domingo, 31 de marzo de 2019

PERO...¿ES QUE EXISTE DIOS? ( 2 )



¿Por qué la interpretación actual que de ella se hace va a ser LA interpretación, sabiendo que no puede ser la definitiva?.

Claro que si la revelación necesita ser constantemente interpretada es porque no se ajusta correctamente a la realidad, porque hay un desajuste entre lo que la letra dice, o parece decir, y lo que en la realidad vemos y de lo que de la realidad sabemos.
        
Que la mujer haya salido de “la costilla de Adán”, así, a bote pronto, parece un chiste, una broma, una impostura, eso es más que magia.
Por lo tanto habrá que interpretarlo.

Pero el conocimiento divino “interpretado” ¿es un conocimiento semejante al conocimiento científico?.

Lo que el intérprete dice que dice Dios ¿es lo que realmente dice o quiere decir Dios?.
¿Cómo podemos salvar este salto?.
¿Hasta qué punto el intérprete ha secuestrado, ha usurpado, la palabra de Dios haciéndole decir lo que nunca puede estar seguro de que lo sea?.

De muchos intérpretes han surgido fanatismos y fanáticos, fundamentalismos y fundamentalista, pero también han surgido los misioneros desprendidos y los teólogos de la liberación.

La revelación y sus diversas interpretaciones son un objeto que quema al tocarlo.

Ya en la prehistoria el hombre creía en los dioses pero, al mismo tiempo, también investigaba por su cuenta.

Cuando creía que todo lo que ocurría ocurría cuando Dios quería, como Dios quería y donde Dios quería, lo lógico, lo normal, era rezar, pedir que ocurriera lo que deseaba o necesitaba que ocurriera y que alejara lo no deseado y temido.

Pero comenzó a fijarse en la “regularidad” de la naturaleza y, poniéndose manos a la obra, comenzó a estudiarla, comenzó a aprender, soltándose de la mano de los dioses.
Comenzó a fiarse de sí mismo más que de Dios, sin renunciar a Él.

Como último recurso, Dios siempre estaba ahí.
Cuando no supiera y no pudiera, creería y Se lo pediría.

El hombre fue sustituyendo la “revelación” por la “investigación”; eso es el método científico.
Los filósofos solemos llamar a este salto el “paso del mito al logos” como origen del saber.

Los científicos ni afirman ni niegan la existencia de Dios.
Dios es un objeto que no cae en su campo de investigación, que no se somete a su metodología.
Dios, sencillamente, no es objeto de ciencia, por lo tanto, ni refutable (falsable) ni verificable (comprobable, constatable).

Lo único que dicen los científicos, en cuanto científicos, es que para poder explicar muchos fenómenos naturales y humanos no les hace falta la hipótesis Dios.

Si una mujer, quiere ser madre pero, por un defecto fisiológico, no puede quedarse embarazada, debe acudir a pedir ayuda a los científicos, no a los curas.
Y si ya no quiere tener más hijos debe acudir a los centros de salud más que a las iglesias.

Pero ¿por qué han metido a Dios en estos líos?.
¿Por qué no dejarlo tranquilo?.

Mucha culpa del descrédito de las religiones ha sido y es, precisamente, por todo esto.

Dios es “prescindible” en muchísimos de los problemas que nos afectan.

Y digo yo que ¿por qué no podemos interpretar la ciencia como un regalo de la divinidad?
Es decir, algo así como si Dios dijese: “ya sois mayorcitos de edad, ya  podéis defenderos por vosotros mismos, pensad, investigad,….
A Mí dejadme tranquilo, averiguadlo vosotros por vuestra cuenta”.

Claro que en Ciencia también hay cosas sagradas y una de ellas es: “todo conocimiento que quiera adjetivarse como “científico” debe ser compatible con el mundo experimental”.

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