Hoy, sí.
Hoy podemos decir que existe
otra vida tras los 60.
¡Por supuesto que sí¡
Yo no sé si será aquello del
castigo divino de “trabajarás y ganarás el pan con el sudor de tu frente…” (Una
pregunta, los Catedráticos de Filosofía, al trabajar, no sudamos por la frente,
¿nos habría tenido en cuenta Dios?).
Digo que no sé si será el
castigo divino o una ley de la naturaleza humana, pero hemos dividido la vida
en tras grandes apartados:
1.- Prepararse, durante
muchos años, para trabajar.
2.- Trabajar, durante muchos
años, para vivir.
3.- Vivir, durante muchos
años, ya sin trabajar.
Y aquí estamos nosotros, los
jubilados, los del jubileo diario.
Parece como si nosotros, los
mayores, estuviéramos al margen de la maldición divina, ya que no tenemos ni
que prepararnos para trabajar ni tenemos que trabajar para vivir.
Porque, aunque nos paguen
poco (un 0,25% de subida este año), como vivimos con poco, tenemos suficiente,
mejor y más tranquilos que el que gana mucho pero tiene muchos gastos (mantener
el yate y la amante, con apartamento incluido).
Nosotros, ya, con poco
tiramos.
Pero hagamos un análisis, o
mejor, dos análisis:
1.- Analicemos el trabajo.
2.- Analicemos los años.
¿Cómo contamos los años?
Perece que sólo los niños y
los adolescentes quieren ser mayores de lo que son.
Los niños no cuentan la vida
por años, sino por fracciones, por meses, incluso días. (“Tengo cuatro años y
medio”. “Tengo cuatro años y nueve meses”. “Ya casi tengo cinco”).
Cuando el niño cuenta no mira
al hoy, está pensando en el mañana.
Mira hacia delante.
No deja nada atrás.
Incluso cuenta lo que todavía
no tiene.
Quiere ser mayor de lo que
es.
A los adolescentes también
les ocurre algo parecido (“Ya voy a cumplir 16” . Parece que no puede tener 15. No. Voy a
cumplir 16. ¿Pero si yo te preguntaba cuántos tenías, no cuántos ibas a tener?)
Pero “ya tengo 18, voy a
sacarme el carnet de conducir”.
Ya ha llegado a una de las
metas tan deseada durante los últimos años.
Ya puede conducir.
No se fija en que, como ya es
mayor de edad, ya es responsable y ya puede ir a la cárcel.
Luego ya “tengo 26 tacos, tío,
¡joder¡”
Cuando uno llega a los 30, no
es que haya llegado, es que “ya cumplí los 30” .
A partir de los 30 ya se
cumplen años.
El casorio, los hijos, el
cole, el trabajo, las prisas.
Como no tiene uno tiempo para
nada no tiene tiempo ni de pensar en el tiempo que tiene.
¡”Cumpleaños feliz, papᔡ
“Anda es verdad, hoy cumplo
años”.
¿Cuántos, papá?
Y tú dices, muy
displicentemente, como con desgana: “37” , casi para tus adentros.
Lo de los 40 esto ya es otro
cantar, esto ya es para caerse.
Se acabó el número 3, y el 4
ya es otra cosa ( “De cuarenta para arriba…”) pero si estás soltero, por suerte
o por desgracia para ti, “solterón y cuarentón, qué suerte tienes, ladrón”.
¿De verdad que es suerte?
¿Tener que pavonearse para
atraer a una pava?
Aparentar tener una
conversación agradable, mariposeando de flor en flor todos los fines de semana,
visitas al Eugenio´s de Torremolinos y soltando la pasta.
Y seguir más despistado y más
preocupado que Adán el día de la madre.
Lo de los 50. ¿Qué te voy a
contar?
Los hijos en la Universidad o en los
primeros años de trabajo, explotados. Y tú ya no estás para trotes. Cada vez
cansa más el trabajo.
Así que en los 55 uno ya ve
la prejubilación, ese despido fraudulento, pero consentido, para que cobres el
paro durante x años, justo los que te llevan a la jubilación. Al paraíso. A la
meta soñada. A la felicidad. Aunque uno no esté, uno ya se ve allí, saboreando
las mieles de la victoria.
Viéndose apuntado a todos los
viajes habidos y por haber. (Luego comprobará que eso también cansa y ¡como en
casa en ningún sitio¡).
El jubilado ya deja de
contar.
Lo que le interesa del tiempo
es el primero de mes para ir al Banco.
A partir de los 85 ó 90 ya
empieza, otra vez, a contar mirando para atrás.
“Parece mentira. Pero si
parece que fue ayer cuando tenía 70”
¡
O empieza a contar como los
niños: “93 y 7 meses”. “Hasta Octubre no cumplo los 94” .
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