Últimamente está ocurriendo
en las escuelas e institutos contra la tradición de montar los belenes y cantar
villancicos para no ofender a los musulmanes, como si yo me sintiera ofendido
por lo que (personalmente y en el fondo) considero una tontería mayúscula:
rezar mirando en dirección a La
Meca.
Ni me siento ofendido por sus
varios rezos diarios, a horas determinadas, por su posición en el suelo, por su
dirección hacia La Meca.
He contado muchas veces el
intercambio cultural entre alumnos de un instituto malagueño, en el que
estudiaba mi hija, con un instituto marroquí.
Lo primero que pidió la
adolescente que vino a nuestra casa era que sacara un mapa geográfico para ver
en qué dirección tenía que ponerse a la hora de sus rezos.
¡Fueron tantos los, para mí,
extraños comportamientos de esta adolescente que me niego a ponerlos aquí por
escrito¡
Sin embargo, en el mismo
intercambio, venían adolescentes que no renunciaban a probar la cerveza, a la
paella de pollo no matado mirando a La
Meca y a los que les encantaban los bocadillos de jamón, o de
chorizo.
En el mismo grupo y
comportamientos tan distintos.
Así que si me preguntan a mí
por….pero si se lo preguntaran a mi vecina con adolescente que vino a su
casa,….
Protestar por la mutilación
de las niñas o por ser forzadas a llevar cierta indumentaria humillante para
las mujeres no es islamofobia sino una reivindicación del trato igual a todos
los ciudadanos.
Luchas por crear climas de
convivencia laicos donde las mujeres puedan elegir sn sentirse forzadas,
abierta o subrepticiamente, por los varones o por sus familiares para no salir
de la secular tradición, tampoco es islamofobia.
Yo no puede imaginarme la
voluntariedad de esa joven con el burka. Me cuesta creerlo. Y no me lo creo.
Y en España, la izquierda,
que siempre estuvo a favor del universalismo, del socialismo, del reparto de
riquezas, de lucha contra la explotación…hoy está entusiasmada con el
separatismo nacionalista y étnico (en el País Vasco, en Cataluña, algo menos en
Galicia) apoyando, inmoral e hipócritamente, a gobiernos de izquierda o de
derecha (da igual) si se muestran generosos en traspasos de competencias, en
dineros en inversiones, en no molestar con el idioma en las escuelas, en dar el
visto bueno a libros de texto de dudosa verdad histórica,…
Una cosa es garantizar al
emigrante el derecho que tiene a elegir la forma de vida y otra es tener que
tolerar ciertas tradiciones religiosas y morales contrarias a los derechos
fundamentales que suelen estar recogidos en las constituciones de los países
democráticos.
La alteridad cultural y de
costumbres son hechos que deben respetarse siempre que encajen en el juego de
los derechos humanos, porque éstos sí que son “sagrados”, aquella no lo es de
manera necesaria.
El multiculturalismo no es
“absoluto” ni todas las culturas tienen el mismo peso de dignidad. Hay culturas
superiores y culturas inferiores,
Los derechos de las personas
provienen de lo que nos iguala, no de lo que nos diferencia.
La cultura, la lengua, la
raza, el sexo,…no detentan derecho alguno.
No tienen derecho los negros
por ser negros, ni las mujeres por ser mujeres,…tienen/tenemos, todos, los
mismos derechos por lo que nos une, “ser personas”
“Es nuestra común naturaleza
humana la que nos hace compartir derechos esenciales (libertad, altruismo,
respeto, justicia, igualdad…), por ser “personas”, independiente de la
nacionalidad, raza, sexo,…
Afirmar las diferencias y
querer levantar sobre ellas los derechos es el camino al fanatismo, a la muerte
del diferente, al odio,… (Y de ello tenemos recuerdos del siglo pasado).
No hablemos de “choque de
civilizaciones” porque, en el siglo XXI, sólo hay una civilización, la
“científico-técnica), a la que acuden todos, desde el líder terrorista musulmán
al religioso y fervoroso presidente de los Estados Unidos, no sólo en
armamentos, también en descubrimientos científicos útiles (como la salud, la
alimentación, las comunicaciones…)
No “choque de
civilizaciones”, según los catastrofistas, pero tampoco “alianza de
civilizaciones” según los beatos indocumentados porque son muchos los rasgos
identitarios más allá de las creencias religiosas o la ausencia de las mismas
como la economía, la sociedad, la política, la cultura, …
Nunca hay un solo rasgo que
identifique a una persona y un ateo puede defender y apostar por el mismo tipo
de economía, del mismo tipo de sociedad, de cultura,… y, al mismo tiempo,
difieran en el tipo de matrimonio y de familia que un creyente.
La identidad personal nunca
viene caracterizada sólo por el factor religioso, que viene a ser uno más, y
quizá no el más importante.
Yo no estoy dispuesto a
“chocar” con nadie, ni, tampoco, a “aliarme” con nadie por sus creencias
religiosas, porque creo que hay otros factores a tener en cuenta.
Contra los laicos, los
agnósticos, contra los ateos,…se “aliarían” los fanáticos de las distintas
religiones, aunque, luego, “chocarían” a la hora de la convivencia.
Esos laicos, agnósticos,
ateos,…son los que aspiran a vivir en sociedades democráticas en las que
defienden que las creencias en lo trascendente es un derecho de cada cual, pero
no un deber para los otros.
El lema “piensa como yo, o
muere” es el vademecum de todo fanático.
Pero el fanatismo (político,
cultural, lingüístico, religioso,…) de uno enciende la chispa de ese mismo
fanatismo del otro (acabamos de verlo en España entre el fanatismo
independentista catalán y el fanatismo unitario español)
Creer que la manera de luchar
y de oponerse a los regímenes teocráticos musulmanes es la teocratización
cristiana sería elegir, exactamente, el camino equivocado y darle alas al
musulmán.
Para que se dé una sociedad
laica y, a la vez, cohesionada y activa, en la búsqueda de mejoras sociales, ya
no son imprescindibles las religiones, para que legitimen esos fines.
Nuestros valores democráticos
y occidentales no son los tutelados por la teocracia vaticana, sino el fruto de
muchos años tutelados por la Diosa Razón
Laica.
Y nadie puede poner en duda
que muchos de estos nuestros valores democráticos proceden, tienen una raíz
cristiana (“todos los hombres somos iguales para Dios y hermanos todos entre
sí”) pero ya no es necesario el visto bueno de la religión para firmar,
laicamente, la igualdad, la fraternidad, así como la libertad de esa otra Diosa
Razón Ilustrada Laica.
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