Entre inteligencia y razón,
el viejo es tan inteligente que se queda con la inteligencia.
Porque, mientras el objeto de
la Razón es la
verdad, el objeto de la inteligencia es la Felicidad.
No pretendemos, en primer
lugar saber; lo que sobre todo pretendemos es ser felices, salir del
atolladero, salir bien parados de la molesta situación, sortear el obstáculo
sin necesidad de moverlo, lo que ocurre es que creemos que la verdad nos
ayudará a la conquista de la felicidad, sólo por eso queremos saber, pero no
siempre es eso verdad.
El viejo podrá ser
analfabeto, pero es muy inteligente.
La vida le ha proporcionado
mucha sabiduría, aunque esté falto de conocimientos científicos porque, lo más
seguro, es que no pudo ir a la escuela, de niño, porque tuvo que ponerse a
trabajar.
Si intentamos saber, no es
para conocer más, sino para comportarnos mejor y salir bien librados de la
embarazosa situación en que estábamos inmersos.
La razón es muy estrecha, la
inteligencia es muy ancha. La razón suele tener un camino, la inteligencia
varios.
El método para conocer debe
ceder los trastos del vivir al saber cómo comportarse.
La forma de vivir bien y
mejor debe primar sobre la manera de conocer más y mejor.
La verdad al servicio de la
vida.
En otros tiempos se decía
“filosofar para vivir, no vivir para filosofar”.
No se trata de excluir, sino
de priorizar.
No hace falta ser científico
para interpretar sabiamente el medio en que se vive y dar la respuesta adecuada
a las exigencias de ese medio.
Incluso a veces la ciencia se
convierte en un obstáculo para la sabiduría.
El científico toma el medio
como objeto de conocimiento y, a fin de dominarlo, es capaz de agredirlo.
El sabio quiere ser un todo
con el medio, comprenderlo, interpretarlo, para fundirse con él.
Las ciencias explicativas no
son las ciencias comprensivas.
Las ciencias naturales no son
las ciencias humanas y sociales.
Comprender es una meta,
explicar es sólo un medio.
La inteligencia y la
sabiduría no ejercitan el deseo de propiedad, como la razón y la ciencia.
Para comprender al viejo, la
razón es un estorbo, porque se intenta conocerlo para dominarlo, para guiarlo,
para llevarlo donde la administración científica cree que debe ir; es una
intromisión en su libertad.
Es lo que le ocurre a la
sociedad actual, que quiere comprender al viejo razonando sobre la vejez,
cuando lo que el viejo necesita es aproximación humana, vivencia compartida, no
razonamiento frío, que dé vueltas alrededor del viejo, raspando sólo la
epidermis, sin llegar al corazón.
Dicen que la razón, el
cálculo, la búsqueda de ventajas, el interés, fue lo que apartó a Adán y a Eva
del paraíso.
Calcularon la manera de
conseguirlo por el atajo rápido.
Al revés que la inteligencia,
que puede convertir este mundo en paraíso.
Si la razón nos echó, no
expulsó de él, sólo la inteligencia nos puede hacer volver a él.
El científico necesita ser
matemático, porque éste es el lenguaje que habla la naturaleza.
Yo lo dijeron los clásicos:
“La naturaleza está escrita en lenguaje matemático, así que el que no sepa
matemáticas no se va a enterar de nada”.
El sabio nunca hará una
guerra, porque ama la paz y quiere vivir en paz.
El científico, así como el
político y el empresario, con su esquema matemático incrustado en su mente,
calcularán los beneficios de la guerra, por si fuera necesario o conveniente hacerla.
Criminalidad y heroicidad.
¡Cuántas veces han ido de la mano a lo largo de la historia¡
Eso nunca lo haría un sabio.
La mejor manera de acabar con
la presencia agresiva del otro no es matarlo sino darle la mano e integrarlo en
el mundo, haciendo de él algo mío, sintiendo lo mío como suyo, haciendo surgir
el “nosotros”.
¡Cuánto tendríamos que
aprender de la historia del pueblo andaluz, como pueblo inteligente, que,
cuando llegaba un pueblo invasor, lo recibían invitándole a quedarse y así
“andaluciarlo” (¡qué palabro acabo de usar, es sólo un pecado lingüístico, no
moral)
La inteligencia elimina
distancias, sin eliminar a personas.
El otro siempre tiene también
sus razones para vivir.
La convivencia multiplica las
vivencias.
El sabio siempre es inteligente,
el torpe puede ser un buen científico.
Mientras el joven está
enamorado de la razón, más acorde con su fuerza, el viejo está casado con la
inteligencia.
Uno quiere conocer para
dominar, el otro quiere saber para vivir mejor.
La superioridad es meridiana
y manifiesta.
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