domingo, 26 de enero de 2020

FLORILEGIO FILOSÓFICO: DE ESTO Y DE LO OTRO ( 9 - 3 )



ÉTICA, ECOLOGÍA Y EMPOBRECIMIENTO.

Acabamos de celebrar La Cumbre del Clima, en Madrid (por los problemas en Chile) y el resultado ha sido un gran chasco, una decepción total.
Los principales países contaminantes niegan el problema o lo minimizan, cuando es su desarrollo industrial competitivo el principal, si no el único causante del deterioro climático que, como nada sabe de fronteras, lo sufren los vecinos tanto o más que los propios causantes, por lo que lo que podamos hacer las personas concretas (reciclar depositando en los diversos contenedores los residuos que generamos) es como creer (nos lo quieren hacer creer) que una tirita cura un cáncer.

“¿Cómo puede Ud. comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? La idea resulta extraña para nosotros. Si no nos pertenece la frescura del aire, ni el destello del agua, ¿cómo nos la podría Ud. comprar? (…). ¿Dónde está el bosque? ¿Dónde está el águila? ¡Desaparecieron¡ Es el final de la vida, es el comienzo de la supervivencia.
Es la famosa carta del cacique Seattle.

La revolución estudiantil del Mayo francés, entre otros gritos o lemas, vociferaban, en directo o en las paredes de las universidades.

Algunas de las consignas más famosas fueron:

- Seamos realistas, pidamos lo imposible.
- Paren el mundo que me quiero bajar
- Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas.
- El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón.
- Trabajador: Tienes 25 años, pero tu sindicato es del siglo pasado.
- Están comprando tu felicidad. Róbala.

J. Bookhim, dirigente de la revuelta estudiantil del 68 en Berkeley, afirmaba: “si no hacemos lo imposible nos veremos confrontados con lo impensable”

Eso, no sólo ha comenzado, está en pleno auge.

Lo “impensable” suponía la destrucción de la naturaleza y lo “imposible” exigía ponernos todos (naciones, empresarios, políticos, ciudadanos,…) de acuerdo para evitarlo y fomentar otro estilo de vida distinto, más natural, menos agresivo, pero no porque perjudiquemos a la “pobre naturaleza”, sino porque estamos perjudicándonos a nosotros mismos.

La naturaleza no se queja, no sufre, ella sigue y seguirá, con nosotros o sin nosotros, con seres vivos o sin ellos, nosotros no le importamos a ella, pero ella sí que nos importa a nosotros.

Somos conscientes de ello, pero, como hemos iniciado esta reflexión, los principales maltratadores no se consideran así y nada hacen ni harán para evitar el desastre.

ÉTICA (si no obramos éticamente), ECOLOGÍA (estudio del hábitat (la casa) de los seres vivos y EMPOBRECIMIENTO como consecuencia.

Si eludimos el comportamiento ético, destruiremos nuestra casa, la naturaleza, y seremos más pobres, perdiendo hasta la vida misma.

Las cosas han sido y son así pero ¿no pueden las cosas ser de otra manera?

Necesitamos un cambio de paradigma, un cambio de sensibilidad, unos hábitos nuevos de vida, pero, aunque lo necesitemos y lo creamos no estamos por la labor.


LO ÚTIL.

Son tantos los avances tecnológicos que nos permiten hacer tantas cosas (desde volar a comprar por internet, desde el submarino a la video conferencia, desde… a …) este mismo teclado que estoy aporreando (no quiero decir tecleando) y que si me equivoco me corrige o me advierte o lo borro…(¿quién se acuerda de aquella Olimpia con la que escribí la tesina de fin de carrera con el tippex (corrector de escritura) en cinta o líquido …?)

Gracias al progreso técnico hemos conseguido mejorar el nivel de vida, propio y de millones de personas.

Es comprensible, pues, que tal progreso, disparado cada día, haya cegado con frecuencia otros caminos del pensamiento, canalizando las mejores energías de la mente humana hacia los saberes científico-técnicos.

La poesía parece ser un juego de niños, un entretenimiento, no más.

La supeditación de la teoría a la utilidad ha invadido la cultura actual llega al extremo de definir la verdad por la utilidad.
El pragmatismo domina a científicos y a filósofos.

La verdad como concordancia de la mente con las cosas, independientemente de toda utilidad despierta hoy, con frecuencia, menosprecio.

Pero esa orientación del pensamiento hacia lo útil ha supuesto un grave empobrecimiento de las posibilidades de la razón humana.

Hay que distinguir entre “verdad” y “utilidad”.

Nuestra cultura occidental no se reduce a los saberes que han contribuido a posibilitar la técnica actual.

Su matriz es mucho más rica.

El encuentro del hombre con las cosas para descubrir su sentido, o para darles sentido, gana en calidad y profundidad desde un pensamiento no utilitarista.

La vida humana, auténtica, no implica una renuncia a la verdad por la verdad, a la belleza por la belleza, al bien por el bien.

¿Para qué sirve la Filosofía? –me preguntaban mis alumnos y a los que les respondía que “para nada útil”, la filosofía es “in-útil” porque no sirve para otra cosa distinta a ella.
Lo útil no tiene valor de “fin” sino de “medio para” otra cosa.
El boli o este ordenador con el que estoy escribiendo no es un fin en si mismo, es un medio que “sirve para escribir” (éste es el fin, el objetivo, lo que se busca o se pretende conseguir).

Los instrumentos son medios, no fines.

Pero la crítica a la razón instrumental no debe llevarnos al rechazo de los avances técnicos que nos ha proporcionado el genio investigador y creativo del espíritu humano, porque sin ellos, como medios útiles, no podríamos llegar a conseguir muchos fines.

La filosofía no sirve para otra cosa distinta a ella misma, es “valiosa en sí”, no “valiosa  para”.

Podríamos hacernos una pregunta: ¿promueve la tecnificación la felicidad humana? ¿Somos más felices cuanta más tecnología tengamos a nuestro alcance?

¿Cómo hacer que el actual progreso técnico, imparable, se integre en una cultura favorable al hombre?

El pan es un alimento, pero “no sólo de pan vive el hombre”.

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