El AMOR en la tercera edad.
¿Recuerdan lo del cinturón de
castidad medieval? ¿Recuerdan lo del cinturón sanitario o económico?
Pues eso es lo que la
sociedad, nuestra sociedad, hace cuando el viejo se enamora y quiere, le
apetece, tener amores carnales, encuentros sexuales (y digo “sexuales”, no
necesariamente “genitales”)
Si lo hace el joven, buscar
amores, se ve normal y si eso mismo lo hace la persona madura, también, pero
¿el viejo?
Como se le ocurra al viejo
tantear el terreno sexual…
Ya no es que sea un “viejo verde”, es un “depravado”
.
Cuando uno va por el campo,
haciendo senderismo, muchas veces ve esos letreros: “prohibido cazar, coto
privado”.
Pues yo no sé por qué, ni
quién, en el campo erótico, ha colocado el cartel: “prohibido a los viejos”.
Pero es que muchos ni
siquiera serán “cazadores”, ni siquiera querrán entrar en ese campo, si,
incluso, tendrán otro tipo de hobbies o preferirán otro tipo de aventuras,
pero… ¿prohibírselo a ese viejo que desee entrar en ese campo, por el simple
hecho de ser viejo?
¡Qué moral más hipócrita¡
¡Tildar de desequilibrado a ese viejo que quiere aproximarse, de nuevo, a la
sexualidad o simplemente tener una aventura sentimental¡
“Al abuelo se le han cruzado
los cables y no anda bien de la cabeza” – es la inmediata sentencia que le
propinas sus familiares más allegados.
La ignorancia de muchos, el
cinismo de los más y la crueldad de todos (empezando por los familiares
directos) se ceban con el viejo cuyo pecado es que quiere tener momentos
gratificantes porque su biología se lo pide o su fisiología se lo permite y su
psicología lo desea intensamente.
O sea, por obrar “naturalmente”,
siguiendo a la “naturaleza”, lo juzgan “antinatural”.
Hablamos de “poder hacerlo”,
ni siquiera de “hacerlo”.
Ya la simple y mera
posibilidad, la incipiente tentativa, es cortada de raíz y calificada de
anormal, de inmoral, contra natura,…porque lo “natural” debe ser, ya, reptar
por la mucha o poca existencia que le queda hasta que se vaya para no volver.
“¡Prohibido el paso. Finca
particular¡”.
Particular ¿de quien? ¿Quién
es el propietario del horizonte erótico y del campo amatorio?
Pero lo placentero ¿no es uno
de los componentes de todos los seres vivos?
Se le está diciendo al viejo:
“tú ya lo practicaste, ya tuviste hijos y ahora tienes nietos”. Olvídate. ¡Vaya
ejemplo¡ Pero ¿mal ejemplo de qué, para quién y por qué?
¿Por querer sentirse vivo placenteramente?
Y el pobre viejo tendrá que
hacerlo en la clandestinidad, con nocturnidad, pero sin alevosía, sino con
ternura.
Creer y afirmar que amor
y sexo van estrechamente unidos al vigor
físico de la juventud es, además de cinismo, ignorancia.
Es tener todavía en la mente
el esquema anticuado de que el sexo es un acto de fuerza, de poder, de dominio
y no un encuentro amoroso horizontal entre dos personas libres, autónomas,
conscientes,…
Más aún. El amor del anciano
es un amor sano, un amor puro. No tiene que demostrar nada ante nadie. Sólo
muestra su amor. No quiere ganar ni vencer, quiere obrar de manera grata en
esta su etapa final.
Más aún. El viejo amante sí
que cumple, a la letra, el mandato divino: “hasta que la muerte os separe”, y
no los jóvenes, al unirse, que lo que hacen es prometer “ser “fieles” hasta que
la vida los separe”, y ésta puede presentarse pasado mañana.
Es un mandato fuera de lugar
para el joven, que no ve en su horizonte a la muerte, porque lo que se extiende
ante él es un panorama de vida, de futuro, no de final.
Por eso no es tan raro que un
viejo muera al poco tiempo de morir su compañera.
La soledad amorosa es una
introducción a la tumba, cosa que no ocurre en el joven.
Y es que cuando el viejo ama,
ama intensamente, porque pone en el amor la poca vida, pero toda la vida, que
le queda.
Como si le faltara tiempo.
Sería el pecado de amor.
“Morir sin haberlo dado todo”,
porque todavía le quedaba algo.
Yo (agnóstico) creo que, si
existe Dios, y existe la otra vida, y existe ese juicio final, lo que Dios va a
mirar y a examinarte es de cómo estás de amor.
Todo el amor que te haya
sobrado y no lo hayas dado, será usado contra ti.
El presentarte, ante Dios,
con las manos vacías (no con las manos llenas) será lo que haga exclamar a ese
Dios: “Venid, benditos de mi padre…”.
Siempre tuve una curiosidad,
que la he convertido en pregunta: ¿por qué muchas mujeres, al enviudar,
reverdecen, y esto, por lo general, no ocurre en los varones?
Se dice que la mujer es de
una pieza, que siempre actúa como un todo, que es un todo sin fisuras.
Que es intelectual, amante,
política, crítica, funcionaria, madre, ama de casa, amiga, vecina, cofrade,…
pero, en todo, es mujer, la misma mujer.
Mientras que el varón está
hecho con piezas que se ensamblan de manera propia.
No existe el varón total, que
actúe como un todo.
Habría, pues, un varón en el
trabajo, otro varón en la casa, otro en la cama, otro en la política,…y que por
eso, cuando le falla y le falta una pieza (la esposa amante) repercute en el
todo ensamblado de piezas, que se mueve, que se tambalea, que se desequilibra,
que está manco, deformado, que le falta una pieza al ensamblaje que es.
¿Quién sabe si los varones
somos así?
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