De todos es
superconocido el relato del Génesis y la creación del mundo en seis
días y "vio Dios que todo era bueno" "y el séptimo
descansó"…
Seguramente muchos de Uds.
han oído más de una vez la sentencia: "vanidad de vanidades, todo es
vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de todo por cuanto se afana debajo del
sol"? Pertenece al Eclesiastés, uno de los libros de la Biblia.
Pero sigo citando: "pasa
una generación y viene otra, pero la tierra permanece para siempre. Levántase
el sol, se pone y corre con el afán de llegar a su lugar, de donde vuelve a
levantarse. Tira el viento al mediodía, gira al norte, va siempre dando vuelta
y retorna a sus giros. Los ríos van todos al mar, y la mar no se llena. Allá de
donde vinieron tornan de nuevo, para volver a correr.
Todo trabaja más de cuanto el
hombre puede ponderar, y no se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. LO QUE
FUE, ESO SERÁ. LO QUE YA SE HIZO, ESO ES LO QUE SE HARÁ, NO SE HACE NADA NUEVO
BAJO EL SOL. Una cosa de la que dicen: "MIRA ESTO, ESTO ES NUEVO".
AÚN ESA COSA FUE YA EN LOS SIGLOS ANTERIORES A NOSOTROS".
Hasta aquí la cita.
¡Qué manera tan precisa de
negar el evolucionismo, de oponerse a la posibilidad de extinción de especies
vivas!
"Todo lo que Dios hace,
tiene que ser para siempre. Nada se le puede añadir. Nada puede ser
excluido".
Es decir, Dios, omnipotente,
creó todas las especies, tal y como se ven ahora, siempre las mismas,
permanecen, ni han podido desaparecer algunas, ni han podido aparecer otras
nuevas.
Es el Fixismo.
Pero lo cierto es que los científicos
actuales cuentan con pruebas incontestables de que han ocurrido, al menos,
cinco extinciones masivas, desde hace 3800 millones de años, hasta el presente.
Aunque la causa de tales
catástrofes no siempre es bien conocida, lo que es bien conocido es que ha
habido esas catástrofes.
Estamos hablando de los
fósiles, ya conocidos en tiempo de los griegos pero era atribuido su origen a
una cierta "vis comica" ("una fuerza graciosa, curiosa"),
presente en la naturaleza, la cual "se divertía modelando las rocas con
formas idénticas a las de los huesos petrificados".
Todavía en el siglo XVIII,
los partidarios del relato bíblico juzgaron los fósiles marinos encontrados en
las cimas de las montañas como un argumento probatorio en favor del diluvio.
Pero no solo los religiosos,
muchos ilustrados negaron el origen orgánico de dichos restos.
Incluso un escéptico, de la
talla de Voltaire (¡nada menos que Voltaire!) cuando ya no pudo negar, por más
tiempo, su procedencia animal, sostuvo que “eran restos arrojados por
peregrinos”.
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