ÉTICA, ECOLOGÍA Y
EMPOBRECIMIENTO.
Acabamos de celebrar La Cumbre del Clima, en Madrid
(por los problemas en Chile) y el resultado ha sido un gran chasco, una
decepción total.
Los principales países
contaminantes niegan el problema o lo minimizan, cuando es su desarrollo
industrial competitivo el principal, si no el único causante del deterioro
climático que, como nada sabe de fronteras, lo sufren los vecinos tanto o más
que los propios causantes, por lo que lo que podamos hacer las personas
concretas (reciclar depositando en los diversos contenedores los residuos que
generamos) es como creer (nos lo quieren hacer creer) que una tirita cura un
cáncer.
“¿Cómo puede Ud. comprar o
vender el cielo o el calor de la tierra? La idea resulta extraña para nosotros.
Si no nos pertenece la frescura del aire, ni el destello del agua, ¿cómo nos la
podría Ud. comprar? (…). ¿Dónde está el bosque? ¿Dónde está el águila? ¡Desaparecieron¡
Es el final de la vida, es el comienzo de la supervivencia.
Es la famosa carta del
cacique Seattle.
La revolución estudiantil del
Mayo francés, entre otros gritos o lemas, vociferaban, en directo o en las
paredes de las universidades.
Algunas de las consignas más
famosas fueron:
Seamos realistas, pidamos lo
imposible.
Paren el mundo que me quiero bajar
Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas.
El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón.
Trabajador: Tienes 25 años, pero tu sindicato es del siglo pasado.
Están comprando tu felicidad. Róbala.
Paren el mundo que me quiero bajar
Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas.
El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón.
Trabajador: Tienes 25 años, pero tu sindicato es del siglo pasado.
Están comprando tu felicidad. Róbala.
J. Bookhim, dirigente de la
revuelta estudiantil del 68 en Berkeley, afirmaba: “si no hacemos lo imposible
nos veremos confrontados con lo impensable”
Eso, no sólo ha comenzado,
está en pleno auge.
Lo “impensable” suponía la
destrucción de la naturaleza y lo “imposible” exigía ponernos todos (naciones,
empresarios, políticos, ciudadanos,…) de acuerdo para evitarlo y fomentar otro
estilo de vida distinto, más natural, menos agresivo, pero no porque
perjudiquemos a la “pobre naturaleza”, sino porque estamos perjudicándonos a
nosotros mismos.
La naturaleza no se queja, no
sufre, ella sigue y seguirá, con nosotros o sin nosotros, con seres vivos o sin
ellos, nosotros no le importamos a ella, pero ella sí que nos importa a
nosotros.
Somos conscientes de ello,
pero, como hemos iniciado esta reflexión, los principales maltratadores no se
consideran así y nada hacen ni harán para evitar el desastre.
ÉTICA (si no obramos
éticamente), ECOLOGÍA (estudio del hábitat (la casa) de los seres vivos y
EMPOBRECIMIENTO como consecuencia.
Si eludimos el comportamiento
ético, destruiremos nuestra casa, la naturaleza, y seremos más pobres,
perdiendo hasta la vida misma.
Las cosas han sido y son así
pero ¿no pueden las cosas ser de otra manera?
Necesitamos un cambio de
paradigma, un cambio de sensibilidad, unos hábitos nuevos de vida, pero, aunque
lo necesitemos y lo creamos no estamos por la labor.
LO ÚTIL.
Son tantos los avances
tecnológicos que nos permiten hacer tantas cosas (desde volar a comprar por
internet, desde el submarino a la video conferencia, desde… a …) este mismo
teclado que estoy aporreando (no quiero decir tecleando) y que si me equivoco
me corrige o me advierte o lo borro…(¿quién se acuerda de aquella Olimpia con
la que escribí la tesina de fin de carrera con el tippex (corrector de
escritura) en cinta o líquido …?)
Gracias al progreso técnico
hemos conseguido mejorar el nivel de vida, propio y de millones de personas.
Es comprensible, pues, que
tal progreso, disparado cada día, haya cegado con frecuencia otros caminos del
pensamiento, canalizando las mejores energías de la mente humana hacia los
saberes científico-técnicos.
La poesía parece ser un juego
de niños, un entretenimiento, no más.
La supeditación de la teoría
a la utilidad ha invadido la cultura actual llega al extremo de definir la
verdad por la utilidad.
El pragmatismo domina a
científicos y a filósofos.
La verdad como concordancia
de la mente con las cosas, independientemente de toda utilidad despierta hoy,
con frecuencia, menosprecio.
Pero esa orientación del pensamiento
hacia lo útil ha supuesto un grave empobrecimiento de las posibilidades de la
razón humana.
Hay que distinguir entre
“verdad” y “utilidad”.
Nuestra cultura occidental no
se reduce a los saberes que han contribuido a posibilitar la técnica actual.
Su matriz es mucho más rica.
El encuentro del hombre con
las cosas para descubrir su sentido, o para darles sentido, gana en calidad y
profundidad desde un pensamiento no utilitarista.
La vida humana, auténtica, no
implica una renuncia a la verdad por la verdad, a la belleza por la belleza, al
bien por el bien.
¿Para qué sirve la Filosofía ? –me
preguntaban mis alumnos y a los que les respondía que “para nada útil”, la
filosofía es “in-útil” porque no sirve para otra cosa distinta a ella.
Lo útil no tiene valor de
“fin” sino de “medio para” otra cosa.
El boli o este ordenador con
el que estoy escribiendo no es un fin en si mismo, es un medio que “sirve para
escribir” (éste es el fin, el objetivo, lo que se busca o se pretende
conseguir).
Los instrumentos son medios,
no fines.
Pero la crítica a la razón
instrumental no debe llevarnos al rechazo de los avances técnicos que nos ha
proporcionado el genio investigador y creativo del espíritu humano, porque sin
ellos, como medios útiles, no podríamos llegar a conseguir muchos fines.
La filosofía no sirve para
otra cosa distinta a ella misma, es “valiosa en sí”, no “valiosa para”.
Podríamos hacernos una
pregunta: ¿promueve la tecnificación la felicidad humana? ¿Somos más felices
cuanta más tecnología tengamos a nuestro alcance?
¿Cómo hacer que el actual
progreso técnico, imparable, se integre en una cultura favorable al hombre?
El pan es un alimento, pero
“no sólo de pan vive el hombre”.
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