ÉTICA INDOLORA (PARA UNOS) –
ÉTICA DOLOROSA (PARA OTROS)
El libro de Lipovetsky se
titula: “El crepúsculo del deber” y el subtítulo: “La Ética indolora de los
nuevos tiempos democráticos” en el que expone la puesta de sol del deber moral
(el tan querido para Kant) y un amanecer sin deberes, sin obligaciones, sin
sacrificios,…un día moralmente indoloro.
Adiós pues a la época del
“camello” de Nietzsche, cargado con pesados deberes y sin quejarse, pasando a
la nueva era, alérgica a obligaciones y sanciones, exigencias, imperativos
morales,…
Vivimos, ya, en una sociedad
cansada de normas dolorosas y que respira, y se mueve, en una Ética que no
exige sacrificios, una Ética indolora.
Esta Ética indolora, que no
exige sacrificios, es una manifestación del “individualismo post-modernista”,
la moral triunfante en nuestras sociedades democráticas, ya asentada y
cimentada, sin marcha atrás y, ante el cual, sólo podemos desear e intentar
que, puesto que es “individualismo” que, al menos, sea “responsable” y que el
moralismo doloroso de las tradiciones cristiana y kantiana sea sustituido por
una Ética indolora, propia de un tiempo post-moralista.
Individualismo Responsable y
Ética Indolora.
Ya no es el “individualismo
posesivo” propio del capitalismo naciente, sino un “individualismo responsable”
o “neoindividualismo” que debe tener la sensibilidad suficiente para entender
que la Libertad ,
si no es Universal, no es libertad humana, que la Igualdad , como ausencia
de dominio, es una meta indeclinable, y que sin Solidaridad no puede haber ni
Libertad Universal ni ausencia de dominación.
Toda sociedad democrática
tiene/debe tener/debe tender a conseguir esas tres metas, lo que sólo puede
conseguirse con un nuevo “humanismo” y que el “individualismo”, aunque sea
“neo”, no puede conseguir ni la Libertad
Universal , ni la
Igualdad , ni la Solidaridad , porque no está en su núcleo y de
donde no está nada puede salir (los conejos, si salen de la chistera es sólo
porque ya estaban previamente allí o en sus aledaños).
Un individuo es –según la RAE – “cada ser organizado,
sea animal o vegetal, respecto de la especie a la que pertenece”, es decir, es
una unidad separable de las restantes en el seno de una especie.
Pero, hoy, además, respecto
al individuo humano, le añadimos que es “libre”, “independiente”, como la
piedra angular de la Ética y, más, ante el fracaso de los modelos colectivistas
y estatistas, que primaron a los seres abstractos (como el “Estado”, la
“Sociedad”) sobre los hombres de carne y hueso y sobre las asociaciones que
ellos mismo quieran formar.
Aunque sabemos que detrás de
ese Estado o esa Sociedad estaban individuos concretos, con sus nombres y
apellidos, manipulando al restos de los hombres en beneficio propio.
Los hombres concretos, los de
carne y hueso, sobre esos colectivismos, estatismos, nacionalismos abstractos
en que el individuo queda desdibujado, engullido, disuelto, como un número más,
como una pieza de una maquinaria (sustituible, pues).
Defender el carácter
intocable de todos y cada uno de los hombres concretos no sólo es lo contrario
del “colectivismo”, también es lo contrario del “individualismo”, porque somos
“individuos comunitarios”, somos “personas”
Ni somos números, disueltos
en la colectividad, ni somos átomos, sino personas, por lo tanto, sociales,
solidarios.
Llamar a un movimiento
antiguo y calificarlo de “neo” quiere decir que permanece en la misma matriz,
sea “neo-individualismo”, “neo-socialismo”, “neo-liberalismo”,.., aunque
quieran aparentar ser nuevas propuestas.
El “individualismo narcisista” de la época
post-moderna intentará satisfacer no sólo sus necesidades biológicas sito
también, y sobre todo, sus deseos, pero en una sociedad, con recursos
limitados, quien coge más de la cuenta resta para el resto de los mortales, que
ni siquiera satisfarán sus necesidades biológicas, por lo que sólo los más
hábiles y/o más fuertes serán los ganadores a costa de los demás, perdedores.
Si hay “fastos” para unos,
tiene que haber “recortes para otros”.
En vez de la buena voluntad
de los individuos –dicen- lo que importa es la responsabilidad de las
instituciones, en vez de la bondad de las personas, importa la inteligencia de
las organizaciones, y más vale contar con individuos egoístas, pero
inteligentes, cuyo interés pueda coincidir con el de otros que con altruistas
poco informados.
Es decir, los santos, los
héroes y los cordialmente buenos producen muchas veces una merma de bienestar,
a pesar de su buen corazón, y más vale que lo bueno acontezca que forjar una
buena voluntad.
Pero el “individualista
responsable” es menos perjudicial que el “individualista irresponsable”, que es
el que declina el pronombre personal: yo, mi, me, conmigo, para mí,…” y,
“después de mí, el diluvio”.
Obviamente, si la moral está
ya encarnada en las instituciones y en el derecho, se harán innecesarios los
sacrificios y las renuncias de las personas, los deberes y los altruismos.
Una sociedad inteligente
plasma en derecho y en ética aplicada las exigencias morales, de suerte que los
individuos puedan limitarse a exigir que tales derechos sean defendidos por
quien corresponda, sin necesidad de sacrificios, de santidad, de heroicidades o
de buenas intenciones.
En esto consiste una “Ética
indolora”
¿Estarían dispuestos, los que
reclaman, a respetar los derechos de los demás?
Habría que pasar de ese
“individualismo” a un “humanismo”, de corte personalista, para poder hablar de
responsabilidades.
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