viernes, 1 de marzo de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (27)



John Lennon cantaba: “Imagina un mundo sin Cielo, // con sólo firmamento sobre nosotros. Sin ninguna razón para matar o ser muerto”

Imagínate un mundo laico, en las alturas sin cielos, sólo estrellas, constelaciones,…y en el abajo sin infiernos, sólo Níquel y Hierro en el núcleo de la tierra, con una ética laica, poniéndote en el lugar del otro, donde reine la solidaridad, la ayuda, la justicia,…sin temor a ser asesinado ni  motivo, ni deseo alguno de matar a nadie.

Habríamos construido un paraíso en la tierra, y sin necesidad de dioses, de religiones, de morales religiosas,….sólo los Derechos Humanos como normas de conducta y hasta que la muerte nos guadañe.

¿Quién iba a decirnos, quién iba a imaginarse, que ya en pleno siglo XXI, con la ciencia y la tecnología invadiéndolo todo, las guerras más crueles serían “las guerras de religión”?
Y ya no de una religión, la islámica, contra todas las demás religiones, sino incluso en el seno de ella misma, entre versiones distintas o contrapuestas de la misma.
Incluso una guerra contra los Derechos Humanos a los que, tras llegar generalmente, en Occidente, a introducirlos en sus Constituciones, más o menos, sirven de acicate su cumplimiento y denunciable ante los tribunales oponerse a ellos o no ponerlos en práctica.

Los cambios sociales, incluso las revoluciones, no son ni instantáneas (milagrosas) ni de un día para otro, sino que suelen ser lentas hasta llegar a ser, aunque nunca totalmente definitivas, sí mayoritariamente aceptadas.

Pero una cosa son las ideas racionales y otra las creencias religiosas.
Si aquellas van aterrizando y asentándose por su utilidad y practicidad, éstas siempre han querido imponerse a espada y a fuego (y nunca mejor dicho), ahí están tanto las guerras de religión en el seno mismo del cristianismo entre católicos y protestantes, o contra creencias consideradas heréticas (albigenses, por ejemplo) o con las hogueras de la Inquisición.

Actualmente es el islamismo la religión bélica por excelencia, que puede quemar iglesias católicas o cristianas o escuelas, repletas de fieles o alumnos, arropándose en su fundamentalismo o entre sus dos grandes facciones en su seno mismo (sunitas o sunníes (más del 80% de los musulmanes) y los  chiítas (casi el resto, minoritaria), porque el número de los jariyíes es casi testimonial.

Ser “integrista”  es un escalón superior a ser “radical”, nada que ver ambos conceptos con ser “progresista”
Ser mesiánico o ser milenarista es querer levantarse, al día siguiente, con el mundo deseado ya establecido, nada de ir proponiendo proyectos e ir poco a poco avanzando en su consecución.
El mesiánico y milenarista ni quiere ni sabe de escaleras por las que subir para llegar, por etapas, sino que quiere que se establezca de golpe la Jerusalén celestial, el reino de Dios sobre la tierra (con Rusia convertida al cristianismo, que me contaban los curas de pequeño, y que era uno de los milagros de Fátima), el Islam universalizado, la justicia social establecida de una vez por todas y para siempre.

Y es que los milagros aparecen tras un chasquido de dedos, tras una palabra (“hágase la luz; y la luz fue hecha”; “yo te perdono en el nombre…y eres perdonado”, “éste es mi cuerpo y esta es mi sangre que…y tras la permanencia de los accidentes, se ha producido nada menos que la “transubstanciación”: la hostia de pan ácimo convertida en cuerpo de Cristo y el vino puro, sin agua, en sangre, aunque se vea, sepa, tenga el mismo color, peso, sabor…que antes del milagro).

Los jóvenes revolucionarios del Mayo del 68 veían bajo los adoquines que pisaban la nueva sociedad en términos económicos y sociales, bastaba con levantarlos,
Luego se darían cuenta que bajo los adoquines seguía habiendo cemento, asfalto,…

La secularización en las sociedades democráticas de Europa y de América se palpaba ya en el amanecer, y sin marcha atrás.
Por fin la Ciudad de Dios agustiniana ha sufrido la transubstanciación y ha surgido la Ciudad del hombre, y los “creyentes” de aquella convertidos en “ciudadanos” de ésta y todo no por milagro divino sino por obra humana y donde Dios no sobra, pero no hace falta pata instituir y establecer un orden social justo, o más justo, más humano, con sus normas de funcionamiento.
Era llegada la hora en que las Iglesias, como instituciones, podían retirarse a invernar, definitivamente.

Hoy comprobamos que todo fue un espejismo y que tras la calma deseada e intuida llegaría la tempestad, y no sólo con aguas mil, sino con sangre y con muertes.

Mientras los razonamientos políticos se debilitan, en nuestras sociedades democráticas, o se vuelven confusos, las creencias religiosas se refuerzan políticamente por el principio de la libertad religiosa en la que el islamismo radical se codea con la ciudadanía queriendo, exigiendo, caminar juntos, uno al lado del otro, como si caminar de la mano de otro ciudadano fuese equiparable a ir de la mano de un dios, que también está instalado no sólo en la mente, sino sobre todo, en el corazón y donde el concepto de “hermano” ha quedado restringido a los practicantes de mi creencia.

Incluso Jefes de Estado, en sociedades democráticas, que tienen la Biblia en la mesilla de noche, haciendo, o intentando hacer, políticas acordes con su creencia y, por tanto, bajo la excusa religiosa del enemigo y su atropello de los Derechos Humanos encendemos una guerra y nos apoderamos de sus riquezas, mientras el ambiente sigue humeando.

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