Dice la Wikipedia que un lazareto es
un hospital o edificio similar, más o menos aislado, donde se tratan
enfermedades infecciosas. Históricamente se han utilizado para enfermedades
contagiosas, como la lepra o la tuberculosis y algunas de estas instalaciones
eran más bien de reclusión, sin ningún tipo de cuidados médicos ni salubridad.
Lo que se hacía con los
herejes ni siquiera era un lazareto.
Desde la Playa de La concha se divisa
una pequeña isla, la isla de Santa Clara en la que –según cuenta un donostiarra
de pro, F. Savater –hace siglos se enterraban allí a los blasfemos, los
sacrílegos, los herejes, los suicidas y gente por el estilo.
Se trasladaba el cadáver del
susodicho en una barca, sin ceremonias, y la gente desde la orilla, en plan
jauría, solían terminar sus insultos con: “este sí que va derechito al
infierno”.
Lo mismo que se hacía cuando
alguien iba a ser condenado a la hoguera o a otro martirio mortal y la gente
madrugaba para coger un buen sitio desde el que ver bien la escena.
Hasta en mi pueblo, en una gran cruz, junto a la puerta de entrada a la Iglesia estaba (¿está?) la Cruz de los Caídos, con 10 o 12 nombres escritos de los muertos del bando nacional (¿es que no eran "nacionales", al menos igual que los de azul, los franquistas, los republicanos?, mientras en un
rincón del Cementerio o Camposanto, estaba el “cementerio civil” donde se
enterraban a los ateos declarados.
Mi pueblo cayó en "zona nacional", no creo que hubiera republicanos en un pueblo tan pequeño, aunque algunos fueron "paseados", en la noche, hasta el Monte de La Orbada (un cementerio).
Mi pueblo cayó en "zona nacional", no creo que hubiera republicanos en un pueblo tan pequeño, aunque algunos fueron "paseados", en la noche, hasta el Monte de La Orbada (un cementerio).
Durante gran parte de nuestra
historia lo normal era el maltrato al disidente religioso, al que no creía o
negaba creer dogmas y misterios religiosos.
Desde leer libros prohibidos
a diseccionar cadáveres, desde mirar demasiado a las estrellas a no asistir a
ceremonias religiosas, o no guardar los días de descanso, trabajando, decir
palabrotas o blasfemias, acostarse con otra persona sin matrimonio
mediante,…cosas que la mayoría no hacía y el disidente sí, por lo que sería
castigado.
Esa falta de fe,
prácticamente demostrada o denunciada, te ponía ante un Tribunal de la Santa Inquisición y si no
confesabas, incluso con el tormento variado y repetido hasta casi, ya, dejarte
muerto, se te condenaba a muerte.
La fe se define como “creer
lo que no vimos/no vemos”, que quiere decir que la razón y sus argumentos nada
valen porque está por encima de ellos.
Cuenta Mark Twain que un
niño, a la pregunta del maestro de qué era la fe, respondió: “la fe es creer en
lo que sabemos que no hay”.
Hoy este niño habría estado
en las mazmorras de la
Inquisición y después…
Creer es afirmar que lo que
sólo es posible (incluso imposible) es real, es aceptar una verdad artificial
en contra de una verdad objetiva y por encima de ella.
La misma duda ya ofendía,
entonces.
Bien pensado la creencia es
una pereza intelectual al afirmar como verdad lo que no sabe que lo es, incluso
lo que va en contra del saber.
El que duda de los dogmas o
el que es indiferente a los dogmas y misterios es más coherente y más sincero
que el creyente en sí: afirma que no lo sabe y duda de ello, siendo indiferente
a ello y sin luchar contra ello.
Tanto el agnóstico como el
ateo no son/no tienen que ser anti-teos.
No se sabe, se afirma que no
se sabe, se afirma que no lo sabe y no quiere aceptarlo como verdad, que es lo
que hace el creyente.
Y si la fe es así, la
“credulidad” es peor.
Como nuestra verificación,
muchas veces, no es tan firme ni tajante como nos gustaría, uno puede “creer,
tener fe” en esa verdad no totalmente verificada ni probada.
Pero es que el “crédulo” está
dispuesto a tragarse lo inverosímil, lo raro, lo chocante, hasta lo disparatado
y absurdo, lo que sea, y muchas veces para seguir conservando su privilegio.
Es reacio al más mínimo
esfuerzo, abre la boca y se lo traga si con ello consigue…
Hoy mismo leo en la prensa
que quieren canonizar a Franco porque se le ha aparecido a alguno, porque ya ha
hecho algún milagro, porque…
(No me lo explico a no ser
que el manicomio o frenopático o psiquiátrico esté saturado)
Lo característico de la
“credulidad” es su carácter “acrítico”, por eso cree en extraterrestres, en
apariciones diabólicas, en fuerzas extraterrestres, en las armas de destrucción
masivo del trío de las Azores y que tanto insistía mi entonces Presidente del
Gobierno, el ínclito Sr. Aznar, por haberle permitido Bush poner los zapatos
encima de la mesa.
La educación no debería
combatir implacablemente la fe (la creencia) sino la “credulidad”
Y entre la fe y la credulidad
hay toda una escala de matices que usan las religiones.
Naturalmente que, frente a la
“credulidad extrema o por exceso” está el “cientifismo reductor” que despacha
como supersticiones sin sentido no sólo las soluciones religiosas sino incluso
las inquietudes humanas de que provienen.
Que si hay un diseño debe
haber un diseñador es tan evidente como que si hay recaudación tiene que haber
un recaudador y si se está jugando tiene que haber jugadores, pero ¿quién ha
dicho que el universo es un “diseño”? y si lo fuera ¿por qué tiene que ser Dios
ese diseñador?
La teoría del Diseño
Inteligente es el disfraz que los creacionistas han usado para poder colarse en
la enseñanza de la escuela ya que el concepto de “creación” es demasiado
religioso.
La verdad es que dicha teoría
es un creacionismo de personas con estudios elementales.
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