ESCRIBIR ES VIVIR
“La escritura se ha convertido en mi
forma de vivir, de conocerme, de explicarme a mí mismo (…) también escribo para
darme, para encontrar a otros, aunque me sirvo de la literatura para ello”
A mí me ocurre exactamente lo
mismo.
Escribo, en primer lugar,
para ordenar el desorden de mis ideas revoloteando entre las neuronas. No me
basta con ordenarlas mentalmente, porque luego no recuerdo el orden. Necesito
graparlas ahí fuera, para poder, en cualquier momento, revisar el orden, por si
tengo que reordenarlo.
Porque reconozco que soy un
maniático.
Cuando leo algo ya escrito,
con este invento con el que estoy haciéndolo, “marco, copio, corto, pego” no
paro de rectificar lo ya rectificado.
Si, además de eso, compruebas
que hay personas que entran en tu blog y te matizan, te critican, les gusta, te
siguen,.. es un plus sobreañadido al placer de haberlo escrito.
“Mis novelas, que tardo años en
escribir, y de las que necesito hacer varias versiones, no las entrego a la
imprenta mientras creo que el filón no está agotado. Y mis dos primeras novelas
han esperado medio siglo para ver la luz.
No. Nunca tuve compulsión de publicar y,
de hecho, cuando las novelas se convierten en libro impreso, me olvido de
ellas, las dejo en manos de los lectores y vuelvo la mirada a mi interior”
Cualquiera que me vea a las
8,30 horas, cargado con mi mochila camino del gimnasio y con una libretilla y
un lápiz en la mano, parándome en mitad de la acera para escribir esa idea que
revoloteaba en mi cabeza, o sentado en el banco del parque que, a diario, cruzo
antes de llegar a mi destino, escribiendo y escribiendo, debe de considerarme
un bicho raro, pero es un material que “ya lo he agarrado” y cuando abro el
ordenador lo grapo para que no se esfume.
Ya tengo un hito alrededor
del cual puedo seguir pensando.
Cuando alguien me pregunta
cuándo he escrito sobre cualquier tema, sobre La Desbandá , por ejemplo, lo
remito a Google y que le pregunte a él, porque yo sé que está ahí, pero no sé
donde.
Y a veces, cuando, queriendo
o sin querer, me tropiezo con aquel artículo que escribí para una revista me
retrotraigo a aquellos tiempos y rememoro situaciones. Y me siento satisfecho.
“La escritura se convierte, así, en una
manifestación de ese arte de vivir que es ser quien eres. Es decir, ser lo que
no sabes que vas a ser, porque todavía lo estás siendo”.
Ya lo había dicho Sartre:
mientras esté vivo estoy siendo y sólo el día que muera se podrá echar la raya
final de la suma y se podrá decir: “éste fue Sartre”.
Las piedras “son”, los
hombres son “siendos” y sólo el día que dejen este mundo se acabaron sus
gerundios, y aparecen los estáticos presentes.
“Hay escritores que exploran en su
interior y escritores cronistas de la realidad exterior. En lo que a mí respecta,
no hay distinción, es artificiosa. Un historia exterior a mí, que yo selecciono
para contarla, pasa a formar parte de mí. No sé tomar distancias, ni
objetivarla, ni quiero hacerlo” (…) Cuando me baso en una historia como la de
los gancheros de “El río que nos lleva”, me la apropio, los convierto en “mis”
gancheros y a la vez me hago a mí mismo al incorporarlos. No soy el mismo
después de meterlos en mí, me transforman y me revelo a través de ellos”
Es sólo una cuestión de matiz
entre historia interna e historia externa, pero no hay separación.
Yo necesito algo para hacerlo
mío y alrededor de lo cual poder seguir tejiendo con mi mente argumentos,
contra-argumentos, historias, detalles,.. pero soy incapaz de empezar a manchar
un folio en blanco, necesito que la mancha ya esté en él.
Ni escribir para ser famoso,
ni para salir en la tele, ni para ligar, ni para ganar dinero, ni… (¡hay tanto
programa basura en que mundólogos, macarras y calientapollas ganan, con una
intervención, más que un escritos que…a mí me da asco pero, como decía aquel: “
si hay mierda tiene que haber moscas”)
Escribir por amor al arte,
por el placer de escribir, por necesidad vital.
Nietzsche, en sus destierros
voluntarios, buscando un clima dulce, aprovechaba las servilletas (¿) de los
bares o recortes de papel de periódico para ir anotando ideas que le llegaban,
y cuando alguien le preguntó (-es lo que cuentan-) por qué escribía tanto, le
respondió: “¿es que acaso yo soy libre para escribir o para dejar de hacerlo?”
Necesidad vital.
Es lo mismo que cuenta
Sampedro del bailarín ruso Nureyev cuando una periodista le preguntó qué
consejo le daría a un muchacho o a una muchacha que quisiera dedicarse al
ballet: “si puede, que lo deje”, de lo que se deduce que para Nureyev la única
razón seria para dedicarse al ballet es no poder evitarlo.
Nureyev y Nietzsche.
Nietzsche y Nureyev.
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