¡Cuánto deberíamos aprender
de los animales moribundos, que se apartan de la manada y, en soledad, se dejan
morir, tranquilamente, dejando y permitiendo que la manada siga adelante con la
vida¡
Aquí no.
Rodeado de muchos, llorando,
hablando, fumando en el pasillo, dándole ánimos a un exánime.
¡Absurda situación¡ en vez de
recogerse, concentrarse, rezar, entrar en comunicación con lo trascendente, en
paz, en silencio, agarrando esa mano invisible.
Y no que intentan distraerlo
con mentiras piadosas, como si al ser piadosas ya no fueran mentiras,
molestándolo, descolocándolo.
Yo creo que el moribundo, al
cerrar los ojos, lo hace más por aislarse del mundo familiar que por otra cosa.
En esos momentos finales,
cuando más debería ser respetado, menos lo hacemos, entrometiéndonos.
¿Qué es, realmente, la muerte
para el que se muere?
¿Es el final?
¿Es el principio de no se
sabe qué?
Ni el creyente crédulo, ni el
ateo recalcitrante lo tienen tan difícil como el hombre normal, como tú y como
yo, que dudamos, tenemos esperanzas, sospechamos, deseamos, pero a los que nos
falta la firme creencia de que sí o de que no.
Tú y yo somos compañeros del
“quizás”.
¿Datos fiables del más allá?
Absolutamente ninguno. Ningún rastro. Sólo deseos de que sí.
Intuiciones, emociones,
sospechas, anhelos,… muchísimos.
Datos objetivos,
absolutamente ninguno.
¿Será el final?
¿Será pasar a otra dimensión?
¿Es llegar al límite de un
camino para empalmar con otro que te lleve a otra vida distinta y superior?
¿Es chocar con el muro final
y estrellarte contra él cayéndote muerto y que otros recojan tus restos?
Todo es posible, nada es
seguro.
Cuando queda muy poco de más
acá es cuando los de aquí más ruido hacen entorpeciendo la posible llegada del
más allá al moribundo.
Todo su cerebro poblado de
vivencias pasadas, de recuerdos entremezclados que llegan en tropel.
Respetemos que el moribundo
se recluya en sí mismo, disfrutándolos.
Entre el nacimiento y la
muerte media la vida que empieza a ser y que, ahora, está acabando de ser.
Muchas veces me he preguntado
por qué se alegra tanto la gente de la vida futura, que aún no es, que no se
sabe cómo va a ser, si va a ser y no se va a ver truncada, que sea posiblemente
peligrosa,…..y no alegrarse de que el moribundo se abrace a su vida ya vivida y
pasada, con sus intensas y recordadas emociones.
¿Pensar en castigos eternos
en el más allá?
Pero… ¿a qué mente
calenturienta se le puede haber ocurrido semejante insensatez?
A mis nietecillos, cuando
algo hacen mal, se los chantajea con que el hada mala se llevará su juguete
preferido o le dará un coscorrón contra la esquina de la mesa (y se lo
recordarán cuando esto ocurra).
Luego llegará el hada buena a
restituirle lo robado.
Tu, también, amigo que estos
escuchas o lees ¿sigues creyendo en las hadas?
Si “el hombre es malo”, como
dijo aquel filósofo, “los hombres son buenos”, digo yo.
Quedémonos con esa imagen del
moribundo, una buena persona que se está despidiendo, respetémoslo.
No hay moribundo malo.
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