LOS NAZIS.
Monstruoso.
Todos sabemos (aunque existan
negacionistas) que uno de los más terribles sucesos del siglo XX fue el intento
de exterminio de toda una raza, la judía, por parte de los nazis.
¿De los nazis y/o del pueblo
alemán?
Y es que el antisemitismo
estaba profundamente arraigado en la sociedad alemana, donde era común la
noción de que había que eliminar a los judíos (así se explicaría que a Hitler
no le fuera difícil enrolar a un gran número de alemanes en la “solución final”
(y recordemos que Hitler fue elegido democráticamente en una elecciones libres)
El libro “Los verdugos
voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el holocausto” expone que los
exterminadores no fueron exclusivamente los hombres de las SS, ni los miembros
del partido nazi, sino ciudadanos alemanes de muy diversa condición, gente normal
y corriente, varones y mujeres que mataron brutalmente a los judíos, poniendo
en ello su voluntad y entusiasmo, convencidos de su buen obrar en exterminar a los
judíos, que eran alemanes igual que todos ellos.
(En España sabemos mucho de
ello, pues los franquistas, gente normal y corriente (no sólo los militares
golpistas y los falangistas) fueron los delatores de republicanos, por el hecho
de serlo, no por sus hechos).
Unos, simplemente, por ser
judíos, los otros, simplemente, por ser republicanos.
En otro libro, “La falsa
medida del hombre”, Stephen Jay Gould, expone una rigurosa denuncia de las
pretensiones científicas del racismo, lo que está muy extendido, hoy, en la
mente de los occidentales ante la llegada de la migración de otras razas (no
hace tanto tiempo que “ser negro” en USA era…).
El autor denuncia la falsedad
científica de estos planteamientos que han conducido en el siglo XX (como
acabamos de escribir más arriba) a las matanzas de millones de seres humanos y
que se pretende, hoy, perpetuar, lo que considera el autor una de las mayores
injusticias sociales actuales.
INTERÉS POR LA VERDAD.
En lo más íntimo de la
condición humana existe un verdadero interés por la verdad.
Pero ¿interesa la verdad por
su propio valor intrínseco o sólo como un medio para algo distinto de ella?
¿No será que la verdad tiene
una dimensión teórica (placer de saber) y un dimensión práctica (disfrutar de
lo conseguido) siendo, ambas, complementarias aunque, en la mayoría de los
casos sea la vertiente práctica la mejor atendida, pero ni es la única ni la
más propiamente humana?
Aunque hay dos modos de
entender el interés por la verdad: el que tiene interés y se dirige a conocerla
y el que tiene interés y se dirige a darla a conocer, el investigador y el
enseñante, interés cognoscitivo e interés comunicativo.
CRISIS DE LA MODERNIDAD.
Las sociedades europeas, tras
un largo proceso, han pasado de una cosmovisión cristiana del mundo, del hombre
y de Dios a una cosmovisión totalmente distinta, que quiere ser racional, y
nada más que racional.
A la larga (a la corta nunca)
son las ideas las que transforman las sociedades, sin poder ni tener que negar
el valor de otros factores (económicos, sociales, políticos, raciales,…).
La modernidad construyó sus
ideologías (lo que se ha denominado “grandes relatos”) pero la modernidad ha
entrado en una crisis profunda como denuncias los más grandes críticos de
nuestros días.
El conocer más, el dominar
más, no nos han hecho mejores sino, más bien, al contrario, al concentrase ese
conocimiento y ese poder en manos de unos pocos contra la gran mayoría del
resto del mundo.
Y, cuando aparecieron las
Sociedades Anónimas, en vez de las personas concretas, ese poder fue más fuerte
pero, al ser más difuminado, casi no había a quien disparar, a quien quejarse,
contra quien ir.
¿Quién era ese enemigo que
nunca daba la cara, que siempre estaba ausente?
Pero como estamos hechos, los
hombres, para la verdad y para el bien, tendremos que salir de ese marasmo que
nos envuelve y nos maltrata con unos nuevos proyectos, al menos de esperanza.
Necesitamos, todos, construir
sociedades más humanas, más fraternas, más…
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