jueves, 9 de enero de 2020

FLORILEGIO FILOSÓFICO: DE ESTO Y DE LO OTRO ( 6 - 3 ) FRAY LUIS DE LEÓN

FRAY LUIS DE LEÓN.

Durante mi vida universitaria, en la Salamanca de mi alma, mis compañeros y amigos, por las tardes solíamos ir a estudiar a las bibliotecas universitarias, unas veces a la de la Pontificia y otras a la de la Universidad Civil.

Solíamos pasar por el aula en la que Fray Luis de León, aula que se conserva exactamente igual como se encontraba cuando el monje agustino dio aquí sus clases.
Está cubierta por un techo de madera que se apoya en dos grandes arcos cuya luz iguala la longitud de la sala.
El aula es oscura, sus ventanas son escasas y pequeñas, por lo que la iluminación se realizaba con velas (hoy reemplazadas por bombillas).
Los pupitres sí son los originales y destacan por su sobriedad.

Su escultura está frente a la fachada plateresca.

Fray Luis de León que, en realidad, no nació allí, sino en Belmonte (Cuenca), en 1527.
Sus padres fueron Inés Varela y el licenciado Lope Ponce de León, letrado de Corte, cuya ascendencia cargaba el estigma de haberse encontrado a varios falsos conversos en su familia.

Parte del recelo inquisitorial contra el conquense procedería precisamente de este historial de conversos.

Cuenta la leyenda, que al volver el fraile de su reclusión por la Inquisición, inició la clase con la famosa frase: “como decíamos ayer…” (un ayer de años).

Pero ese “decíamos ayer», esa frase, Fray Luis de León jamás la pronunció tras ser procesado por la Inquisición.
La tradición pone en labios del fraile la frase «decíamos ayer» («Dicebamus hesterna die») al retornar a su cátedra tras años encarcelado, pero lo cierto es que la primera referencia documental a esta anécdota es de dos siglos después

La carrera profesional de su padre hizo que la infancia de Luis transcurriera por varias ciudades castellanas, hasta que, con catorce años, fue enviado a estudiar a Salamanca, donde su tío Francisco de León ejercía como catedrático de Leyes.

Allí ingresó en el convento de los agustinos tres años después.

De esta época arranca el gran enfrentamiento entre dominicos, los de San Esteban, (inquisidores) y agustinos, pero no por sus ideas, sino por razón de las competencias de cátedras.

El ambiente de crispación en la Universidad de Salamanca venía de lejos.
A él contribuye el sistema de oposiciones a cátedras, en las que intervenía decisivamente el voto de los alumnos, con un complejo sistema de recuento en el que había que considerar no sólo el voto personal, sino la calidad del votante, es decir, el haber cursado más o menos cursos; era frecuente la formación de grupos de presión, y los sobornos y fraudes no eran extraños.

Junto con ello, la polarización en la Facultad de Teología entre agustinos y dominicos, opositando por las distintas cátedras generaba en ocasiones conflictos y rencillas personales.

Es el mundanal ruido que constituye el entorno vital de fray Luis.

Serían los dominicos los que marcarían las pautas en la interpretación de Santo Tomás de Aquino y persiguiendo a quienes se saliesen de dicha interpretación.

Fue en 1572, cuando se produjo la denuncia y prisión, en las cárceles de la Inquisición, de Fray Luis.
Un proceso que, más allá de cuestiones teológicas, tenía como trasfondo los constantes pleitos que se vivían en la Facultad de Teología entre agustinos y dominicos, cada vez que salía a colación un puesto vacante en alguna cátedra.

Se les acusó de hasta diez cargos en primera instancia, a los que se añadieron otras nuevos a lo largo de los cuatro años que duró el proceso, en total 73, relacionados con la autoridad de la Vulgata, la posible traducción del Cantar de los Cantares al romance y otras cuestiones de carácter teológico.

Durante los cuatro años largos que dura el proceso, lento y minucioso, de marzo de 1572 a diciembre de 1576, fray Luis se enfrenta con entereza (pero, como no podía ser menos, también con momentos de flaqueza y de miedo) y denuncia la lentitud de la burocracia y la maldad de sus acusadores, la envidia y mentira de la que según la tradición -poco verosímil- dejó constancia en las paredes de las cárceles de Valladolid:

“Aquí la envidia y mentira //me tuvieron encerrado...”

Una anécdota no demostrada, como tampoco lo es que escribiera allí parte de su obra literaria, pues ni era el lugar propicio, pues no gozaba de ánimo ni de material (papel y tinta), ni tenía tiempo para escribir algo más allá de los largos memoriales de argumentación teológica en los que defendió su inocencia.

De vuelta a Salamanca en diciembre de 1576, se reintegra a la Universidad, pero como su antigua cátedra de Durando estaba ocupada en propiedad, la Universidad le ofrece una cátedra extraordinaria de Teología para que explique teología escolástica.

Ocupa esa cátedra hasta 1578 en que oposita y gana la cátedra de Filosofía Moral, en la Facultad de Artes.
Es un paso intermedio para llegar a la que era su verdadera aspiración: la cátedra de Sagrada Escritura, la misma a la que había opositado en su primer intento en 1560.
Ahora, en 1579, la gana, teniendo como rival a un hijo dominico de Garcilaso de la Vega, fray Domingo de Guzmán.

De nuevo la oposición se viste de pendencias entre agustinos y dominicos, y se rodea de la acusación de fraude en el recuento de votos.
Pero la chancillería de Valladolid falla a su favor y podrá desempeñar su docencia sin nuevos cambios de cátedra hasta el fin de sus días.

El 7 de diciembre de 1576 llega de Madrid sentencia absolutoria, recomendando que sea reprendido y advertido de la necesaria moderación y prudencia:

«El dicho fray Luis de León sea absuelto de la instancia de este juicio y en la sala de la audiencia sea reprendido y advertido que de aquí en adelante mire cómo y adonde trata cosas y materias de la cualidad y peligro que las que de este proceso resultan y tenga en ellas mucha moderación y prudencia como conviene para que cese todo escándalo y ocasión de errores, y que se recoja el cuaderno de los Cantares traducido en romance».

Todas las actividades de este gran maestro, agustino, están encuadradas en la dinámica de esta Universidad.

De esta época arranca el gran enfrentamiento entre dominicos, los de San Esteban, (inquisidores) y agustinos, pero no por sus ideas, sino por razón de las competencias de cátedras.

Serían los dominicos los que marcarían las pautas en la interpretación de Santo Tomás de Aquino y persiguiendo a quienes se saliesen de dicha interpretación.

En este sentido, Fray Luis de León, más que un miembro de la Escuela de Salamanca, fue una víctima de ella, dominada por los dominicos.

Sí recuerdo cuando, de estudiante en Salamanca, fuimos de excursión a la Granja agustina de La Flecha.

Era una granja del siglo XVI, perteneciente a la Orden de los Agustinos y ubicada a la orilla del Tormes, a 7 klms de Salamanca capital, junto al antiguo Camino Real a Madrid, a orillas del Tormes, en Aldealengua (Salamanca)

Allí descansaba Fray Luis de León de su cátedra y de sus encarcelamientos por la Inquisición y fue donde escribió algunas de sus más célebres poesías, como la “Oda a la vida retirada”.

“Del monte en la ladera //
por mi mano plantado tengo un huerto //
que con la primavera //
de bella flor cubierto//
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

(Fray Luis de León
Oda a la vida retirada)

 La Granja pertenecía al antiguo Convento de San Agustín de Salamanca, con origen en las tierras donadas a esta Orden por Fray Pedro Monroy en 1451.

La granja poseía casa de descanso para los frailes, viñas, huerta, aceña, oratorio, establos, corrales, palomar y vivienda para los trabajadores, siendo una de las posesiones más preciadas por los agustinos tanto por los productos que de ella extraían y que les abastecía de pescado y verdura en abundancia, como por servirles de lugar de recreo y retiro estival tras el duro curso académico de la Universidad de Salamanca.

"A cosa de una legua de la ciudad de Salamanca, junto al viejo camino real de Madrid, y a orillas del claro Tormes, se encuentra el deleitoso paraje de La Flecha, cuyo sosiego cantó el maestro Fray Luis de León”

Así hablaba Unamuno de La Flecha en 1902.

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