Pepe Rodríguez es un polémico
pensador, que me abrió los ojos con las sectas religiosas, y al que suelo
acudir, a menudo, por estar en sintonía conmigo (o, mejor, yo con él), tanto
por los temas que trata como por el modo clarificador con que los trata.
Pepe Rodríguez publicó, en
1999, un libro que lleva por título “Dios nació mujer” o, lo que es lo mismo,
que el primer dios era una diosa.
Ya pueden Uds. imaginarse la
polémica que se levantó y quiénes fueron
sus principales polemistas.
El primer dios –afirma Pepe
Rodríguez- era una diosa, la “gran diosa”, la “gran madre”, que tuvo el
monopolio de la divinidad durante miles y miles de años, hasta la llegada del
Neolítico, en que los hombres se hicieron sedentarios y apareció la agricultura
y la domesticación de animales.
Fue entonces cuando el varón
tomó posesión y se hizo dueño y señor de la tierra, desplazando a la mujer al
papel de paridora y cuidadora de la prole.
Hasta entonces ella había
sido la dueña y señora, a partir de entonces lo será el varón.
Pero si esto fue lo que
ocurrió aquí, en la tierra, en el cielo, o en los cielos, ocurrió tres cuartos
de lo mismo, la presencia de la “masculinización”.
El “dios” desplazó a la
“diosa”.
Un dios varón, todopoderoso,
pasó a acumular y a detentar el poder, en exclusiva, ocupando lo más alto de la
pirámide celestial, desplazando a la diosa, femenina.
Como he dejado escrito en
otros sitios, nosotros, los occidentales, además de ser hijos de Jerusalén (fe
y religión monoteísta, moral religiosa eclesiástica) somos más hijos y
herederos de Atenas y de Roma (logos, razón, derecho, ciencia, sociedad,
politeísmo, ateísmo, agnosticismo….)
(Ya no puede verse en www.tomasmorales.es,
porque la dejé caer, por mi inexperiencia y con el agravante de no haber sacado
en otros dispositivos toda la información allí recogida).
Si analizamos las
civilizaciones arcaicas y las primeras
civilizaciones con las que estamos más o menos emparentados, sea Mesopotamia-Asiria,
sea Egipto, veremos que en ellas sus
grandes dioses eran las fuerzas de la naturaleza. La “madre naturaleza”, la
“diosa naturaleza”.
Los dioses del pensamiento
arcaico son conceptuaciones de las fuerzas cósmicas.
No hacía falta fe para creer
en ellos.
Era obvio que existían y que
ejercían una gran influencia en todo lo que sucedía.
Nadie cree en el Sol, en la Luna , en la Lluvia , en el Mar, en la Tierra , en la Tormenta , en el Tiempo,….
No hace falta fe para creer
en ellos. Basta (y sobra) con abrir los ojos y se los ve.
Los dioses arcaicos son
dioses patentes, dioses manifiestos.
Su existencia era indudable
(otra cosa es su esencia, qué son, cómo son esos dioses).
Y como no se sabía qué
eran/cómo eran, nuestros antepasados los antropomorfizaron, los psicologizaron,
los concibieron a imagen y semejanza de ellos mismos.
Y fue así cómo entre ellos
había padres, madres, hijos, hermanos, descendientes, amores, enamoramientos,
fidelidades e infidelidades, casamientos, celos, venganzas, engaños, afán de
poder,…. también era eso mismo lo que existía entre los dioses cósmicos y
naturales que habían sido conceptualizados.
El Sol es masculino y la Tierra es femenina, uno
será el padre y la otra la madre, y tendrán descendencia (véanse las distintas
y variadas mitologías antiguas).
Nunca mejor dicha la
sentencia (pero a la inversa) del Génesis.
No es que Dios, Yahvé,
Jehová, Alá,… hicieran al hombre a su imagen y semejanza (claro que, sólo se
referían a Adán o a su equivalente, hombre, macho, varón).
Por lo tanto dos
consecuencias: Dios era masculino, varón, padre, y Eva, la mujer, lo femenino,
no era imagen y semejanza de Dios, y las consecuencias que de ello se derivan.
Que las fuerzas cósmicas
existían era algo evidente, pero como nada o casi nada se sabía de ellas, (sólo
su existencia y sus consecuencias) de ahí que las personalizaran, de modo
arbitrario, y se las imaginaran con figuras humanas o con figuras de animales,
inventándose historias que las hacían entrar en relaciones familiares o políticas.
Aunque hubiera “unidad de
poder”, siempre había “distribución de funciones”.
Es como el padre que reparte
la administración de la hacienda y delega en sus hijos, tomando éstos posesión
y mandando, dominando sobre ella. De ahí que habría dioses/diosas del mar, de
la tierra, de la agricultura, de la caza, de la lluvia, de la tormenta, del
hogar, de los infiernos…
Así blindamos el origen y
dominio sobre los fenómenos atmosféricos.
El hombre antiguo no sólo
antropomorfizaba a los dioses, haciéndolos a su imagen y semejanza (lo que
afirmaría, en el XIX, Feuerbach) sino que, al psicologizarlos también, les
atribuían virtudes, vicios, intenciones, emociones, sentimientos, ira,
venganza, perdón,…. como si fueran seres humanos.
Dioses, sí, muy superiores a
los hombres, pero con caracteres (virtudes y vicios) humanos.
Pero como la evolución es
cósmica y no sólo hay evolución darwiniana, también las religiones, los mitos,
las leyendas, las historias,…
evolucionan.
Primero fueron los judíos (a
los que seguirían cristianos y musulmanes) los que eliminaron lo que los dioses
tenían de profundo y protocientífico, como era su identificación con las
fuerzas de la naturaleza, por lo que, al conocerlas mejor, mejor se conocerían
los dioses respectivos y se quedaron (judíos-cristianos-musulmanes) con lo más
supersticioso, su carácter psicológico y personal.
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