miércoles, 20 de marzo de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (37)



Y al naturalizarlo todo lo no natural deja de ser interesante, porque tampoco es ya útil.

Conocemos desde lo que necesitamos o pretendemos, reconocemos desde lo que somos y si sólo somos naturaleza y nada hay en nosotros como una chispa del alma, nos instalaremos en el mundo de lo calculable, de lo manipulable, de lo utilitario.

Nadie conoce a un humano en cuanto humano si sólo lo conoce como humano, si no se reconoce en él.
Ese reconocimiento mutuo en el otro, eso es lo sagrado, no el conocimiento de lo otro.
“Lo sagrado son los otros”
NO a la esclavitud, NO a la pena de muerte, NO al maltrato.
Las personas, por el mero y simple hecho de existir, tienen “dignidad” y no precio, son dignos y merecedores de respeto, porque no son cosas. Y ninguna cosa es respetable, aunque sea muy cara.

Lo sagrado ha sido lo que la Iglesia ha considerado “sagrado”: objetos sagrados, lugares sagrados, personas sagradas,… y en otras culturas han sido sagrados algún tipo de árbol, algún río, algún animal,…
Lo sagrado era lo “tabú”, lo prohibido, lo que sólo podía ser tocado o comido por el intermediario ante Dios.

Todavía recuerdo lo embarazoso del cura de mi pueblo cuando, dándole la comunión a una joven, la hostia se le cayó por el canalillo de la muchacha.
¿Cómo recuperarla sin tocarle los pechos?
O cuando la hostia se le caía al suelo y tenía que ponerse de rodillas y con una paño consagrado limpiaba y limpiaba para no dejar rastro alguno de la hostia en el suelo porque la hostia estaba consagrada y Dios estaba presente en la hostia, en su substancia, igual en un trocito que en la hostia entera, como igual de pan es un trocito que el pan entero. La cantidad es sólo un accidente.

Nadie que no fuese el sacerdote (“persona sagrada o consagrada”) podía tener acceso a tocar con las manos la hostia, el “cuerpo de Cristo”, lo que sería un sacrilegio (“Profanación de algo que se considera sagrado, especialmente cuando el profanador conoce el valor sagrado de lo que profana”).

El sacrilegio es, pues, una profanación (“Tratamiento ultrajante o irrespetuoso que se hace de algo que se considera sagrado o digno de respeto”), una transgresión ligada a esa creencia religiosa. En este caso por la creencia de que, tras la pronunciación de las palabras: “Éste es mi cuerpo y ésta es mi sangre”. Se producía el misterio de la transubstanciación y el pan dejaba de ser pan y el vino dejaba de ser vino y se convertían en la substancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo, siguiendo el modelo de la metafísica de Aristóteles de las categorías substancia-accidentes.

Y todo por la creencia de la autoridad eclesiástica, sin la posibilidad de la más mínima verificación.

Y como el sacerdote, lo es “in aeternum”, aunque colgase los hábitos seguía siéndolo y nadie podía despojarlo del sacerdocio por lo que, una vez secularizado, si pronunciaba las palabras sagradas creaba un problema hasta social.

¿Es que, para que algo sea sagrado, hay que apelar a instancias divinas o sobrenaturales, directa o indirectamente?

Lo cierto es que, si miras a la forma de pensar y de actuar de las personas parecen dividirse en dos bandos enfrentados: “fanáticos sin fronteras” frente a “pragmáticos sin fronteras” por lo que el encontronazo, manifiesto o latente, siempre está ahí.

“Pensar la vida, ésa es la tarea” o como afirma Ortega: “La realidad primordial, el hecho de todos los hechos….lo que me es dado es “mi vida” y mi vida es…hallarme yo en este mundo….en este instante….haciendo lo que estoy haciendo… “se acabaron las abstracciones” (ironía orteguiana).

La verdad es que, precisamente ahora, tras el hecho de los hechos, tras la vida, comienzan las abstracciones.

Pero, como he escrito en otro lugar, la vida, mi vida, tiene dos registros: el biológico (que tiene que ver con el cuerpo) y el biográfico (que hace referencia a la estructura entera cuerpo-alma-espíritu)

Podemos afirmar que nacemos por azar y que si seguimos vivos es por chiripa, porque las amenazas internas y externas nos reclaman constantemente para no dejarnos “guadañar”.

“Nos “nacen hombres” (biología), nos “hacen humanos” (un tipo de hombres según familia, sociedad, cultura,..), nos “hacemos personas” (Ése soy yo, mi yo, el responsable por haberme dejado llevar o por haber cortado con lo anterior y haber optado por este camino. Es mi “biografía” de la que soy el principal (si no el único) autor y responsable.

Primero somos “cuerpos” sólo después “humanos” y, finalmente “personas” de ahí que nadie se extrañe que primero sea la “higiene” y, sólo después, la “Ética”

La vida es del cuerpo (“biología”), sólo después, llegará la “biografía”, en un permanente y constante “feed back”

Lo valioso para la “vida” es lo que nos defiende de la enfermedad y del deterioro, lo “saludable” y nos resguarda de la muerte, alejándola, al menos un poco, retrasándola aunque sabemos que es inevitable y que al final…caeremos, todos, en el abismo, en la perdición, en la desaparición.
Vivir es luchar por sobrevivir, aplazar lo irremediable, aplazar la fecha de caducidad.

Son muchos lo que afirman que están dispuestos a dar su vida (lo más sagrado) por sus hijos, o por su Dios, o por un ideal, y no les importaría morir por ello.
Aunque parezca o sea una paradoja.

Si en lo biológico (en el cuerpo) lo opuesto a la vida es la muerte, y por eso se pelea, en lo biográfico, en la vida del espíritu, la vida incluye contar con la muerte.

¿Es más realista quien se atiene a lo corporal que quien se guía por el espíritu (que sería el idealista, el de la ensoñación?

Si el animal se apega al presente, si para él la vida es la supervivencia, es porque ignora la certeza de la mortalidad y la pelea por la vida es la estrategia de su “inmortalidad”, no morir, no dejarse matar, mientras vive es inmortal porque desconoce que, después, en un después más corto o mas largo, la muerte le llegará.
El animal vive el presente como una inmortalidad que no sabe que es provisional.
Él es sólo un “ejemplar” de la especie y no le afecta totalmente la vida o la muerte de sus congéneres, él es una realidad individual.

El hombre no funciona así, porque no sólo tiene cuerpo y sabe y anticipa la mortalidad que sabe que llegará, por eso podrá vivir más intensamente mientras está vivo, que es más que una mera supervivencia.

¿Y por qué conformarse con sólo vivir, en esta vida, sabiendo que morirá, cuando puede soñar, desear, anhelar otra vida, más dilatada (incluso eterna) y mucho mejor, tras esa muerte futura cuando se haga presente?

El hombre, que puede dar la muerte por descontada, cree en la otra vida tras la muerte.
Y cree en ella porque la desea.

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