Lo normal es recurrir a los
mitos que, de momento, calman y colman la inquietud por no saber y el ansia de
saber.
La necesidad legítima del
mito como legítima autodefensa es la base de la civilización, una idea (ideal)
junto a una experiencia (real) como el ropaje que arropa el cuerpo para
presentarse en público y poder moverse, porque desnudo, como se te arruga y se
te encoge el alma….
El dual mundo: el físico y
real y el simbólico e imaginado.
¿Qué sería del cuerpo sin
vestido?
Y peor: ¿qué sería de un
vestido sin un cuerpo dentro?
Vernos desnudos, pero en la
intimidad, pero vernos vestidos, en sociedad.
Lo visible se complementa y
se apoya en lo invisible.
Ni todos los vestidos valen
para todos los cuerpos y, viceversa, no todos los cuerpos pueden pasear todos
los vestidos.
¿Quién soy “yo” más “yo”, el
de debajo de la ducha o el que pasea por el parque?
Tenemos necesidad de
conocimientos verificables y demostrables para habérnoslas con la exterioridad
diurna de lo real pero estamos convencidos de que ese entramado de razones no
abraza, sino que esquiva o minimiza lo más íntimo y propio que nos constituye.
Mitos y leyendas de lo
religioso que atienden a los sueños y anhelos pero que fracasan al no poder
pasar el filtro de la verificabilidad pero de lo que no podemos prescindir.
No se vive de los sueños,
pero sin sueños no se puede vivir.
“La imposible verificabilidad
de la fe religiosa nos permite percibir las verdades que cuenta, mientras que las
verdades de la ciencia, respaldadas por autoridades, ocultan las verdades que
cuentan y hacen inaprensible la realidad humana” (Sentencia de T.S Eliot)
Desconfiamos de los mitos
porque nos engañan pero, a la vez, necesitamos mitos aceptables, alguno, al
menos, que se ocupe de lo que nos importa y cuyo engaño resulte tolerable
aunque, después de todo, se prefiera vivir racionalmente desengañado.
“¡Morir…, dormir! ¡Dormir!…
¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el problema! ¡Porque es forzoso que nos detenga el
considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos
hayamos liberado del torbellino de la vida!” (Hamlet)
“Quien carece de Arte y de
Ciencia, tenga Religión; quien tiene Arte y Ciencia ya tiene Religión” (Goethe)
Las artes, la literatura, la
música,…son expediciones hacia esas dimensiones humanas que nada tienen que ver
con estrategias evolutivas.
Son esos espacios en que el
alma descansa y se regodea lúdicamente al ver y captar la realidad de otra
manera distinta y superior.
De ahí la pobreza del
analfabeto.
Esas experiencias estéticas
no intentan competir con los instrumentos racionales para entender y manejar la
realidad.
Coexisten con ellos y los
complementan aportando un plus más allá de la utilidad.
Pero hoy, y cada vez más, el
arte se desliza hacia el entretenimiento, a ser meramente decoración más que
discernimiento y comprensión.
Nuestra capacidad productiva
ha hecho que ya no tengamos que ir a buscar nada, porque todo está ya ahí, a
mano, disponible, en la estantería, basta con alargar la mano.
Hoy se consume arte como se
consumen tomates, y se vende y se compra como si fuera un producto vital.
Se puede vivir sin arte, pero
se vive mal, sin dejar volar la imaginación y disfrutar del vuelo y mientras se
vuela.
No es que nuestra
civilización sea tecnológica, es que la tecnología es nuestra civilización, no
hay, pues, ni “alianza de civilizaciones” ni “lucha o conflicto de
civilizaciones”, como si hubiera dos o más, enfrentadas o conciliables.
La única civilización existente
es la “civilización tecnológica” y en ella están instalados los ateos y los
creyentes, los cristianos y los musulmanes, los orientales y los
occidentales,…aunque luego unos estén en clase “Business” y otros en clase
turista, incluso de pie, incluso agarrados al tren de aterrizaje, pero nadie
está ajeno al avión.
Unos comerán en restaurantes
de lujo y otros rebuscando en los contenedores, unos irán en coches de lujo y
otros en bicicletas destartaladas o simplemente andando, pero todos están ahí,
agarrados a la vida.
Nuestro mundo es un mundo
desacralizado, todo tiene un precio, todo es vendible y comprable, el único
valor universal es el dinero, lo calculable.
No es que hayamos perdido el
sentido de lo sagrado, es que lo hemos extirpado, como si fuera un forúnculo.
¿Qué valor puede tener lo que
no tiene utilidad, utilidad presente o futura?
Lo sagrado debería ser lo
otro, lo aparte de lo natural, pero lo hemos naturalizado todo.
Lo sagrado, que debería ser
lo opuesto a lo trivial, lo realmente valioso, cuando lo pasas por el cedazo de
la utilidad pasa a ser algo trivial, lo que ya apenas vale.
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