¿Por qué la interpretación
actual que de ella se hace va a ser LA interpretación, sabiendo que no puede
ser la definitiva?.
Claro que si la revelación
necesita ser constantemente interpretada es porque no se ajusta correctamente a
la realidad, porque hay un desajuste entre lo que la letra dice, o parece decir,
y lo que en la realidad vemos y de lo que de la realidad sabemos.
Que la mujer haya salido de
“la costilla de Adán”, así, a bote pronto, parece un chiste, una broma, una impostura,
eso es más que magia.
Por lo tanto habrá que
interpretarlo.
Pero el conocimiento divino
“interpretado” ¿es un conocimiento semejante al conocimiento científico?.
Lo que el intérprete dice que
dice Dios ¿es lo que realmente dice o quiere decir Dios?.
¿Cómo podemos salvar este
salto?.
¿Hasta qué punto el
intérprete ha secuestrado, ha usurpado, la palabra de Dios haciéndole decir lo
que nunca puede estar seguro de que lo sea?.
De muchos intérpretes han
surgido fanatismos y fanáticos, fundamentalismos y fundamentalista, pero
también han surgido los misioneros desprendidos y los teólogos de la
liberación.
La revelación y sus diversas
interpretaciones son un objeto que quema al tocarlo.
Ya en la prehistoria el
hombre creía en los dioses pero, al mismo tiempo, también investigaba por su
cuenta.
Cuando creía que todo lo que
ocurría ocurría cuando Dios quería, como Dios quería y donde Dios quería, lo
lógico, lo normal, era rezar, pedir que ocurriera lo que deseaba o necesitaba
que ocurriera y que alejara lo no deseado y temido.
Pero comenzó a fijarse en la
“regularidad” de la naturaleza y, poniéndose manos a la obra, comenzó a
estudiarla, comenzó a aprender, soltándose de la mano de los dioses.
Comenzó a fiarse de sí mismo
más que de Dios, sin renunciar a Él.
Como último recurso, Dios
siempre estaba ahí.
Cuando no supiera y no
pudiera, creería y Se lo pediría.
El hombre fue sustituyendo la
“revelación” por la “investigación”; eso es el método científico.
Los filósofos solemos llamar
a este salto el “paso del mito al logos” como origen del saber.
Los científicos ni afirman ni
niegan la existencia de Dios.
Dios es un objeto que no cae
en su campo de investigación, que no se somete a su metodología.
Dios, sencillamente, no es
objeto de ciencia, por lo tanto, ni refutable (falsable) ni verificable
(comprobable, constatable).
Lo único que dicen los
científicos, en cuanto científicos, es que para poder explicar muchos fenómenos
naturales y humanos no les hace falta la hipótesis Dios.
Si una mujer, quiere ser
madre pero, por un defecto fisiológico, no puede quedarse embarazada, debe
acudir a pedir ayuda a los científicos, no a los curas.
Y si ya no quiere tener más
hijos debe acudir a los centros de salud más que a las iglesias.
Pero ¿por qué han metido a
Dios en estos líos?.
¿Por qué no dejarlo
tranquilo?.
Mucha culpa del descrédito de
las religiones ha sido y es, precisamente, por todo esto.
Dios es “prescindible” en
muchísimos de los problemas que nos afectan.
Y digo yo que ¿por qué no
podemos interpretar la ciencia como un regalo de la divinidad?
Es decir, algo así como si
Dios dijese: “ya sois mayorcitos de edad, ya
podéis defenderos por vosotros mismos, pensad, investigad,….
A Mí dejadme tranquilo, averiguadlo
vosotros por vuestra cuenta”.
Claro que en Ciencia también
hay cosas sagradas y una de ellas es: “todo conocimiento que quiera adjetivarse
como “científico” debe ser compatible con el mundo experimental”.
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