domingo, 3 de marzo de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (30)



Últimamente está ocurriendo en las escuelas e institutos contra la tradición de montar los belenes y cantar villancicos para no ofender a los musulmanes, como si yo me sintiera ofendido por lo que (personalmente y en el fondo) considero una tontería mayúscula: rezar mirando en dirección a La Meca.
Ni me siento ofendido por sus varios rezos diarios, a horas determinadas, por su posición en el suelo, por su dirección hacia La Meca.

He contado muchas veces el intercambio cultural entre alumnos de un instituto malagueño, en el que estudiaba mi hija, con un instituto marroquí.
Lo primero que pidió la adolescente que vino a nuestra casa era que sacara un mapa geográfico para ver en qué dirección tenía que ponerse a la hora de sus rezos.
¡Fueron tantos los, para mí, extraños comportamientos de esta adolescente que me niego a ponerlos aquí por escrito¡

Sin embargo, en el mismo intercambio, venían adolescentes que no renunciaban a probar la cerveza, a la paella de pollo no matado mirando a La Meca y a los que les encantaban los bocadillos de jamón, o de chorizo.

En el mismo grupo y comportamientos tan distintos.

Así que si me preguntan a mí por….pero si se lo preguntaran a mi vecina con adolescente que vino a su casa,….

Protestar por la mutilación de las niñas o por ser forzadas a llevar cierta indumentaria humillante para las mujeres no es islamofobia sino una reivindicación del trato igual a todos los ciudadanos.
Luchas por crear climas de convivencia laicos donde las mujeres puedan elegir sn sentirse forzadas, abierta o subrepticiamente, por los varones o por sus familiares para no salir de la secular tradición, tampoco es islamofobia.

Yo no puede imaginarme la voluntariedad de esa joven con el burka. Me cuesta creerlo. Y no me lo creo.

Y en España, la izquierda, que siempre estuvo a favor del universalismo, del socialismo, del reparto de riquezas, de lucha contra la explotación…hoy está entusiasmada con el separatismo nacionalista y étnico (en el País Vasco, en Cataluña, algo menos en Galicia) apoyando, inmoral e hipócritamente, a gobiernos de izquierda o de derecha (da igual) si se muestran generosos en traspasos de competencias, en dineros en inversiones, en no molestar con el idioma en las escuelas, en dar el visto bueno a libros de texto de dudosa verdad histórica,…

Una cosa es garantizar al emigrante el derecho que tiene a elegir la forma de vida y otra es tener que tolerar ciertas tradiciones religiosas y morales contrarias a los derechos fundamentales que suelen estar recogidos en las constituciones de los países democráticos.

La alteridad cultural y de costumbres son hechos que deben respetarse siempre que encajen en el juego de los derechos humanos, porque éstos sí que son “sagrados”, aquella no lo es de manera necesaria.

El multiculturalismo no es “absoluto” ni todas las culturas tienen el mismo peso de dignidad. Hay culturas superiores y culturas inferiores,

Los derechos de las personas provienen de lo que nos iguala, no de lo que nos diferencia.

La cultura, la lengua, la raza, el sexo,…no detentan derecho alguno.
No tienen derecho los negros por ser negros, ni las mujeres por ser mujeres,…tienen/tenemos, todos, los mismos derechos por lo que nos une, “ser personas”
“Es nuestra común naturaleza humana la que nos hace compartir derechos esenciales (libertad, altruismo, respeto, justicia, igualdad…), por ser “personas”, independiente de la nacionalidad, raza, sexo,…

Afirmar las diferencias y querer levantar sobre ellas los derechos es el camino al fanatismo, a la muerte del diferente, al odio,… (Y de ello tenemos recuerdos del siglo pasado).

No hablemos de “choque de civilizaciones” porque, en el siglo XXI, sólo hay una civilización, la “científico-técnica), a la que acuden todos, desde el líder terrorista musulmán al religioso y fervoroso presidente de los Estados Unidos, no sólo en armamentos, también en descubrimientos científicos útiles (como la salud, la alimentación, las comunicaciones…)

No “choque de civilizaciones”, según los catastrofistas, pero tampoco “alianza de civilizaciones” según los beatos indocumentados porque son muchos los rasgos identitarios más allá de las creencias religiosas o la ausencia de las mismas como la economía, la sociedad, la política, la cultura, …

Nunca hay un solo rasgo que identifique a una persona y un ateo puede defender y apostar por el mismo tipo de economía, del mismo tipo de sociedad, de cultura,… y, al mismo tiempo, difieran en el tipo de matrimonio y de familia que un creyente.

La identidad personal nunca viene caracterizada sólo por el factor religioso, que viene a ser uno más, y quizá no el más importante.

Yo no estoy dispuesto a “chocar” con nadie, ni, tampoco, a “aliarme” con nadie por sus creencias religiosas, porque creo que hay otros factores a tener en cuenta.

Contra los laicos, los agnósticos, contra los ateos,…se “aliarían” los fanáticos de las distintas religiones, aunque, luego, “chocarían” a la hora de la convivencia.

Esos laicos, agnósticos, ateos,…son los que aspiran a vivir en sociedades democráticas en las que defienden que las creencias en lo trascendente es un derecho de cada cual, pero no un deber para los otros.

El lema “piensa como yo, o muere” es el vademecum de todo fanático.
Pero el fanatismo (político, cultural, lingüístico, religioso,…) de uno enciende la chispa de ese mismo fanatismo del otro (acabamos de verlo en España entre el fanatismo independentista catalán y el fanatismo unitario español)

Creer que la manera de luchar y de oponerse a los regímenes teocráticos musulmanes es la teocratización cristiana sería elegir, exactamente, el camino equivocado y darle alas al musulmán.

Para que se dé una sociedad laica y, a la vez, cohesionada y activa, en la búsqueda de mejoras sociales, ya no son imprescindibles las religiones, para que legitimen esos fines.

Nuestros valores democráticos y occidentales no son los tutelados por la teocracia vaticana, sino el fruto de muchos años tutelados por la Diosa Razón Laica.

Y nadie puede poner en duda que muchos de estos nuestros valores democráticos proceden, tienen una raíz cristiana (“todos los hombres somos iguales para Dios y hermanos todos entre sí”) pero ya no es necesario el visto bueno de la religión para firmar, laicamente, la igualdad, la fraternidad, así como la libertad de esa otra Diosa Razón Ilustrada Laica.

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