El joven está más por el
deseo, los mayores estamos más por el querer.
Para el joven muchas mujeres
son/pueden ser sus Beatrices. Para el viejo sólo hay una Beatriz, ésa.
En los mayores, los pocos
deseos los hemos concentrado en querer. Por eso insistimos.
Se dice, igualmente, que los
mayores, con la edad, pierden elasticidad en sus músculos y nervios, perdiendo,
igualmente, solidez y firmeza en sus huesos, lo que les lleva, poco a poco, más
o menos, y les crea limitaciones materiales, tanto orgánicas como funcionales.
Y que estas limitaciones
afectarían a su libertad. Es decir que somos menos libres.
Es cierto que una persona
mayor no corre como un joven, lo que pasa es que nosotros no necesitamos
correr, no padecemos de la enfermedad de la prisa.
Nos basta con salir cinco
minutos antes.
Por otra parte, oigo decir a
veces, “tu libertad termina donde empieza la libertad del otro” o “ser libre es
hacer lo que a uno le da la gana y cuando quiera”.
Como si el ámbito social de
convivencia no fuera común a todos y pudiera parcelarse en partes, propiedad de
cada uno, como chalets independientes con parcela particular. Algo así como si
el horizonte que uno divisa no pudiera ser compartido y traspasado por lo que
otros, al mismo tiempo, ven.
El entorno en el que nos
movemos es común todo a todos.
Las libertades no se
excluyen, hay que intentar coordinarlas para que no choquen, pero no negarlas.
Ninguno de esos dos asertos
es verdad. Más que paralogismos, son falacias.
Como si la libertad fuera una
finca privada en la cual todo lo que ocurre es azaroso y puede acontecer de
modo anárquico y caprichoso.
Yo soy libre, al conducir.
Puedo ir a Nerja o tirar para
Marbella, pero mi libertad es limitada y está delimitada por las carreteras,
por las señales de tráfico, por los demás conductores, por las normas de
circulación, por el estado del tiempo….
Libre sí, pero limitado.
No puedo/no debo ir en
dirección contraria, ni a 200 klms/hora.
¿Somos así, por eso, menos
libres?.
Más aún
¿Existiría la libertad si no
existieran normas que la limitan?.
Soy libre para nadar pero es
necesario que haya agua y una cierta profundidad.
¿Sería más libre de otra
manera?.
Toda libertad conlleva
exigencias. Exigencias culturales, morales, colectivas.
Cada época tiene una serie de
elementos comunes de convivencia y de felicidad que deben ser respetados por
todos.
Tú tienes derecho a tocar la
trompeta, eres libre para hacerlo o no hacerlo, pero no eres libre para hacerlo
a las tres de la mañana, en la habitación que da al patio, frente con frente de
mi ventana.
Toda libertad tiene límites
que respetar. La libertad absoluta es imposible. Todo sería un caos.
Nadie más libre que la
persona mayor, que, además, suele ser la persona que más respeta lo que le
rodea.
Lo más seguro es que un
viejo, meando en un jardín, no sea un guarro sino un prostático.
Cuando se dice que el viejo
ya no puede andar de prisa, correr, viajar, que se cansa enseguida,… no se
repara en que hay dos tipos de viajes,
al exterior y al interior.
Las personas mayores solemos
viajar mucho al espacio interior de los recuerdos.
Además del footing físico y
muscular existe ese otro footing intelectual, en el que somos especialistas.
Además este footing
intelectual, moderado pero constante, evita la atrofia cerebral.
Pensémoslo fríamente. Es
conveniente esta higiene mental, este entrenamiento intelectual para estar en
forma.
A nosotros ya no nos importa la gimnasia de competición, nos basta y nos
sobra con la gimnasia de mantenimiento, pero no sólo física, también psíquica,
y social, y moral, e intelectual
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