto. Ahondar el pozo, barrenar en los impulsos y en los símbolos. Ésa será mi única salvación posible. Si “analizar” sólo deja en las manos muertos fragmentos, músculos de carbón piedra, “escribir” es, en cambio, crear, encontrar eñl sentido de la vida.
Ésa es mi victoria, pero también mi cruz”

Como Nietzsche.
Y si escribir sobre sí mismo es confesarse, incluso desnudarse ante el público, escribir sobre los demás es ir dejando jirones de sí pegados a sus personajes.
En el personaje de la novela puede haber algo objetivo, real, aunque hay mucho inventado, bastante de la circunstancia perimetral y, queriendo o sin querer, seguramente inconscientemente, trozos de uno mismo.

¿Para quién o para quiénes escribe Sampedro?.

“Escribo para contar la historia de mi esperanza, de cómo la descubrí entre los hombres del río (…) Quiero ofrecerla a los asfixiados por tanto aire prefabricado (…) a los que no se dejan comprar por el automóvil o la gran cruz ni satisfacer por espectáculos para mayores…”

“Otra vez sin saberme ni encontrarme, Volviendo a escribirme a mí mismo, tanteando mis adentros. Reflejarme en el papel. Si no, ¿cómo seguir?”

“La máscara es el yo más verdadero; el yo elegido”

¿A qué escribir, entonces? Vaciarme será desangrarme, creí. Pero el vacío hay que construirlo.
Ya lo explicó Barbusse: “se comienza por escribir lo que creemos; se acaba por creer lo que está escrito”. Más aún si está impreso”

“Revivir no es vivir otra vez, sino volverse a vivir. Me revivo en mis novelas; no analizo”


“Reviviendo mi sensación de ser dos en uno: el que vive para escribir y el que escribe para vivir”

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