Aunque Dios no existiera no
todo estaría permitido (contra Dostoievski)
Aunque los Derechos Humanos
provienen de la cultura cristiana llegarán a romper con la religión y con la
sumisión a la jerarquía eclesiástica, obteniendo una autonomía ideológica y
moral (lo que el Papa, inmediatamente, condenó)
Querer atar al defensor de
los Derechos Humanos con la religión cristiana y si acepta a aquellos tiene que
aceptar a ésta es como defender que puesto que el “domingo” (“Dominus”,
“señor”) es el día de descanso para asistir a la liturgia y a los actos
religiosos y darle gracias a Dios, el ateo no tuviera derecho a ese día de
descanso, aunque no vaya a la iglesia a…
Los Derechos Humanos, tal
como son considerados actualmente, están desvinculados de la religión
cristiana.
Y no digamos de la religión
musulmana que, considerando que los Derechos Humanos eran eurocéntricos y
prooccidentales elaboraron su “Carta islámica de los Derechos Humanos” y que
comenzaba afirmando que Alá es el autor de la ley y la fuente de todos los
Derechos Humanos lo que, para ser viables, exigen creer en Alá y someterse al
Islam, admitiendo lo que el Corán expresa: mutilación para el que roba, la
sumisión de la mujer al varón,…y considerando como crimen capital la
incredulidad y la apostasía.
O sea, son el reverso de los
Derechos Humanos laicos y universalistas, nada que ver con dependencias de la
fe ni con sumisión a autoridades eclesiásticas.
La laicidad del Estado
democrático se establece sobre el principio de que la legitimación de las
instituciones ni necesita ni acepta una justificación teocrática, sino que
dicha justificación se basa en un fundamento cívico, que es la voluntad
libremente expresada por los ciudadanos.
En cuestiones políticas o
legales “Dios debe guardar silencio”, no se le debe preguntar, no es ni
necesario ni conveniente.
Yo le he expresado, muchas
veces, de forma interrogativa y dirigida a las autoridades eclesiásticas:
“¿Pero no pueden Uds. dejar de meter a Dios en estos asuntos, meramente
humanos?”
No ir contra Dios, sino
dejarlo aparte, además de que como Dios es ubicuo, igual está en una iglesia,
que en una carpintería, que en una agencia de viajes, que en la propia casa,
pudiendo contactar con Él en la intimidad.
La vertebración de la
comunidad democrática no se debe a ningún principio religioso, ni de ningún
altar ni siquiera de ninguna Patria, sino a la voluntad libremente expresada de
los ciudadanos.
Son los ciudadanos,
indirectamente, a través de sus representantes los autores y los destinatarios
de las leyes, en una plano de igualdad: iguales en la autoría a través de la
votación (cada ciudadano un voto) como en su destino: “iguales ante la ley”.
Para un laico la primera
verdad es la separación de Iglesia y Estado, de la esfera religiosa y de la
esfera política, porque en ésta caben todos los ciudadanos (sean creyentes,
ateos, agnósticos o mediopensionistas) en aquella sólo caben los creyentes.
Mientras el término
“laicismo/laicista” se toma como un extremismo anticlerical y enemigo de la
religión, el término “laico/laicidad” sólo denota la separación entre lo civil
y religioso.
Mientras el “laicista”
pretende combatir/combate lo religioso por medio de lo civil, el “laico” sin
exaltarse, templadamente, pide la separación de ambos ámbitos.
“Laicidad” y “laico” son los
conceptos que deben aplicarse a los países democráticos europeos.
Mientras el “laico” sólo
“pide que haya esa separación de poderes,
el “laicista” es un combatiente, un luchador contra la ingerencia del
poder eclesiástico en la esfera política, negándole todo poder coercitivo, ni
directo ni indirecto.
El “laico” no es un “comecuras”,
“ateo”, anticristiano,…y “laico” puede serlo cualquier creyente.
En nuestra Constitución no
aparece el término “laico” sino el término “aconfesional” y que muchos hacen
malabarismo lingüísticos para diferenciarlos.
Según éstos “aconfesional”
quiere decir que el Estado no tiene ninguna religión en particular, ninguna
“confesión religiosa” pero debe favorecerlas a todas (o a ninguna) por igual,
pero, como por cultura y tradición, España ha sido y es principalmente
católica, de ahí el Concordato con la Santa
Sede , firmado por primera vez en tiempos de Franco y cuyos
efectos son muy importantes, sobre todo en el terreno educativo, con la
exigencia, y consecución, de introducir la asignatura de Religión, además
evaluable y cuya nota influye en la media del alumno, en el curriculum del
alumnado en enseñanza primaria y enseñanza media.
Ya no como asignatura
independiente, pero sí como opcional con la Ética.
Y esto es una barbaridad.
Primero, porque un estado
aconfesional no debe ceder en el terreno educativo ninguna enseñanza religiosa,
de una confesión, en los centros públicos.
Segundo que la Ética sí
debería ser obligatoria para todos los alumnos a lo largo del curriculum.
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