Nunca podrás tener en tu
mente (o muy difícilmente) la impresión, la noción de una “cadena” si sólo
manejas eslabones sueltos, aquí y allá, grandes y pequeños, redondos o
rectangulares…
“Divide y vencerás” –dijo
aquel genio militar, Julio César, el enemigo de Pompeyo y conquistador de las
Galias (ni Maquiavelo ni Napoleón, a quienes, también se les atribuye).
Si quieres que alguien no se
entere de algo, corta el contenido, el mensaje, en trozos sueltos y revueltos,
y no se enterará.
La producción en cadena, esa
estrategia capitalista de la mejora y de mayor rendimiento, en la que a cada
trabajador sólo le corresponde una acción de todo el conjunto (meter un
tornillo), otro introducir la tuerca, el siguiente apretarla, el siguiente…no
son consciente del todo del que su trabajo es una parte.
La excesiva, pero
deliberadamente fragmentada cantidad de información que recibimos, produce la
ausencia de la perspectiva de la realidad total.
Somos inconscientes de la
realidad económica y de la realidad político-social por estar manejando sólo un
eslabón de las mismas.
La realidad local no es la
realidad nacional y ésta no es la realidad mundial.
Y el que maneja y se
desenvuelve en la general no capta la realidad concreta de las naciones que la
conforman, como la realidad nacional, en sus cantidades nacionales pierde la
perspectiva de la realidad local, como el concejal de un Ayuntamiento, en su
tarea concreta (cultura, recaudación, seguridad,…) se mueve ajeno a la realidad
total local, pues su objetivo es ese eslabón que se le ha atribuido, perdiendo
la perspectiva del todo que es la cadena.
Los instalados en el todo en
el que se mueven y manejan quieren hacernos creer que el capitalismo liberal es
el único modelo económico posible y deseable, el único que garantiza la
continuidad con la democracia (y más, cuando modelos alternativos, mal
manejados, han fracasado al no llegar a buen puerto).
Se hace creer al ciudadano
que el rumbo de todo lo humano depende de unos parámetros económicos cuyo manejo
está más allá del alcance de la mayor parte de los hombres, de modo que se les
aboca a la pasividad y al individualismo, a obedecer, a cumplir lo ordenado.
Individualismo ilusorio, ya
que apenas queda espacio para la iniciativa privada en la hiperburocratización
y el corporativismo de la economía y de la política actual.
Vincular el sistema político
participativo a los meros índices de desarrollo económico es una peligrosa
falacia ya que la democracia, muy anterior a la revolución industrial y al
liberalismo, fue en su origen un producto de una inquietud filosófica centrada
en el hombre.
Es verdad que la buena marcha
de la economía siempre es un factor muy importante para cualquier sociedad,
pero convertirla en el dios al que todo debe ser sacrificado, ponerla en el
pedestal convertida en el becerro de oro,…
No hagamos de los medios,
útiles, los fines a conseguir.
La “cultura del fascículo”
(de lo que, en otros lugares he dejado escrito) es la estrategia perfecta para
engañar, para despistar, al sujeto, que queda incapacitado para captar el
argumento entero de la obra, la vida nacional entera al estar en las sucesivas
burbujas en que se desarrolla su vida ordinaria.
EL REY FILÓSOFO.
Era el ideal de La República de Platón:
“que los reyes sean los filósofos o que los filósofos fueran los reyes”.
Ese idilio entre la “ética
del filósofo” y la “política del gobernante” es la crónica de un “fracaso
sentimental”
Moralizar la política era la
panacea en orden a conjurar las corrupciones inherentes al poder.
Ya Maquiavelo habría de
rechazar como una quimera (ni siquiera utopía) ese sueño platónico, al
constatar el radical antagonismo entre una y la otra.
La “razón de Estado” y los
“criterios morales” eran incompatibles y el político tiene claro en qué
platillo de la balanza debe situarse.
Por eso Kant se conformaba
con que los filósofos morales “asesoraran” a los políticos gobernantes, a los
estadistas, tras constatar que resulta imposible simultanear ambos oficios
(diagnóstico que compartirá Max Weber).
Si la corrupción es inherente
al poder político ¿puede la política ser moralizada?
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